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Mallorca, sin 'lady' Di

La familia real monopoliza el interés de los innumerables fotógrafos desplazados a la isla

"Los marqueses de X le ruegan que les mande la foto que tomó en el momento en que su embarcación se cruzó con la del Rey". El fotógrafo contempló, divertido,la tarjeta que un mozo acababa de entregarle. Un poco más allá, una señora de mediana edad con una cadena de oro enredada en el Rolex y la bolsa de playa de Loewe colgando del hombro empuñaba una cámara de vídeo mientras estimulaba a su jovencísima hija: "Más a la derecha, nena, más a la derecha", obteniendo así para la filmoteca familiar una secuencia de la niña con el príncipe Felipe al fondo.

Por si fuera poco, numerosos fans de la primera familia española esgrimían su Instamatic, y además estaban los profesionales. Don Juan Carlos y sus hijos, en sus respectivas naves, se dedicaban tranquilamente a lo suyo, mostrando lo que podría llamarse una real paciencia. De hecho, el único momento tenso del Monarca con los reporteros se produjo cuando los vio por primera vez después de la publicación de las fotos de la Reina y la infanta Cristina en biquini -"este año no quiero guerras", les dijo, severo-, pero en seguida le quitó hierro al asunto y les invitó a desayunar y a hablar largo y tendido del mar y las regatas. Así están todos con el Rey, encantados.

Otra cosa son los famosos. Pocos, por cierto, aunque, en los últimos días, refuerzos como Carmen y Jean Marie Rossi, Julio Iglesias y Miguel Bosé han aderezado la languidez imperante. Hay más guardaespaldas que vips, y más informadores que personajes y escoltas juntos, lo que da lugar a que enjambres de periodistas se lancen a la captura de jet-set que en Madrid, en plena temporada, no despertarían más interés que la siesta de un erizo. Entre los notables se producen dos tipos de reacción.

Una, las víctimas se rinden a la canallesca, se dejan hacer unos retratos y los fotógrafos se van a por otra presa. Y dos, el famoso huye despavorido, los otros le cogen interés y montan un safari. Es algo parecido al juego del amor, que si dices que sí en seguida te abandonan de inmediato, y si te haces la interesante te mandan flores. En lo que respecta a los Rossi, plato fuerte del corazón ante la ausencia de Lady Di, hubo inicio agrio, intermedio gozoso y final con tocata y fuga. A saber: llegaron un día antes, despistando totalmente.

Xanadú

A la mañana siguiente salieron de su casa alquilada por más de un millón -y que se llama Xanadú, como el palacio de Ciudadano Kane-, y posaron de mil amores con su hija Cynthia, una niña que el año pasado sólo sabía decir "papá", "mamá" y "pas de photos", y que este verano estuvo como una malva. No obstante, en cuanto la familia se montó en un yate propiedad de Marleta Salas, esposa del príncipe Zourab Tchoko touz, los fotógrafos quisieron más, y ellos no estaban dispuestos a dárselo. El resultado de tal conflicto de intereses fue que una familia bilbaína, los Oliver -que esta ban en ese momento subidos a su lancha con sus siete hijos y la novia del mayor-, vivió una impresionante aventura. "Siga a ese yate", dijeron los fotógrafos. Y la señora, una vasca estupenda que lee con asiduidad las revistas de colorines, se convirtió en cabeza de la expedición y ordenó a su marido que abandonaran el picnic familiar porque tenían algo más importante. Así, con dos periodistas y a todo motor, los Oliver persiguieron a los Rossi -que iban con la susodicha Marieta Salas y con la princesa María Gabriela de Saboya-, desde el puerto de Andraitx hasta un buen número de calas, en las que inútilmente intentaron desembarcar para ponerse a salvo. Entre tanto, la señora iba obsequiando al personal con coca-colas.

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Si Julio Iglesias viene a cantar, que es lo suyo, los políticos cantarán todos la misma canción, que también parece que les gusta. Más que gustarles es posible que intenten colocarla a la cabeza del hit parade del verano. Se titula Yo, que he trabajado tanto, merezco estas vacaciones. Te miran con tono lastimero y te dicen: "Éste es mi único descanso". A uno acaban por conmoverle porque son como héroes marchitos que vienen en busca de un poco de refresco.

El político autóctono Félix Pons, presidente del Congreso, que veranea, como siempre, en Punta Portals, se entrega a los placeres del windsuffing -les aseguro que es todo un espectáculo- y se declara retozón y dispuesto a empezar lo antes posible la campaña electoral, sin duda porque vivir en un buen piso le estimula.

Narcís Serra, ministro de Defensa, también recurre al tono lírico para reivindicar un merecido descanso después de la ardua tarea de hacer la guerra y no el amor y poner polígonos de tiro por todas partes. La verdad es que el hombre cumple dando su rueda de prensa anual, en un paraje paradisiaco, en Deiá. Claro que siempre queda la duda de qué haría el ministro si le conviniera instalar a una guarnición en semejante paisaje.

Fernando Morán, parlamentario europeo, que descansó en Pollenga antes de recluirse en su Asturias natal, se dejó ver en muestras artísticas y con el simpático desaliño que le caracteriza, echando humo de sus inseparables cigarrillos.

La huida de Conde

Se espera, aunque no con gran entusiasmo, porque puede ser un bulo de verano, que Adolfo Suárez venga a ver a Julio Iglesias y rompa, aunque sea a martillazos, lo que se ha dado en llamar su silencio. Por otra parte, Mario Conde se ha alejado del mundanal ruido después de la andanada de vituperios que le enviaron los cronistas debido a su comportamiento de vedette. El banquero engominado no sólo huyó de la Prensa, sino que le mandó a sus perros. Mejor dicho a sus guardaespaldas. Casi llegaron a las manos y él se dio a la fuga, tipo Calles de San Francisco, en un Jaguar. De las Calles de San Francisco, mejor dicho, de Hollywood mismo, llegó Michael Douglas con su esposa, Diandra, conocida modelo norteamericana, y su criatura, y se encerró en el magnífico hotel de Deiá, La Residencia, dedicándose al descanso tras una breve declaración de simpatía.

Parece que Douglas va a comprar una residencia en la isla, pero el rumor no ha sido confirmado. Espectacular, en el mismo hotel, está la inenarrable Ana Obregón, con su nuevo amor, César Albiñana, abogado, que, aunque ha huido como todo quisque, ha sido ampliamente reporteada.

Ana Obregón suele venir mucho por Mallorca y es una gran gozadora de los manjares de la isla, lo que sin duda forma parte de su secreto de belleza, junto con su apasionada entrega al mundo de la fantasía, que eso siempre mantiene en forma.

No sólo los famosos flojean este año en Mallorca. Los hoteleros se quejan de que las previsiones han bajado durante julio -y parece ser que también en agosto ocurrirá lo mismo- en más de un 30%.

Hay más visitante de escaso poder adquisitivo que otra cosa. Y, sin embargo, la mar estaba salada, y además llena de yates, con unas tripulaciones que se dejan una buena pasta en servicios. No es suficiente, y aquí ya están empezando a preguntarse -algunos a ratificarse en ello- si la política turística no habrá sido equivocada. Pero ésta es otra historia.

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