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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crisis y congreso

LA ÚLTIMA de las crisis de Gobierno en Italia, con el democristiano De Mita como protagonista, permite vislumbrar las complejidades de un sistema democrático en el que el Parlamento no juega el papel que debiera y la actividad política se centra, primordialmente, en el equilibrio de poder entre partidos, o en las luchas internas en cada uno de ellos. Pero si el origen último de la crisis es la notable proclividad de la clase política italiana al egocentrismo, la causa inmediata hay que atribuírsela a Bettino Craxi, líder y secretario general del Partido Socialista Italiano (PSI), quien desde la tribuna del 451 congreso de su partido, finalizado el pasado viernes en Milán, trató de contentar a sus bases, eliminar rivales y oscurecer el brillo espectacular del comunista Achille Occhetto.Craxi, sin duda uno de los políticos italianos de mayor experiencia y habilidad para perdurar en los ámbitos claves de las decisiones políticas, hubiera preferido una "clarificación política" en lugar de una crisis en toda regla, pero el cambio en el ritmo de los acontecimientos estuvo motivado por dos razones, cuando menos: de una parte, el acoso al que estaba siendo sometido el propio De Mita en el seno de la Democracia Cristiana por los sectores más conservadores, y de otra, por las presiones de las bases y cuadros del partido socialista, recelosos de la aproximación entre De Mita y Occhetto, secretario general del Partido Comunista Italiano y actual estrella de la alternativa ideológica de la izquierda europea.

La crisis surge en un momento desafortunado, en vísperas de las elecciones europeas, con lo que los líderes de las principales fuerzas políticas tendrán que desarrollar sus campañas con un ojo puesto en las mismas -y en el inevitable valor añadido de consulta política interior- y el otro en la resolución de la crisis. Craxi sabe que la posibilidad más sólida de no ser arrollado por el nuevo comunismo italiano, por las opciones verdes, y en definitiva por quienes se han planteado los nuevos problemas desde análisis y métodos también nuevos, es la de acelerar el crecimiento de la influencia socialista. La última crisis supondrá -pese a su inoportunidad- el obtener un nuevo bocado para el PSI, pues con el derrocamiento de De Mita influye en las disensiones internas de la democracia cristiana, contenta parcialmente a los comunistas -que llevaban tiempo pidiendo un cambio de Gobierno- y, sin duda, a sus propias bases. Si además consigue que ocupe el vacío sillón un viejo amigo como es el incombustible Andreotti o, en su defecto, cualquier democristiano de discreta personalidad, Craxi habrá acertado de nuevo en esa compleja marcha hacia uno de sus sueños dorados: que el PSI acabe ocupando el espacio de centro que ahora pertenece a la democracia cristiana.

Otro factor a considerar en este proceso político que se inicia con un congreso de partido y acaba con una crisis de Gobierno, es el anhelo de Bettino Craxi por conseguir establecer en Italia un sistema electoral que permita la elección directa del jefe del Estado, cargo que desempeñó con éxito durante cuatro años y al que aspira nuevamente. Para ello, y como manifestó en el discurso de la clausura del congreso de Milán, puede abrir los brazos socialistas a una hipotética alianza con los comunistas, al mismo tiempo que dejarse llevar por su pragmático instinto y aliarse con los democristianos para aumentar la presencia socialista en las decisiones del sistema político italiano.

Sin embargo, hay un elemento más en todo este complejo mundo de pactos y alianzas de salón que no es otro que el pueblo italiano, quien, en definitiva, está llamado a decidir con el ejercicio de su voto si quiere seguir siendo gobernado por un sistema egocéntrico de partidos políticos o potenciar la labor parlamentaria. La diferencia no es otra que la de primar la resolución de los problemas de la vida cotidiana sobre los equilibrios de poder en el seno de cada partido.

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