La muerte de una cultura
Los burgueses mauritanos no han renunciado a los rebaños de camellos heredados de sus padres y que se pasean a sus anchas por las calles de la capital. Para ellos este animal es el símbolo de una cultura hacia la que se sienten aún visceralmente ligados. "En Mauritania hemos logrado la fusión perfecta entre la cultura nómada y la civilización moderna, sin renunciar a nuestro pasado", explica un importante comerciante de Nuakchot.La realidad, sin embargo, es distinta. Los barrios de chabolas que proliferan a los pies de las dunas en las afueras de la ciudad, abarrotados por los nómadas a los que la sequía de los últimos años ha arrojado del Sáhara, son la prueba del languidecer de una cultura milenaria.
"La tradición nómada está destinada a desaparecer, será cuestión de algunas generaciones y adaptaciones incluso musculares para hacerse con las sillas y mesas de los despachos, pero es la consecuencia inevitable del fin del entorno caravanero que la alumbró", explica Uld Chej Abdelueddud, profesor de la universidad de Nuakchot y uno de los máximos especialistas en las culturas tribales de su país. Es tal su convicción sobre este punto que una de las investigaciones que más le urge es la recolección, a base de grabaciones, de la cultura oral, que los jóvenes ya han comenzado a olvidar. "A lomos de sus camellos, las castas marabuticas, las más influyentes de las tribus nómadas junto a los guerreros, expandían sus enseñanzas religiosas y se entregaban a polémicas que argumentaban con los textos aristotélicos y platónicos; numerosos escritos los testimonian, pero su contenido es incompleto sin las referencias obligadas a los textos que nos han llegado de padres a hijos sin soporte escrito", añade.
Pero al margen de estas castas de intelectuales, los habitantes de estas chabolas muestran el otro reverso de la cultura nómada, los altos índices de analfabetismo y el desarraigo. Para muchos de ellos, la máxima dicha es poder construir su pobre hogar con maderas que pueden poder desarmar y rearmar cuando son expulsados de los terrenos que ocupan ilegalmente por el avance de la especulación inmobiliaria.
A medida que el desierto avanza inexorablemente hacia el Sur, los mauritanos tienen que resignarse a la reconversión de sus estructuras sociales y poner sus esperanzas en el desarrollo agrícola del valle del río Senegal. Pero la ruptura con el país vecino también ha puesto en entredicho los acuerdos que, tras eternas negociaciones, se habían alcanzado recientemente entre los países ribereños para la explotación de este enorme caudal económico. El plan, que abarca tanto la construcción de un complejo sistema de diques, canales y embalses para el regadío como el abastecimiento de la energía eléctrica, es considerado como la llave para su desarrollo económico.
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