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Un duro y largo viaje

En el prólogo de su libro Escritos y dibujos, Bob Dylan afirmaba en 1973: "Si no puedo complacer a todo el mundo, no debería complacer a nadie; pero hay demasiada gente, y no puedo complacer a todos". Hoy, 16 años más tarde, acaba de declarar a la revista Rolling Stone: "Me siento estrella que quiere brillar por quien quiere brillar. ¿Sabes lo que quiero decir?".En 1973, Dylan grabó la banda sonora de la película de Sam Peckimpah Pat Garret and Billy the Kid, una de sus obras más tradicionales. Hoy, con 16 discos más grabados desde entonces, acaba de publicar Dylan & the Death, en el que incluye una versión de Knocking on heaven's door, la canción más significativa de aquella película y, actualmente, la más representativa de su repertorio, sustituyendo al generacional Blowin' in the wind.

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Tejana telonera

Durante tres lustros, Bob Dylan se ha mantenido como si el tiempo le hubiera rozado más despacio. Ha visto impasible pasar las modas silbando, mientras insistía en reafirmarse como una de las claves de la música popular de nuestro tiempo, a fuerza de constancia en defender su estilo único, sin variar un ápice sus planteamientos.

Desconocido por los más jóvenes, que todavía no entienden de nostalgias; marginado por los que rondan los 40 y necesitan nuevos estímulos, y olvidado por los que le acusan de inmovilismo, a Dylan sólo le siguen los que convierten este inmovilismo en fidelidad y caminan por la frontera del desánimo, persiguiendo la nueva utopía de un mundo en el que se confundan el pasado y el presente y la necesidad de rendir cuentas no sea valor de cambio.

A sus 48 años, reconocido y recuperado por los músicos jóvenes, el número de elegidos que permanecen atentos al brillo de su estrella se reduce en un mundo que desprecia a los clásicos que no están dispuestos a reciclarse. Encerrado en su incógnita permanente, Bob Dylan quizá recuerde o añore -¡quién sabe!- la imagen de aquel adolescente de 20 años que en 1961 visitó a un Woody Guthrie que se extinguía para recoger la antorcha y dedicarle, un año más tarde, una canción de su primer disco que acababa con un homenaje a Kavafis: "Lo que por último me gustaría decir sería: yo también he tenido un duro viaje".

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