La guerra estuvo por dentro.
La incorporación, aunque no en plenitud de facultades, de Fernando Martín y Romay permitió al Madrid equilibrar su balance respecto al primer partido. Es decir, al poder igualar la batalla en el juego interior pudo disfrutar de juego exterior. Ambos equipos centraron la batalla en la zona, donde Norris fue el baluarte azulgrana, mientras el juego exterior se redujo a los triples (seis del Madrid frente a cinco del Barcelona). Fue un partido, por tanto, muy igualado, en el que es dificil señalar desequilibrios. (Los tantos al margen son canastas de contraataque.)
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