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Un 'Torquemada' para Nueva York

El fiscal Giuliani, terror de mafiosos, especuladores y políticos corrompidos, quiere ser alcalde y restablecer el orden y la seguridad en la Gran Manzana

Las elecciones para la alcaldía de Nueva Nueva York no se celebran hasta el próximo mes de noviembre, pero la carrera electoral empezó el pasado miércoles 18 con la presentación de la candidatura de uno de los personajes públicos más famosos de Estados Unidos: el fiscal federal Rudolph Rudy Giuliani, un verdadero Torquemada para mafiosos, estafadores, especuladores de bolsa y políticos corrompidos.

Giuliani, que el 28 de mayo cumplirá los 45 años, se presenta, de acuerdo con las últimas encuestas, como el favorito para acceder al puesto de alcalde de la Big Apple (Gran Manzana), el nombre con que se conoce a la ciudad de Nueva York, y romper 16 años de tradición municipal demócrata ininterrumpidos, de los que 12 han sido desempeñados por el popular titular de la alcaldía, el judío Ed Koch.Una encuesta publicada por el Instituto Marist predecía que, si las elecciones se celebraran ahora, Giuliani ganaría a su oponente republicano, el heredero de la multinacional de cosméticos Esther Lauder, Ronald Lauder, por un porcentaje de 64 a 13; al demócrata David Dinkins, presidente del Consejo Municipal de Manhattan y el político negro más importante de la ciudad de Nueva York, por 47 a 40, y al alcalde Koch, por 55 a 28. Lauder lleva gastados más de dos millones de dólares (unos 230 millones de pesetas) de su fortuna personal en promocionar su candidatura.

Romper los esquemas

Hasta ahora, la campaña era reñida, pero se desarrollaba dentro de unos límites normales. Pocos dudan de que la llegada de Giuliani a la arena electoral va a romper todos los esquemas, dada la personalidad del candidato, del que nadie duda que obtendrá la nominación del Partido Republicano en las primarias del 12 de septiembre. Los viejos del lugar no dudan en equiparar a Giuliani con Theodore Roosevelt y con Thomas Dewey, el presidente y candidato a la presidencia de Estados Unidos, respectivamente, que utilizaron sus éxitos como fiscales como trampolín para sus respectivas carreras políticas. Sin embargo, Giuliani prefiere compararse a Fiorello Laguardia, el legendario alcalde italoamericano de Nueva York en la década de los treinta.Giuliani, cuya candidatura cuenta, entre otros, con el apoyo del multimilonario neoyorquino Donald Trump, piensa basar su campaña en los temas que le son más familiares y sobre los que ha construido su fama: seguridad ciudadana, lucha antidroga, corrupción política y crimen organizado. Su mensaje a los electores es sencillo: "Si [ustedes] son felices con la situación actual, voten a Koch. Si quieren cambios mínimos, voten a cualquiera de los otros. Pero si de verdad quieren un cambio real, honesto y fundamental en esta ciudad, vótenme a mí".

Su salto a la fama como fiscal federal se produjo en 1972, cuando expuso a la luz pública un sensacional caso de corrupción en la Policía de Nueva York, varios de cuyos miembros habían sido sobornados por los traficantes de drogas. El caso fue llevado al cine en 1979 con el nombre de La verdadera historia del policía que sabía demasiado. Dos años más tarde, y merced a un despiadado interrogatorio en un juicio, consiguió que el principal acusado, el congresista demócrata por Brooklyn Bertrain Podell se derlarara culpable en plena celebración de la vista. Militante del Partido Demócrata hasta entonces, Giuliani se afilió a los republicanos en 1975 por considerar que la visión demócrata de la política mundial era "demasiado peligrosa".

Tras un período de práctica privada en un bufete de Nueva York durante la presidencia de Jimmy Carter, Giuliani se convirtió en el número tres del Departamento de Justicia en 1981, al ser nombrado bajo la Administración de Reagan fiscal general adjunto. Pero dos años después dimitía para volver a su verdadera vocación: el Torquemada de los criminales neoyorquinos.

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El rayo que no cesa

Desde su vuelta a Nueva York, su lucha contra el delito federal se convierte en el rayo que no cesa. En 1985, Giuliani consigue levantar el fraude fiscal mayor de la historia norteamericana, 445 millones de dólares en deducciones falsas de impuestos, y condenar al cerebro que estaba detrás de la operación, Edward Markowitz. En 1986 envía a la cárcel a Carmine Serpiente Perisco y otros ocho miembros de la familia Colombo por fraude en los negocios de la construcción y de restaurantes. Por primera vez se aplica en este caso una nueva ley federal, que permite el procesamiento no sólo de los miembros individuales de una organización mafiosa, sino a la organización como tal. Luego, y utilizando la misma ley, Giuliani consigue la condena de 17 miembros de la familia Bonnano, acusados todos ellos de distribuir heroína en colaboración con la Mafia siciliana y utilizando una cadena de pizzerias, por 1.600 millones de dólares (unos 190.000 millones de pesetas).Pero la joya de la corona en su lucha contra el crimen organizado la constituye la condena, en 1986, de los componentes de la Comisión o máximo órgano jerárquico de la mafia norteamericana. Giuliani consiguió sentar en el banquillo a todos los barones del crimen organizado: Anthony Gordo Tony Salerno, jefe de la familia Genovese; Antonio Patos Tony Corallo, jefe de la familia Luchese; Carmine Perisco; Gennaro Langella, uno de los líderes de la familia Colombo, y Phillip el Oxidado Rastelli, miembro de la familia Bonnano. Paul Castellano, jefe de la familia Gambino, fue también procesado en el juicio, pero fue asesinado en 1985 antes de que se conociesen las sentencias. Todos los miembros de la Comisión recibieron condenas de entre 40 y 100 años de cárcel, en lo que, sin duda, fue el caso más famoso contra la mafia desde la condena de Al Capone.

Y, por si estas actuaciones no fueran suficientes para haber catapultado a la fama al fiscal federal, Giuliani, que había procesado el 12 de mayo de 1986 al banquero Dennis Levine por pasar información confidencial de sus clientes, consiguió que el agente de Wall Street Ivan Boesky se declarara culpable de haber obtenido beneficios superiores a los 50 millones de dólares con la información confidencial obtenida de Levine. Los procesamientos de Levine y Boesky llevaron al desmantelamiento de la mayor cadena de especuladores fraudulentos de la Bolsa de Nueva York.

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