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RELIGIÓN

El Concilio Vaticano II manipuló los textos para no citar la palabra comunismo y evitar condenarlo

Juan Arias

En el Concilio Vaticano II se hicieron trampas para que la palabra comunismo no apareciese ni una sola vez en las miles de páginas aprobadas por 10 3.000 obispos de todo el mundo convocados en Roma, primero por el papa Juan XXIII y, tras la muerte de éste, por Pablo VI. Esta es la tesis que sostiene 30 Giorni, la revista de Comunión y Liberación, muy cercana al cardenal Joseph Ratzinger, prefecto del ex Santo Oficio.

La revista publica al mismo tiempo un documento, hasta ahora inédito y secreto, que 454 padres conciliares habían presentado a la votación de la asamblea para que el Concilio abordase el tema del comunismo y que, increíblemente, no llegó nunca al pleno del Concilio. Y al final de su investigación se pregunta: "¿Por qué el Concilio no debía hablar absolutamente del comunismo? ¿Quizá se había hecho una promesa a alguien?.

EL PAÍS ha hecho la misma pregunta a Vincenzo d'Agostino, actual director de Borla, una de las editoriales de los teólogos de la liberación, y que hizo un atentoto seguimiento del Concilio como periodista. Y D'Agostino ha respondido que "no es ningún secreto" el que ni Juan XXIII ni Pablo VI quisieron que el Concilio "condenase a nadie". Y añade que, en cuanto a la prohibición de nombrar en los documentos la palabra comunismo, con toda probabilidad había sido prometido a Moscú para que el Gobierno soviético dejase venir a Roma a los observadores de la Iglesia ortodoxa rusa.

Y ha añadido que lo que algunos llaman "trampa" del Concilio para evitar nombrar al comunismo, es hoy la mejor demostración de que aquel Concilio fue de verdad un acontecimiento de la Iglesia católica "positivo, liberatorio y en ningún momento condenatorio de nada ni de nadie", como sin embargo hubiese querido la Curia romana que se sintió traicionada por el discurso de apertura de Juan XXIII en el que condenó "a los profetas de desventuras y afirmó que la palabra clave de la Iglesia es el diálogo.

Infectados por el comunismo

Lo cierto es que apenas anunciado el concilio por Juan XXIII en seguida se puso en movimiento la Iglesia conservadora para proponer, como argumento clave del mismo, la condena del comunismo. La comision que debía estudiar el problema de los obispos preparó un esquema titulado: De cura animarum pro christianis comunismo infectis (de la preocupación pastoral por los cristianos infectados por el comunismo). Por su parte la Comisión para la Disciplina del Clero preparó a su vez algo similar: De cura animarum et comunismo. Pero cuando las propuestas llegan a la comisión central presidida por —el entonces secretario de Estado— el francés Eugenio Tisserant, la palabra comunismo desaparece y es sustituida por la de "materialismo". Una vez comenzado el Concilio, el 11 de octubre de 1962, desaparece también este tema.

Los obispos que no se resignaban a no condenar el comunismo volvieron a la carga en la tercera sesión, ya con Pablo VI, cuando se trató de debatir el famoso esquema XIII, l.a Gaudium et Spes, sobre el diálogo con el mundo moderno, de la que formaba parte el entonces arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla.

No es posible, se preguntaban muchos obispos, que en dicho documento se hable de la evasión fiscal, de las medidas higiénicas y hasta de los automovilistas imprudentes, y no se aborde el tema fundamental del comunismo. Unos obispos dijeron que se estaba escamoteando la discusión del "autentico problema de la sociedad contemporánea" y otros alegaron que seria un escándalo que el Concilio no lo abordara. En esta polémica se llegó a la redacción de un documento, de dos folios, que aparece ahora por primera vez.

En él se hablaba de una "serpiente que engaña a los cristianos con sus embustes", y de la "ruina" que supone el marxismo para los católicos. Pero aquel texto no llegó a ser debatido. La excusa que dio el francés monseñor Achule Glorieux fue que la petición había llegado "tarde".

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