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Roberto no quiere lentejas

La 'milagrosa' recuperación del niño que estuvo a punto de morir ahogado en una piscina de Getafe

A Roberto le sacaron hecho un guiñapo. Tardaron más de 40 minutos en reanimarle tras rescatarle medio ahogado del fondo de aquella piscina del colegio Ciudad de Getafe, donde asistía a un curso de natación. Los médicos sentenciaron su futuro hace un año: estado vegetativo, crónico e irreversible. Pasó tres meses en posición fetal, con las rodillas encajadas en la mandíbula, emitiendo un chillido enloquecedor. Ahora Rober, a punto de cumplir nueve años, salta, sonríe, guiña el ojo, comienza a leer y recuerda su antigua debilidad por las legumbres: "¡Estoy harto de comer lentejas!".

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Niños diferentes

"Los médicos nos dijeron que era imposible, que no había forma. Nosotros llegamos a pensar que si se iba a quedar así, mejor que se lo llevara Dios. Y a nosotros con él".Cesáreo Rojas y Puri Carrasco creen en los milagros. Los ojazos negros de su pequeño Rober, el menor de dos hermanos, brillan ahora con la picardía de cualquier otro niño de su edad. Su voz es aún trémula, pero con la suficiente fuerza como para gritar: "Mi novia se llama Rosi".

Hace 11 meses no hablaba, ni oía, ni apenas reaccionaba ante los estímulos. Permanecía en estado vegetativo, enroscado como un caracol. "Se pasaba el día dando unos chillidos que nos volvía locos", recuerda su padre.

Así estuvo entre el 11 de julio y primeros de septiembre, en una habitación del hospital Doce de Octubre, donde la familia quemaba su desesperación. "No nos cansábamos de preguntar si había alguna posibilidad. Siempre respondían lo mismo: ninguna".

Después de darle muchas vueltas, la familia decidió ingresarle en un centro de la Asociación de Padres de Niños Diferentes, en el mismo Getafe.

"Cuando llegó aquí daba pena verle: le teníamos que alimentar por sonda, se le caía la cabeza, se le perdía la mirada...". Marifru Salvador acogió a Rober con los brazos abiertos. Lo mismo hicieron la doctora Estrella Fernández, el fisioterapeuta Fernando Fuertes y una decena de personas que han visto recompensada su labor con un premio, concedido en unas jornadas de intervención psicosocial en Sevilla.

Los últimos ocho meses de la nueva vida de Roberto han quedado grabados en un vídeo que pone los pelos de punta:

Octubre de 1981. Roberto, extremadamente delgado, aprende a deglutir. Babea constantemente, no controla el esfinter. Tiene un rostro inexpresivo y el gesto adusto. A mediados de mes dice por fin adiós definitivo a la sonda.

Noviembre. El niño parece un títere en manos de Fernando, el fisioterapeuta, que ensaya movimientos sobre la colchoneta. Empieza a mirar cuando se le llama y coge objetos con la mano derecha. Estrella le da un potito y un chupa-chups.

Diciembre. Roberto sonríe y comienza a reaccionar ante el dolor. Da los primeros pasos con ayuda. Pasa las navidades en casa de sus padres. Puri comienza a hacerse a la idea de que Rober puede volver al hogar.

Enero y febrero de 1989. Tras una leve recaída, el niño comienza a reconocer a las personas y da patadas a un balón. Come por sí mismo. Empieza las clases en un colegio especial.

Marzo. "Ma-ca-rro-nes". Roberto empieza a hablar con la boca llena. "Choooo-ri-zo". No tarda en aprender otra palabra que se le escapa de cuando en cuando a su fisioterapeuta: "Mari-co-na-zo".

"Desde hace un par de meses, la evolución se nota por horas", afirma Estrella Fernández. "¿Una explicación médica? Es difícil, porque no sabemos con exactitud el alcance de la lesión neurológica. Puede haber influido desde la temperatura de la piscina hasta la edad del niño".

Rober se observa con curiosidad en el vídeo y Estrella le pregunta: "¿Qué estás haciendo ahí?". "Entonces estaba loco", contesta lentamente. Estrella puntualiza: "Ya ves, poco a poco va recordando cosas de antes del accidente, pero le falla la memoria inmediata".

No hace mucho pasaba en coche con sus padres por delante del palacio de la Moncloa. "¿Quién vive ahí?", le preguntaron. Ni corto ni perezoso, respondió: "Felipe González, el presidente del partido comunista".

A Rober le quedan pocos días para llegar a los nueve años y ha aprendido a cantar Cumpleaños Feliz. "De mayor seré bom-bero". También dice que quiere estudiar Psicología, aunque lo que más le priva es un buen plato de "arrrrroz con tomaaaate".

La semana pasada se dio una vuelta por su anterior colegio, el Severo Ochoa, para saludar a sus compañeros de tercero de EGB. Reconoció a unos cuantos. "Si la cosa va bien, nos estamos planteando la posibilidad de llegar a un acuerdo con su colegio para que se reintegre de forma especial el próximo curso", señala Marifru, la psicóloga.

Roberto escribe ya su nombre y lee con cierta dificultad. Para Cesáreo y Puri, su hijo es una caja de sorpresas. "Normalmente, no para de moverse en casa, pero el otro día nos le encontramos sentado, muy calladito, y nos dijo: 'Estoy pensando". Alguna vez, al irse a lavar las manos, le han escuchado: "A mí no me gusta el agua porque me ahogué en una piscina".

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