'La grandeur'
François Mitterrand es portador de la grandeur de la France porque el hábito hace al monje, pero acaso también porque la France necesita en esta hora que alguien le mueva la grandeur. François Mitterrand se empeña en portar la grandeur con dignidad, y va por ahí hecho un palo, el hombre. El hieratismo no le viene de cuna y lo delata su crispado parpadeo cuando le interrumpen la grandeur. Lo cual sucede con frecuencia, pues como tiene la mirada crepuscular y la cabeza a pájaros, sus ayudantes deben avisarle de que hay un escalón y cuidado con la farola, para que no se pegue un barquinazo.A Charles de Gaulle no le pasaba. Charles de Gaulle no necesitaba tiesuras para mostrar la grandeur: estaba convencido de que la grandeur era él mismo. La cabeza de Charles de Gaulle, a quien debieron embuciar en la infancia con gachas de harina de almortas, sobresalía como alminar por encima de la multitud y avizoraba la llegada del enemigo. Además poseía un vocejón gangoso que le permitía pronunciar la grandeur enfatizando el fono mientras hacia visajes, y los franceses se sentían Napoleón.
La credibilidad de los políticos está en función de sus interpretaciones. Al contrario que las políticas. Tal Margaret Thatcher, que se pone un vestidito de organdí, agarra el bolso, y codo a codo con los demás jefes de Estado, no necesita parpadear, ni sacar pecho, ni enfatizar el fono, para cuadrarlos. Algunos dicen que es fea (y no lo dicen de Ciriaco de Mita, con lo feo que es Ciriaco de Mita) o que ningún otro estadista los tiene mejor puestos. Son argumentos frívolos, groseros y machistas, naturalmente, pero también es no entender la condición femenina. Porque hay mujeres que, metidas en política, imitan a los hombres y sólo se les reconoce el valor de la imitación. Pero cuando, grandes o chicas, macizas o cazos, lo son cabales y van a lo suyo, sale Margaret Thatcher. Así que un respeto.