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En el interior del Papa

Sorprendentemente, el liderazgo espiritual ha logrado alcanzar el rango de noticia en una época tan materialista. La publicación de la novela Versos satánicos, de Salman Rushdie, inició un torbellino en el mundo islámico y ha sido responsable de muertes anónimas y de una sentencia de muerte en absoluto anónima. El mundo cristiano, me refiero fundamentalmente a los ciudadanos de Occidente que fingen estar de acuerdo con una fe que parece haber perdido su ímpetu, quedó sorprendido al descubrir que los seguidores de Alá estaban dispuestos a matar para proteger el buen nombre del profeta. Una era imbuida de valores relativistas descubrió que había millones de personas en el mundo cuyas creencias son absolutas. El absolutismo en la religión fue una característica tanto de la Edad Media como de la Reforma, y la fe absoluta llevó a los líderes de las Iglesias cristianas a torturar, quemar y colgar a herejes y apóstatas. La llegada de la edad de la razón, que fue la época de la tolerancia, tuvo el efecto de moderar el fanatismo, de dejar el castigo para Dios y de, con el tiempo, convertir la religión en un sistema puramente ético con cierta esencia nostálgica por lo absoluto. El Islam apenas ha sido tocado por el liberalismo occidental, aunque algunos de sus especialistas medievales -como Averroes y Avicena- tuvieron mucho que ver con la impiantación en Occidente de dichos principios racionales que, con el tiempo, apagarían las llamas del cristianismo y harían hincapié en principios tales como la misericordia, el perdón y la tolerancia. Por asombroso que parezca, nos encontramos en una época en que la espada, o cualquier instrumento similar, es una vez más el arma de la ortodoxia más estricta. ¿Cuál es la respuesta del cristianismo a ese islam asesino?Rushdie, en un reciente artículo en el que trataba de autojustificarse, señaló que la religión siempre corre el peligro de convertirse en fanatismo si cae en manos de un clero profesional. Si el cristianismo y también el islam se deshicieran de sus líderes religiosos, el alma individual podría comulgar con las sagradas escrituras sin que hubiese intermediarios rigurosos encubiertos por la ley. Los judíos se las han arreglado bastante bien sin una autoridad religiosa central, pero ni el cristianismo ni el islam han logrado delegar la autoridad en el creyente individual sin correr un grave peligro de disolución. Y la rama católica del cristianismo siempre ha tenido un Papa desde los tiempos de san Pedro. El pontificado, no sin cierta vergüenza, puede mirar hacia atrás y encontrarse con una historia de corrupción secular y de tiranas exacciones. Los papas como figuras políticas han tenido mayor importancia que los papas como guardianes espirituales. En nuestro siglo, la elección de Juan XXIII fue acogida como un acontecimiento de gran valor espiritual. Se esperaban cosas nuevas, aunque las esperanzas no han sido, en su mayoría satisfechas. Su sucesor, Pablo VI, marcó un paréntesis hasta la llegada del hombre esperado para llevar a cabo la verdadera revolución. Éste es el Pontífice polaco, de quien sabemos mucho sobre su vida social, pero cuyo mundo interior también desearíamos comprender.

¿Interior? ¿Cómo podemos llegar a saber lo que pasa, en el interior de una mente, en especial en el interior de la cabeza de un soberano Pontífice? El papa Juan Pablo II se ha convertido en un personaje exterior muy famoso -viajando por odo el mundo, hablando urbi et orbe en todos los idiomas conocidos y dirigiéndose a las masas en nombre de su Iglesia y no en el suyo propio. Tiene junto a él a personas devotas que aseguran poder ver su espiritualidad internoa por el modo en que reza, olvidando las sabia; palabras dei fallecido Orson Welles: "Hay dos cosas que la cámara no puede filmar: la oración y la relación carnal". Lo que al Papa le pasa por la cabeza parece manifestarse en sus muy conservadores discursos. No aceptará los métodos anticonceptivos, ni el infanticidio in ventre, ni habrá mujeres sacerdotisas. El infierno continúa siendo una parte importante de la doctrina oficial. Juan Pablo II, quien en su momento tuvo dentro de su diócesis a Auschwitz, no ve diferencia alguna entre el aborto y la solución final. Para los que desean la copulación sin población, el Papa afirma que ambas cosas van unidas, pero quesiempre queda la alternativa maltusiana: el autocontrol. El pecador no arrepentido queda apartado de Dios para siempre pero antes tiene que enfrentarse, reencarnado, aun último juicio público. No ha habido un solo cambio en la doctrina fun damental desde que él ocupó e puesto de san Pedro, y, yo, por ejemplo, tampoco veo cómo podría haberlo habido. Si aceptas las premisas papales, nunca encontrarás defecto alguno en su lógica.

Para entender el conservadurismo de Juan Pablo II hay que conocer su pasado más lejano. Karol Wojtyla nació en 1920, en la localidad de Wadowice, al pie de los Cárpatos, a 50 kilómetros aproximadamente de Cracovia. Su nacimiento prácticamente coincidió con el resurgimiento de un Estado polaco libre -la victoria de la batalla de Varsovia,a veces denominada el milagro del Vístula, contra las fuerzas de la Unión Soviética de Lenin. Esta independencia, siempre precaria, no duró mucho tiempo: Polonia sería absorbida por una dictadura y más tarde por otra. Desde su juventud, Wojtyla tuvo que inspirarse en dos fuentes: un patriotismo intenso y el ansia por alcanzar algún tipo de certeza ajena a la política. Ambas fuentes constituyen el catolicismo polaco, pero el catolicismo es mayor de lo que parece: no se trata simple-mente de una fe, se trata de un pensamiento filosófico. Wojtyla tuvo que empezar como filósofo.

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Uno de sus maestros, el padre Sacher, ha dicho: "Era lo más parecido a un genio y yo tuve la suerte de poder enseñarle". Cuando todavía estaba en la escuela, Wojtyla leía la Crítica de la razón pura, de Kant, al igual que a los clásicos griegos y latinos (todavía hoy cita a Homero y Virgilio). Desarrolló muy bien su capacidad lingüística: su devoción por el idioma polaco y su literatura -un aspecto de su patriotismo- lo llevaron a interesarse por la filosofia y la literatura en general. En 1938 estaba preparado para entrar en la universidad de Cracovia y el mundo estaba casi listo para emprender otra guerra que destruiría Polonia.

Un punto importante que hay que tener en cuenta sobre Polonia y sus universidades es la enorme devoción que sienten por la cultura occidental. Los polacos aborrecen el orientalismo que parece representar la Unión Soviética. A Juan Pablo II todavía le gusta mencionar la piedra del parque de Varsovia que marca el centro exacto de la unidad geográfica llamada Europa. Joseph Conrad siempre criticaba el énfasis que ponían sus seguidores norteamericanos sobre lo que ellos consideraban el salvajismo eslavo a golpe de platillos del escritor. Él expresaba la parte caballeresca, incluso quijotesca, de su temperamento alegando que la cultura polaca tenía más de europea que la británica o la norteamericana o incluso la escandinava. Juan Pablo II ve Europa como un concepto más amplio que el que albergan solemnemente la OTAN o la CE.

Adolfo Hitler tenía un concepto de Europa algo más limitado, un concepto que implicaba la destrucción de Polonia, de su idioma y de su cultura. La educación que Wojtyla recibió en tiempos de guerra era impartida prácticamente en la clandestinidad y tenía que ser una ocupación para los ratos libres que quedaban tras la dura jornada dedicada a picar piedras en la cantera de Zakrzowek. Pero el poeta que había en su interior supo sacar provecho de aquella esclavitud. La piedra se convirtió en un símbolo para él: después de todo, san Pedro era roca. Su poema The quarry sigue la relación entre hombre y piedra, la base de su primera cultura. Otro poema, Marble floor, medita sobre el texto Tu es Petrus -Tú eres Pedro, aludiendo a piedra- en elcontexto del cimiento que supondría san Pedro para Roma. Pero el duro trabajo manual produjo algo más que símbolos poéticos. Sus poemas sobre la alienación de los trabajadores en un Estado materialista -nazi o soviético- lo llevaron al problema de la alienación moderna en general. Estudiaría a Husserl y a los existencialistas franceses, que deploraban el sentido de impotencia del hombre en un universo indiferente.

El filósofo era también, como ya sabemos, un poeta. De hecho era un dramaturgo poeta. El patriotismo polaco, al igual que la fe cristiana, encontró vías de expresión en las representaciones clandestinas del Teatro de la Palabra Hablada. Al leer las obras de Wojtyla -especialmente The jewellers shop, que se está rodando en la actualidad para la pantalla grande- descubrimos un genuino talento verbal que nunca cae en el devocionalismo almibarado. Es un poeta duro que conoce la palabra física:

"Escucha: el golpeteo metódico de los martillos,/ tan suyos, / me proyectó sobre la gente / para probar la fuerza de cada golpe. / Escúchame: la corriente eléctrica / atraviesa un río de piedra. / Y un pensamiento ha crecido en mí día tras día: / la grandeza del trabajo está en el interior del hombre".

La raigambre física de este hombre en particular no está nunca en entredicho: se confirma por lo que sabemos de él como escalador y bailarín de mazurcas y polonesas. "Tiene, hasta hoy", dice Paul Johnson, su biógrafo, "una presencia inconfundible: parece dominar el espacio que circunda su cuerpo". Tenía y tiene una voz vibrante. El teatro polaco, especialmente en su forma clandestina, no contaba con más recursos que la palabra hablada o cantada.

Las exigencias de la poesía y el drama inevitablemente se desvanecieron en cierta medida al terminar la guerra contra la Alemania nazi. El joven Wojtyla, ahora dedicado al sacerdocio, regresó a la filosofila y a su hermana mayor, la teología. Viajó a Roma y estudió en la Universidad Pontificia, conocida como el Angélicum. Disfrutó con la lectura de santo Tomás de Aquino; escribió su tesis doctoral sobre san Juan de la Cruz (el más sensual de los poetas místicos). De regreso a Polonia, mientras se preparaba para su cátedra en Lublin, intentó reconciliar la ética católica con las teorías fenomenológicas de Husserl. Surgió entonces la disputa con el existencialismo. El hombre interior era también el hombre público: quería que el catolicismo polaco mantuviera su reputación desde el rigor intelectual; la fe debía estar respaldada por el pensamiento y el estudio. Al mismo tiempo era un populista, un hombre del pueblo, "un hombre para bailar y rezar el rosario", como expresó uno de sus seguidores. Con el concilio Vaticano II (1962-1965) se confirmó su talla intelectual.

Al igual que muchos católicos polacos, no se sintió feliz con la abolición del latín, el idioma que, en la liturgia, siempre había recordado a Polonia que formaba parte del imperio romano cristiano. Pero al igual que el buen soldado que había sido su padre, él obedeció las órdenes. El papa Pablo VI vio en él, o así nos lo ha contado, a un lugarteniente muy útil. Wojtyla tuvo mucho que ver con documentos tan importantes como la Lumen gentium y la Gaudium et spes. A él no sólo le importaban la alegría y la esperanza, sino también el amor. El trabajo denominado Amory responsabilidad expresa una objeción, profundamente razonada, contra el control artificial de la natalidad, y Juan Pablo II nunca vaciló en su convicción de que aquello que quiere la naturaleza es también lo que Dios quiere.

Esto significa que la interferencia del ser humano con el proceso de la natalidad no debe ser tolerada. El denominado período sin riesgo -lo que los desleales llaman ruleta vaticana- es natural y, por tanto, aceptable. El uso de preservativos o píldoras no lo es. Huelga decir que los católicos que esperabanuna relajación de las leyes draconianas sobre el sexo, dentro y fuera del matrimonio, se han llevado una amarga desilusión.

El papa Juan Pablo II es un tradicionalista que no cederá ni un ápice en favor de posibles reformistas. Pero su tradicionalismo no se basa en una irreflexiva aceptación de lo que ya ha sido decretado. Todo ha sido examinado y pensado de nuevo; en San Pedro no se ha hecho declaración alguna que no haya sido sometida previamente a una intensa deliberación intelectual. Las doctrinas más severas de la Iglesia tal vez resulten difíciles de aceptar, pero son lógicas. Una Iglesia o un Papa firme en su defensa de las doctrinas fundamentales se enfrenta a un gran enemigo de las fronteras orientales, o en las de Polonia. Por muchas innovaciones que Mijail Gorbachov esté introduciendo, la doctrina marxista mantiene una estricta oposición a la creencia de que el alma humana libre su guerra fundamental en el ámbito espiritual. Lo que los estudios filosóficos y la práctica poética de Wojtyla han confirmado, y siguen confirmando, es que el hombre y la mujer son criaturas con alma. Y a diferencia del ayatolá Jomeini, al Papa le importa más salvar almas que condenarlas.

Traducción: Carmen Viamonte y Rafael Garoz.

Copyright Anthony Burgess, 1989.

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