¿Hasta cuando Obiáng?

A PRINCIPIOS de año, con ocasión del último viaje de Teodoro Obiang a Madrid para pedir ayuda económica, distintas voces coincidieron en que tal ayuda debería condicionarse a la celebración de elecciones democráticas y que sólo podrían calificarse de tales si el mandatario ecuatoguineano se decidía a establecer contactos serios con la oposición y, dejando de ver enemigos por todas partes, establecía de una vez por todas el libre juego de partidos.El pasado domingo, Obiang puso en práctica su particular versión de este procedimiento democrático, celebrando unos comicios presidenciales para los que era el único candidato y su partido, la única formación política. Resultó elegido por el 99% de los votos.

En esas condiciones resulta sarcástico pedir a la oposición que regrese y colabore a la reconstrucción del país. Podría tomársele en serio si este ofrecimiento hubiera sido hecho antes de las elecciones. Ahora ya tiene muy poco valor, si no va acompañado de actos inéquivocos para la democratización del sistema, y los líderes que se le oponen tiene razones sobradas para desconfiar de la oferta que les ha hecho.

El presidente ecuatoguineano han asegurado también que sus relaciones con Madrid son y deben seguir siendo excelentes. Olvida que los esfuerzos -eso sí, titubeantes, descoordinados y bastante ineficaces- que ha hecho el Gobierno español hasta el momento han topado en muchos casos con la petulancia, ineficacia y corrupción del régimen de Obiang. España, a la que el presidente de Malabo no ha perdido ocasión de poner en evidencia, empieza a no deberle nada.