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Amor y política

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No hay nada más serio que la frivolidad. Los acontecimientos que agitan desde hace tres meses a la tercera potencia mundial son prueba de ello. Un discreto asunto ha provocado la caída del primer ministro japonés Sozuke Uno y llevado hasta la cumbre a su rival socialista, la señora Takako Doi. Algo parecido domina desde hace poco la vida política en Grecia, en donde Andreas Papandreu lucha por su supervivencia política tras repudiar a su mujer y haberse casado con una azafata. La ciencia política ha contado con todo para interpretar la lucha por el poder en las democracias. Ha olvidado un hecho: el amor. John Profumo, Ted Kennedy, Gary Hart: estos tres candidatos al poder supremo, bien colocados en la carrera, han tropezado al saltar de una cama mal elegida. Países de libertad de costumbres, Gran Bretaña y Estados Unidos no consideran el amor como una bagatela. La opinión pública en estos países exige de sus representantes sinceridad y rectitud. El que engaña a su mujer, piensa el elector, se apresurará a engañar a su pueblo. Las mujeres perdonan poco a los políticos un comportamiento amoroso que, a sus ojos, no tiene en cuenta su dignidad. Propia del feminismo anglosajón, esta reacción ha ido a extenderse hasta Japón, en donde las mujeres, en lucha contra la sumisión tradicional, han condenado con virulencia la institución de las geishas, cuyos servicios había utilizado el primer ministro.

19 de agosto

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