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Entrevista:ENTREVISTA DE HANS KÜNG

"El Papa es un dictador sonriente"

El teólogo suizo-alemán critica duramente la política vaticana, de la que hace responsable directo a Juan Pablo II

Pregunta. Hace tiempo, usted habló de que la Iglesia de Roma había vivido siete años gordos -refiriéndose a la época de aggiornamento-, a los que seguían siete años flacos, los de marcha atrás. Esta etapa parece prolongarse.Respuesta. Escribí un largo artículo, que creo publicó su periódico, al cumplirse el primer año del pontificado de este Papa, en 1979. En ese momento muchos pensaron que exageraba, pero ahora se comprende que me quedé corto; más aún, que era muy moderado. Muchos han comprendido con el tiempo que la política de Roma no sólo la decide Ratzinger; es la política de¡ mismo Papa. Esta política ha tenido consecuencias catastróficas. Y, en este sentido, la declaración de Colonia primero y la de Madrid después es sólo una muestra de lo que piensa mucha gente en todo el mundo: que la política de Roma es equivocada. Hay un bloqueo de la renovación de la Iglesia, un stop al ecumenismo. Pero lo más grave, como consecuencia de todo esto, es que se está produciendo una falta de credibilidad del Papa. Es un fenómeno muy conocido en política, Nixon lo padeció con el escándalo del Watergate. Sucede que la gente pierde el respeto a un líder, por alguna razón le retira su confianza, y eso es lo que está sucediendo actualmente con el Papa.

P. Las posturas de crítica contra la política de Juan Pablo II aumentan, pero ¿se puede producir una situación crítica, o cree que en estos tiempos eso no sucede?

R. Es el mismo Papa quien divide a la Iglesia en vez de unirla, es él mismo con su actuación. Cada vez que visita un país, logra que las posturas se polaricen aún más. Pero pienso que ninguna persona seria, ningún teólogo, decidirá una división de la Iglesia. Hay una unión que se hace a pesar del Papa, de la división que él y su gente provocan. Me refiero a su armada privada: el Opus De¡ y Comunión y Liberación. Estas organizaciones dicen que ellas están con el Papa, con la Iglesia, y los demás, no. Y no es verdad. Estamos con la Iglesia y con el Papa, una Iglesia abierta y liberadora; fiel al evangelio y abierta a las necesidades de la gente de hoy.

P. ¿La crítica, la crispación creciente acabará modificando las posturas de Roma, o llegará un momento en el que se materialice la existencia de dos Iglesia?

R. Se llegará hasta la resistencia activa, esa es mi opinión, pero no a la división. Por ejemplo, hoy en mi patria hay párrocos que no invitan a sus parroquias a un obispo que ha sido nombrado por el Papa contra la opinión del clero. Y lo mismo, o algo semejante, sucede en Austria. Eso es la resistencia activa. Por ejemplo, un documento como el de Colonia tiene consecuencias. Es algo que provoca un cambio en las conciencias, y eso entraña un peligro, y no sólo para Roma, también para un Gobierno como el alemán en estos momentos. Se puede producir un desarrollo peligroso. Que el pueblo, de pronto, se plantee si éste es el Papa adecuado, el hombre verdaderamente bueno para la situación actual, que crea una confusión. No hay que olvidar que el poder real de un Papa es limitado, sobre todo cuando se produce un deterioro de su aceptación.

P. ¿Un Papa está sometido a los mismos peligros de amor y de odio que un político?

R. Sí. Hay temas que la gente ha decidido no aceptar, mucha gente. Aquellos que afectan a las teorías de Roma sobre el control de la natalidad, sobre la moral sexual, sobre los divorciados y su presencia en la Iglesia, sobre la mujer o sobre el ecumenismo. Esto no se acepta, simplemente, y él no puede lograr ser obedecido. Los fieles deciden por sí mismos. Y él, que ve que no es capaz de cambiar las mentalidades predicando a su gusto, piensa que puede lograrlo por la fuerza. ¡Es una estrategia muy poco inteligente! Es como si en una empresa fallaran las directrices del director y se cambiaran los mandos intermedios. Eso es lo que se hace en el Vaticano. Cualquiera, menos el Papa, ve que eso no solucionará nada.

P. En este caso se ha optado por nombrar obispos afines, aun provocando grandes críticas, como ha sucedido en Alemania Occidental.

R. Eso es. Es poco inteligente.

P. ¿Cree que el Papa actual no es inteligente?

R. Él no ha tenido una expe-

iencia de lo que es la democracia, no la ha vivido nunca y no sabe qué es. Estuvo primero bajo el nazismo y luego vivió en un régimen comunista. Piensa que la libertad democrática no es buena, y no sólo en la sociedad, también la cor.sidera perniciosa dentro de la Iglesia. Habla y habla de derechos humanos, pero no los practica dentro del Vaticano, ni en la Iglesia. Piensa que la democracia es pornografía, desorden, falta de moral. Se guía por el modelo polaco, que es un poquito diferente.

P. Dice usted que la política vaticana va contra las necesidades de la sociedad, pero también es verdad que en este momento histórico hay un resurgimiento de los fundamentalismos.

R. Ésa es una verdad a medias. Conviven las dos corrientes al mismo tiempo. Hay un conservadurismo en el cristianismo, el judaísmo y en el islam. Pero al mismo tiempo hay otra tendencia muy distinta en América Latina, África del Sur, Corea, Filipinas. Ésa es la segunda posibilidad. La religión tiene siempre dos vertientes justificadas; el aspecto conservador, que se explica por la misma sustancia de la fe porque la religión es una patria espiritual, pero luego está el aspecto liberador y profético. Y eso también está justificado. El ideal ya sabemos cuál sería, preservar lo esencial y al mismo tiempo estar abierto a la corriente liberadora. Yo pienso que esos 60 teólogos españoles que han escrito el comunicado son conservadores en la sustancia del cristianismo, pero sienten la necesidad de que la Iglesia se abra. La dificultad es que en la política de Roma hay una exageración absolutista de la función conservadora de la religión.

P. Las finanzas de¡ Vaticano fueron motivo de escándalo hace unos años.

R. El Papa predica a todo el mundo la moral, pero en el Vaticano hay una propia moral, una moral doble. Se predica honestidad al mundo, pero protegen a un hombre como Marcinkus que ha actuado de un modo criminal.

P. Nunca se llegó a saber con claridad qué sucedió entre Marcinkus y Calvi.

R. Yo sólo sé lo que dijeron los periódicos, que creo que ya es bastante; pero, en efecto, el Vaticano no ha dado una explicación, por eso le hablo de doble moral. Se sabe claramente que Marcinkus estaba ligado a Calvi, y antes a Sindona, gente de la Mafia; se sabe que la muerte de Calvi no fue normal. Pero el Vaticano ha callado, se ha limitado a pagar 200 millones de dólares.

P. Usted ha sido durante años, y casi en solitario, el mayor crítico del Papa. Han tenido que pasar muchos años para que aquellos que se pusieron de parte del Vaticano, cuando usted tuvo sus primeros problemas ya con Pablo VI, adopten una postura beligerante. Y sucede cuando Juan Pablo II ha empezado a nombrar obispos que el clero de algunos países no aprobaba. ¿Ha sido la pérdida de poder lo que ha movilizado a los tibios?

R. La constitución original de la Iglesia entiende las relaciones en ella como una democracia, donde los obispos deben ser los señores del pueblo y no sus gobernadores. últimamente, más que pensar en cómo se distribuye el poder, deberíamos plantearnos qué haría Jesús en una situacíón como. ésta, qué diría del control de la natalidad, de no aceptar a los divorciados en la Iglesia, sobre el celibato. Ése es el criterio, y no lo que ahora parece más importante, la táctica y la estrategia para lograr más poder.

P. Sí, pero ¿es cierta la teoría de que cuando el Papa lanza sus tentáculos y nombra obispos escuando la crítica contra el Vaticano arrecia?

R. Pienso que hay mucha gente que sólo reacciona cuando son ellos mismos los amenazados. Eso pasa siempre con el poder y, por supuesto, en el poder de la Iglesia. La Iglesia debería liberarse de estas cosas, porque nosotros estamos aquí para lograr la liberación de la sociedad y dificilmente podremos lograrla si nosotros mismos, dentro de la Iglesia, no somos libres.

P. Cuando comenzó su crítica, al cumplirse el primer año del pontificado de Juan Pablo II, ¿no se sentía como la voz del que clama en el desierto?

R. Sí, he tenido ese sentimiento muchas veces. He sentido la soledad y no he entendido por qué otras gentes callaban, por qué no hablaban más claramente y decían lo que estaban pensando. Me parecía terrible que, sien-

do corno eran conscientes muchos de ellos, no se sentían forzados a denunciar la situación.

P. Tal vez temían perder su parcela de poder.

R. Pienso que se trataba de eso.

P. Cuando le quitaron la cátedra de la universidad y le pidieron explicaciones, usted se niega a ir a Roma.

R. Yo dije que iba, pero sólo con la garantía de tener un diálogo serio, no si pensaban someterme a una sesión de la Inquisición. Sabía que los heréticos son primero torturados y luego quemados. Ya sé que no queman físicamente, pero sí lo hacen psicológicamente, y es muy dificil atravesar ese período y salir ileso. Yo, que personalmente he superado esa presión psicológica, sé muy bien lo difícil que es.

P. ¿Cómo sucedió exactamente en su caso?

R. Yo era un caso público, lo que me daba una cierta fuerza. Pero me calumniaron. Dijeron que yo no creía sinceramente en Jesucristo, y eso era una falsedad. Es difícil reaccionar contra ello cuando se dice públicamente, es una acusación muy grave. Y era falso porque yo lo que cuestionaba, la pregunta que hacía, era sobre la infalibilidad. Pero, claro, era mucho más difícil atacarme en ese terreno, porque por eso no podían decir que era herético, no era posible, y eso es lo que ellos querían lograr.

P. ¿Supongo que todo esto le hizo sufrir?

R. Sufrí mucho durante este tiempo, que duró cuatro meses, nunca lo olvidaré, de diciembre de 1979 hasta abril de 1980. Todo eso ha terminado, y aunque mis enemigos dicen que soy un hombre: amargado, pienso que no es cierto. ¿Le parece a usted que hablo como un amargado? Mi mentalidad está serena porque he visto que la acción vaticana contra mí era teológicamente infundada y jurídicamente injusta, además de políticamente contraproducente.

P. ¿Al sentirse acosado, no dudó en dejar el sacerdocio?

R. Pienso que se debe saber qué es duda de fe. Pienso, y muchos de mis libros tienen un punto de interrogación, que he hecho la historia de todas las dudas de la modernidad. No es posible leer a gente como Marx o Nietzsche o Freud sin tener dudas. Pero no he sentido la duda fundamental de que todo eso es mentira, porque mi fe no está fundada sobre algunos dogmas o doctrinas, o en un sistema jurídico. Mi fe está fundada en Dios mismo, en Jesucristo. Cuando digo que creo hoy en Jesucristo, sé lo que estoy diciendo, porque he reflexionado científicamente. Mi crítica a la Iglesia oficial tampoco es debida a razones secundarias. Jesucristo no tomaría la postura del Papa en las cuestiones que hoy están en debate.

P. ¿Pero el Papa no lo sabe?

R. No.

P. Alguien que vende tantos libros, que escribe tan bien como usted, podría hacer una reflexión; si en vez de escribir sobre religión escribiera literatura, podría tener un éxito mucho mayor. ¿Sería ésta la verdadera tentación?

R. Es una tentación. Tengo un amigo que era teólogo y sociólogo religioso y que ahora escribe novelas. Él me ha dicho: esto es mucho más divertido. Pero para mí la motivación central es la Teología, y escribir libros no es solamente un acto académico.

P. ¿Quiere decir que escribe con pasión?

R. Sí. Pasión y objetividad no se excluyen, y mi intención principal es convencer a la gente. Recibo cada día cartas que me dicen: su libro me ha ayudado, y cosas semejantes. Escribir sobre teología es tan fascinante como escribir una novela.

P. Pero sería divertida una novela sobre las peleas del Vaticano, sus intrigas y sus secretos.

R. Lo he pensado, aunque no sé si debería hablar de ello. Esta novela se llamaría Juan XXIV. Se trataría de imaginar qué hubiera sucedido si tras Juan XXIII hubiera sido elegido un Papa de sus mismas cualidades. Y tratar de reproducir las repercusiones que esto tendría en los personajes que hoy son algo en el Vaticano. Cómo reaccionarían, dónde estarían, todo eso. Creo que sería divertido imaginar qué haría Ratzinger en esa situación, y el propio Wojtila, que sería un obediente primado de Polonia, y los teólogos. Las reacciones de todo el personal, ¿ustedes dicen personal en castellano, no?

P. El Papa actual, creo, formaba parte de la comisión que se ocupaba de estudiar la moral sexual nombrada por Pablo VI durante la celebración del Concilio Vaticano II. Usted escribió que no acudía a las sesiones.

R. Todo lo que escribo es verdadero. Ésa era la gran diferencia entre Wojtila y Pablo VI. Yo hice una crítica de una sección del Concilio y, después, pedí audiencia a Pablo VI. Me recibió y me dedicó todo el tiempo que necesité para explicarme. Este Papa dice que hay que proceder con caridad, pero con disciplina, y en base a esta última él no recibe a mis amigos de la teología de la liberación, ni a nadie que le moleste. Ha hablado con Karl Rahner porque mucha gente insistió, y Rahner intentó convencer al Papa de algunas cuestiones importantes. El Papa decía todo el tiempo "interesante", pero nada más, y de pronto dio por terminada la entrevista. Rahner dijo: "Tenía la sensación de que no me escuchaba nadie". Este Papa no recibe a los obispos, que son sus hermanos. El Papa es un dictador y su sistema totalitario.

P. ¿Un dictador?

R. Un dictador sonriente. Añado, porque creo que debo hacerlo, que pienso que él está convencido de estar en lo cierto, que actúa de buena fe.

P. ¿Quiere decir que no es un cínico?

R. No lo es. Es un dictador espiritual y sonriente. Esto es muy peligroso. Porque la formación teológica de Wojtila es muy limitada. Él no tiene una educación sobre la historia del dogma, no conoce la teología protestante, ni la católica actual. Ha condenado mis libros sin haberlos leído.

P. El alejamiento de los fieles de la Iglesia viene del tiempo de la Humanae vitae, es anterior a Juan Pablo II.

R. Sí, cuando los fieles católicos comprenden que la moral que predica Roma está en contradicción con sus problemas cotidianos, se apartan de las iglesias y los curas de los seminarios.

P. Pero hay algunos católicos contentos del conservadurismo católico, y jóvenes que van a los seminarios por esta causa.

R. Sí, una minoría; en cierta manera, gente infiltrada, ideologizada, fanáticos. Mire, la situación de los seminarios es catastrófica.

P. ¿La Iglesia tiene futuro, o más bien la gente se va a alejar más de ella, pase lo que pase con la política vaticana?

R. Tendrá futuro, pero será una Iglesia bastante diferente de ésta, que es autocrática, monárquica, del medioevo, antiprotestante y antimodernista.

P. Tal vez estamos asistiendo a una descristianización de la sociedad. Se pierden las virtudes morales, la ética, lo que importa es ganar dinero.

R. Cuando se produce este vacío, que es malo para una sociedad, la Iglesia podría funcionar como conciencia de esa sociedad. Podría haber tenido este papel si después de la Humanae vitae, por ejemplo, se hubiera escrito una buena encíclica sobre la sexualidad, con una visión positiva. La gente inteligente hubiera dicho: ése es un buen documento. Por ejemplo, Juan XXIII escribió una encíclica sobre derechos humanos, era el primer Papa que lo hacía a favor y no en contra. Esa encíclica tuvo una repercusión grandiosa. ¿Y por qué no es posible hacer una encíclica buena sobre sexualidad, y se hace la Humanae vitae, que es prácticamente rigorista, de derecha? La gente no acepta eso, y como consecuencia se resiente la autoridad eclesiástica. Dicen que yo ataco la autoridad, pero ellos han hecho infinitamente más daño a su autoridad del que puede hacer un teólogo cualquiera.

P. Dicen que el Papa no puede ni oír hablar de los temas relacionados con la sexualidad.

R. Es verdad. Un arzobispo le comentó que tenía graves problemas para conseguir párrocos para sus iglesias y le propuso que podría recurrir a sacerdotes casados. Él dio un golpe en la mesa, no quiere ni oírlo.

P. ¿El celibato es la razón de la falta de vocaciones?

R. Claro. ¡Si en este país una tercera parte de las parroquias no tiene cura! La situación social de los sacerdotes ha cambiado de una manera revolucionaria. Además, hay una convicción general: el celibato debe ser un carisma y no una una obligación.

P. ¿Le ha afectado este tema?

R. Claro que sí, yo hice la elección del celibato. Pero mi vida es diferente. Yo hago un trabajo intelectualmente fascinante, muy diferente a la vida que puede vivir un párroco en la soledad de un pequeño pueblo.

P. ¿Cree usted que la pasión intelectual puede sustituir al amor, a la familia?

R. Mire, vamos a dejar este tema.

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