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Gitanos

Rosa Montero

Afortunadamente, y como de todos es sabido, en este país no somos nada racistas, certidumbre ésta la mar de tranquilizadora, desde luego. Porque así, cuando escuchas por la radio que en Atarfe, un pueblo de Granada, hay una piscina que cobra 350 pesetas de entrada al personal pero 600 pesetas a los gitanos, no puedes caer en la zafia y simplista explicación de que se trata de una arbitrariedad racial. Eso, ya está dicho, es imposible: los españoles somos seres virginales en cuanto a discriminaciones de ese tipo.Claro que entonces me queda la inquietud de preguntarme el porqué de una medida tan chocante. Dentro de la lógica de una sociedd mercantilista, si han de pagar más, será que consumen más servicios. ¿Qué tendrán los gitanos que no tengamos los payos para desgastar la piscina doblemente? ¿Serán quizá de una avidez natatoria inusitada y acapararán las aguas todo el día? ¿O tal vez, y por el aquel de poseer una piel más bien cetrina, aguantarán doble ración de sol que los demás?

Estaba una sumida en el desasosiego de estas dudas cuando el dueño de la piscina explicó el asunto. No es verdad que se cobre más sólo a los gitanos, dijo, sino que el aumento también se aplica a todos los que puedan molestar a los bañistas. Profundas palabras de las que se pueden extraer esciarecedoras conclusiones. Primera, que por lo que se ve los gitanos no son bañistas. Segunda, que, por tanto, la entrada que se les cobra no es para bañarse, sino para molestar a los demás. Y tercera, que, puesto que pagan por semejante derecho un precio exorbitante, espero que puedan ejercerlo libremente y que se dediquen a escupir a los vecinos, meterles el dedo en el ojo a los infantes, pellizcar las nalgas temblorosas de los obesos y arrearle un buen rodillazo en los bajos a ese dueño tan poco racista. Porque las 600 pesetas dan para cometer un buen número de impertinencias y maldades.

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