_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los nuevos banqueros

Xavier Vidal-Folch

Bajo las tempestades aparentes que sacuden al sistema financiero se está desarrollando un interesante forcejeo cuyo desenlace contribuirá a definir al futuro grupo hegemónico del sistema económico español. La batalla se plantea sobre estos interrogantes: ¿se puede ser banquero de primera generación? ¿Es el control de un paquete accionarial fuente de legitimidad para el poder bancario?¿ Se ampliará el número de vías de acceso a esta profesión? ¿Constituye la multiplicación de esas vías un índice de democratización económica?El interés público que ha suscitado la irrupción en el sistema financiero de personas como Mario Conde o los Albertos y otras caras menos conocidas no es únicamente atribuible a la habilidad de los hagiógrafos, a la espectacularidad de determinadas operaciones estrictamente financieras o a la conversión de la clase financiera en blanco de los escribientes de folletín.

Estos episodios despiertan interés sobre todo porque nombres como los mencionados están inaugurando una nueva vía de acceso al ejercicio del poder financiero. Una vía que se apoya en cuatro elementos: capital propio, gestión previa de empresas o negocios, rápida acumulación de capital y relativa juventud de los protagonistas. Son los banqueros propietarios que pugnan por hacerse un hueco junto a los otros grupos: los representantes de las familias, los políticos y los gestores. Se trata de un mecanismo de acceso en proceso de inauguración, plagado de incógnitas sobre su resultado final.

Se trata de una vía completamente nueva. Hasta hoy, se llegaba a banquero en España -entiéndase por banquero al presidente o al consejero influyente de la gran banca- en virtud de la herencia familiar, a través de una carrera política, o merced a la gestión desarrollada en la propia entidad. O bien por una combinación de las tres fuentes de legitimidad.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El sistema más clásico ha venido siendo el de la herencia familiar. Los consejos de administración de las principales entidades ostentaban directamente paquetes muy pequeños de su capital y tampoco se proponían representar la gestión. Venían siendo como una emanación/ reencarnación de la historia de cada casa en cuya composición había que establecer sutiles equilibrios. Uno de ellos y no el menor radicaba precisamente en la presencia y cooptación sucesiva de los apellidos fundadores o decisivos en momentos clave de cada institución: cuando moría el titular su familia se reunía y facilitaba al presidente del banco el nombre del candidato a sucederle.

Antonio Menchaca ha ilustrado eficazmente este fenómeno en la banca vasca en su novela Las cenizas del esplendor aunque el caso paradigmático de control de las familias ha sido el de Banesto. En esta entidad, apellidos de la Restauración como los Garnica, Gómez-Acebo, Argüelles o Martínez-Campos, aunque no ostentan el poder omnímodo de hace tan sólo dos años, han continuado condicionando mediante pactos inestables la trayectoria de la entidad y su presidencia. Por lo menos hasta hoy mismo.

Pero no sólo ahí. El patriarca del Santander, Emilio Botín, acaba de dar continuación a su apellido con el acceso al consejo de su nieta Ana Patricia. El caso del banco cántabro ofrece algunas diferencias con el anterior, puesto que su nudo de poder familiar se asienta sobre un importante compromiso de propiedad y no sobre los equilibrios de las cooptaciones históricas. Y el hijo de Alberto Folch -una de las grandes fortunas españolas-, Joaquín, ha ocupado la plaza de su progenitor, continuando además la tradición de un catalán en el consejo del banco. Dinastías familiares perviven también en otros bancos menos tradicionales, compaginando a veces esa legitimación histórica con la procedente de la gestión: los Ybarra de la industrialización siderúrgica y naviera vasca en el Bilbao-Vizcaya o los Valls Taberner de resonancias textiles catalanas en el Popular.

Después del apellido, el segundo gran pasaporte a la banca ha sido la política. La vida política y la financiera son en España primas hermanas. Así, la banca ha sido cantera de políticos. Epifanio Ridruejo, don Epi, fue el notable republicano criado en Banesto. Jordi Pujol fundó un banco para crearse unas bases desde las que catapultarse después a la acción política en sentido estricto. Y Faustino García Moncó se forjó en la dirección general del Bilbao antes de desempeñar el Ministerio de Comercio con la tecnocracia de los años sesenta.

Pero con mayor frecuencia la banca ha sido bien cementerio de elefantes, bien puerto de arribo de los políticos y de los altos cuadros de la Administración y de la empresa pública. En un repaso rápido encontramos hoy a un ex presidente del INI y del INH en la presidencia del Hispano -Claudio Boada-; a un ex secretario general técnico de Industria en la copresidencia del Bilbao-Vizcaya -José Ángel Sánchez Asiaín-; a un ex vicepresidente económico en la cúpula del Central -Fernando Abril Martorell-; a un ex ministro de Hacienda presidiendo Cartera Central, el accionista colectivo principal de ese mismo banco -Miguel Boyer-; a un ex gobernador del Banco de España en la presidencia de una entidad del grupo de los medianos, el Zaragozano -José Ramón Álvarez Rendueles-; y a un ex seeretario de Estado de Comercio y de Economía como hombrefuerte de otro mediano, el Pastor -Guíllermo de la Dehesa- Todo ello sin contar la cantidad de consejeros cualificados procedentes también del sector público socialista, como los Antonío Torrero, Paulina Beato o Juan Belloso en Banesto, donde otrora se aposentaron ex ministros de Franco como Gregorio López Bravo, José María López de Letona o Federico Silva Muñoz.

Con el fichaje de cuadros de este género (práctica iniciada desde antes de la Restauración), no siempre la banca privada pretendió conseguir la confianza del Gobierno de turno, las articulaciones clave para relacionarse con el poder o el conocimiento de rincones de la Administración a veces insondables. En ocasiones trataba más simplemente de hallar un profesional capacitado en la dirección de grandes asuntos y suficientemente conocido. Pero la mayor parte de las veces a lo largo de la historia este sistema de acceso al oficio de banquero resultaba una consecuencia del tráfico de influencias más o menos elegante y más o menos aceptado :socialmente.

Un tercer mecanismo de acceso a la profesíón de banquero ha sido la gestión de la propia empresa, el ejercicio de la profesión de bancario. De ahí salen los gestore. Es una vía que teóricamente debería garantizar un conocimiento detallado del sector (aunque a veces pueda ser de escasa utilidad por su gran amplitud y escasa profundidad estratégica) y una movilidad social propia. del capitalismo dinámico (aunque a veces consagre a burócra.tas estátl cos). Este modelo es, sin ninguna duda, el que ha proporcionado más altas cotas de modernización a la banca española.

Muchas veces se ejemplifica la meritocracia bancaria con Alfonso Escámez, quien empezó de meritorio en el Banco Internacional del Comercio -fusionado en 1941 con el Central- hasta llegar a presidente de este último. Aunque en su caso, como en el de los vendedores de periódicos que llegan a la Casa Blanca, hubo un padrinazgo decisivo de orden muy afectivo: el del patriarca de la

Pasa a la página siguiente

Los nuevos banqueros

Viene de la página anteriorcasa, Ignacio Villalonga -otro banquero que había hecho política-, su predecesor.

En el actual BBV hay varios nombres con una carrera de méritos de gestión -si bien de estilo muy distinto y a veces trufada con otros elementos-, entre ellos los de los propios presidentes. Asiaín empezó en el Servicio de Estudios del Bilbao, y Pedro Toledo como alto bancario en la dirección de la tesorería del Vizcaya. Y banqueros de este género los hay en otras entidades grandes y medianas (el Popular, la March, el Sabadell).

Desde hace un par de años algunos jóvenes leones financieros -negociantes o empresarios en distintos grados- están intentando una cuarta vía: obtener el poder a través del capital. Es algo tan viejo como el propio sistema económico, pero poco frecuentado en el sistema financiero español, estructurado durante años sobre plácidos sistemas de statu quo, cooptaciones endogámicas, pactos de caballeros y competencia muy adormecida.

Estos nuevos banqueros no son gente adinerada al uso, sino triunfadora en el mundo de la gestión o la intermediación empresarial en menos tiempo que una generación. Han realizado su acumulación de capital casi en un santiamén, mediante la reconversión y rápida enajenación de empresas o en sectores de riesgo político o azaroso que generan plusvalías de crecimiento geométrico. Y las han aplicado hábilmente en el sector financiero en el preciso momento en que aún se podía comprar un banco por -comparativamente con Europa- cuatro cuartos.

La legitimidad de los banqueros propietarios proviene a partes iguales de su condición previa de actores en otras actividades económicas y de la posesión de paquetes accionariales de control. Como grandes accionistas exhiben una característica diferencial respecto a los políticos y a las familias: el riesgo, lo hayan adquirido antes o después. Y como empresarios en otras ramas de actividad tienen una historia que casi empieza y acaba con ellos -son, a lo más, segunda generación expansiva- y por tanto se puede juzgar con bastante exactitud sus capacidades profesionales: esto les aproxima a los gestores, esto es, al grupo más serio de las finanzas del país.

No sabemos aún cuál será su aportación global al sistema. Pero de momento han removido las aguas de consejos inmovilistas y han llevado el vértigo a algunas entidades sesteantes necesitadas de vértigo, aunque quizá no en esas dosis. Y, sobre todo, han iniciado una cuarta vía de acceso a la banca, cuyo interés es triple: constituye una ampliación en las fórmulas de acceso al oficio; contribuye a devolver a la excesivamente institucionalizada vida financiera un cierto sentido del riesgo, saludable si evita desmesuras del pasado; y revela un cambio en las relaciones tradicionales entre banca y empresa.

Este cambio que han abanderado los jóvenes leones les sobrepasa y sobrepasa su historia personal de simples negociantes o de auténticos emprendedores. Con ellos, junto a ellos o contra ellos, numerosos empresarios han accedido a los consejos de la gran banca, de la que han pasado a ostentar importantes paquetes accionariales, frecuentemente en operaciones de antitiburoneo. La banca española fue la gran dominadora y beneficiaria del crecimiento económico industrial de los años sesenta. Más que a la intermediación propiamente dicha entre prestadores y prestatarios de dinero, se dedicó a crear empresas, y a veces a enseñorearse de ellas. Ahora parece que gestores y empresarios empiezan a recuperar el dominio de la banca, lo que no debe implicar servirse de ella, como ocurrió con muchos de los bancos que entraron en crisis. Y la banca, sin olvidar su enorme poso de participaciones, parece recuperar con mayor modestia el papel de intermediación y servicios que le es más propio y, por tanto, el poder específico de un intermediario, como sucede en países con mayor tradición de democracia política y algo más de democracia económica.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_