_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El compromiso

LA ELECCIÓN del general Wojciech Jaruzelski como presidente casi democrático de Polonia viene a ser un compendio de las paradojas y contradicciones que han acompañado el original proceso hacia la democratización del régimen comunista de Varsovia. Porque el general Jaruzelski, eternamente atrincherado tras sus gafas oscuras, fue el hombre que impuso el toque de queda e ilegalizó a Solidaridad en 1981, pero fue también quien evitó una intervención directa de la Unión Soviética de Breznev en los asuntos polacos. El hoy presidente por elección no fue tan lejos como para aceptar para los próximos años un sistema democrático pleno, pero sin su presencia hubiese sido más dificil que el POUP (partido comunista polaco) se hubiese avenido a hacerse el harakiri admitiendo el fin de su monopolio político del poder.El colmo de la contradicción es que el general Jaruzelski haya sido elegido para la jefatura del Estado como representante de una fuerza política (el propio POUP) que fue literalmente barrida en las primeras elecciones parcialmente libres que se celebraron en Polonia en los últimos 50 años. Solidaridad podría haber impuesto probablemente su propio candidato, en solitario o con la colaboración de otras fuerzas menores no comunistas, pero prefirió ceder el protagonismo al partido comunista en una etapa de transición en el que será puesto a prueba el funcionamiento de unas instituciones sólo parcialmente democráticas. Pero le hubiera gustado que el candidato fuera alguien muy distinto de quien, al final de cuentas, simboliza la represión de la primera hora de Solidaridad.

El extremo de la paradoja es que el candidato comunista haya sido elegido presidente de la república gracias precisamente a la ausencia deliberada, o al voto nulo intencionado, de casi 20 diputados de la oposición. La maniobra permitió en última instancia que el general Jaruzelski fuera elegido por un solo voto más del quórum requerido.

Cuando, el pasado 4 de junio, Solidaridad ganó por goleada los escaños de la Dieta reservados al libre juego democrático y obtuvo una mayoría abrumadora en el Senado, la sensatez y la prudencia fueron las primeras reacciones de sus dirigentes. Polonia se acostó como dictadura y se levantó como democracia de la noche a la mañana. Quedaba, a partir de esos comicios, un largo camino que recorrer, y es evidente que ese camino no podía ser asumido en solitario por una fuerza de oposición con un apoyo electoral ampliamente mayoritario, pero escasamente estructurada y sin una plataforma política totalmente definida.

De forma que la elección del miércoles por la noche es la primera prueba efectiva de que la oferta de colaboración enunciada por los líderes de Solidaridad en las horas siguientes a las elecciones no forma parte de un simple ejercicio de retórica política. Ello no quiere decir que se trate de una cooperación sin contrapartidas. El hecho mismo de facilitar con su maniobra la elección de Jaruzelski convierte automáticamente su designación en una especie de compromiso, y a él, en algo más que el presidente electo en representación del partido comunista.

El dirigente de Solidaridad Lech Walesa así lo expresó poco después de la sesión de la Asamblea Nacional: Jaruzelski ha sido elegido para realizar una política nacional y no una política partidista. Los términos concretos del compromiso también fueron adelantados por el representante máximo de la oposición: el presidente electo debe emprender las reformas necesarias para que se puedan celebrar unas elecciones legislativas libres en el plazo de cuatro años y unas elecciones presidenciales directas en el plazo de seis. La enmienda constitucional del pasado 7 de abril confiere al nuevo presidente poderes suficientes como para no sentirse rehén de ninguna fuerza que quiera oponerse a las reformas. Así pues, los términos de ese pacto implícito están bastante claros. De la voluntad política de ambas fuerzas depende que se cumpla.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_