_
_
_
_
_
FERIA DE SANTANDER

Guateles gordos, mansos y derrengados

ÁNGEL CEBRIÁN A los toros de los Guateles debieron traerlos andando, pues todos, desde el primero al sexto, salían de chiqueros con evidentes síntomas de estar derrengados de los cuartos traseros. Oler el peto del caballo, dejarse pegar y salir sin aire, todo era uno. Labor de enfermería, pues correspondía de esta forma a los diestros, que fruncían el ceño ante tan adversa condición, en una plaza donde la belleza aflora por doquier. Sin embargo, cosas de la vida, donde mayor belleza debe poner la empresa, se estrelló con el horroroso aspecto de los toros derrengados de los Guateles.

Julio Robles, con el lote peor y más parado, bailó con la más fea. Ya es mala suerte. Ninguno de los toros embistió; ¡cómo lo iban hacer ante tamaña invalidez! Por no moverse parecían de piedra y el segundo, además, se fijaba bien en el torero, con lo que eso descompone ¿verdad, maestro?

Guateles / Robles, Gampuzano, Joselito

Seis toros de los Guateles, gordos, mansos, derrengados de los cuartos traseros y sospechosos de cuerno.Julio Robles: silencio en su lote. Tomás Campuzano. tímidas palmas y una oreja. Joselito: una oreja y ovación con saludos tercio. Plaza de Santander, 21 de julio. Tercera corrida de feria.

Como ídolo local se tiene aquí a Tomás Campuzano, que conoce como pocos los gustos del respetable santanderino. Precavido y sin centrarse con su primero, ofreció de cosecha propia manoletinas, mirando al tendido, y abaniqueos por la cara, que gran parte del respetable agradeció de pleno.

A la salida del quinto apareció el diluvio universal, dejan do los tendidos listos para el tinte. Campuzano, dulceando, porfió derechazos y naturales, recortes y pases de pecho y tanto mérito le dio a la faena acuática que hasta le otorga ron una oreja, que ya es otorgar.

Rebrincado

El torero Joselito no pudo ofrecer de su espléndido repertorio la belleza que atesora. Otro día sin estar en labores de enfermero podrá deleitar, dicen aquí.

Ayer su primer inválido le llegaba rebrincado a la muleta. A la defensiva estaba el toro, a la voluntad el diestro. Ensayó ante el sexto impecables derechazos aislados, con evidencia manifiesta de estar ante un mulo inválido que, como el resto del encierro, albergó en los tendidos la sospecha del afeitado.

La plaza, a rebosar de público una tarde más, está por ahora a la espera de ver salir por chiqueros al toro íntegro y verdadero, pues por ahí comienza la auténtica belleza de la Fiesta.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_