Bancos de mujeres
De repente creí encontrarme en un mundo únicamente masculino. Una de dos, o me había confundido de planeta o una nueva clase de bomba se estaba encargando de liquidar en exclusiva al género femenino. Ni siquiera había la tradicional señora de la limpieza, omnipresente en todos los bancos españoles. Alguien tuvo la exquisita amabilidad de sacarme de mi error: "The lady's branch is on the corner" (la sucursal de mujeres está en la esquina).
The ladys branch es como un cuartito de estar, pero en entidad bancaria. Pequeño, recoleto y oportunamente apartado de las miradas indiscretas por una sólida pared de hormigón, el local se presta para acudir a un rato de charla como quien se va a casa de una amiga a tomar el té. Por fuera nada revela tal recogimiento. Cristales fuertemente ahumados impiden adivinar la minúscula antecámara que precede al paredón. Un fornido guarda jurado sudanés basta para disuadir a eventuales despistados y proteger así el honor de las damas.
Dentro, nada que ver con el clima frío y las interminables co las de las sucursales "sólo para hombres". La atención es forzadamente personalizada. Las escasas clientas apenas sacan del aburrimiento a unas empleadas solícitas y capaces que no escatiman la sonrisa. "No, esta semana no tenemos mucho trabajo porque acaba de terminar el Ramadán [mes del ayuno musulmán] y han empezado los colegios", explica la cajera, sin disimular su agrado por la inusitada visita de una extranjera. Y una extranjera en Arabia Saudí es una europea u occidental, ya que filipinas, indias, paquistaníes y de otras nacionalidades del Tercer Mundo constituyen, junto a sus connacionales varones, el ejército de los expats, los expatriados, una categoría social y humana diferente. La joven que me atiende, al igual que otras que se mueven por el interior, no lleva la cara cubierta. Una falda larga negra, una camisa de corte moderno y un pañuelo en la cabeza configuran un atavío chocante en medio de terminales de ordenador e instrumentos electrónicos.
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