Ahora resulta

Ahora resulta que Gabriel García Márquez es muy malo. Escribe al dictado de sus asesores, se repite como una sinusoide y además es un hombre muy antipático al que ha afectado mucho, cómo no, la amistad con Fidel Castro. No le va a la zaga Gonzalo Torrente Ballester: aparte de ser miope y gallego y de caminar silbando, vive en Salamanca y todo lo que hace parece monumental, como la plaza. De Julio Llamazares también me lo habían dicho: todos sus argumentos le fueron contados en una calle de León, y se los dio Juan Pedro Aparicio: cuando Julio llegó a Madrid puso en limpio aquellos apuntes, y ésas son hoy sus novelas. Cuando se las reclame Juan Pedro se le caerá el bigote. Jamás entenderé cómo está en la lista de éxitos. El caso de Antonio Muñoz Molina es similar: se lo contó todo un ciego de Jaén, con el que iba a los clubes de jazz de Madrid cuando venía en tren camino de Lisboa, donde, por cierto, no había estado antes de escribir su famoso libro. De Juan José Millás me lo han dicho recientemente: su éxito de ventas obedece a su conocida relación con un destacado consorcio periodístico. Si no, de qué iba a ir por la séptima edición. ¿Y Félix de Azúa? Ya ves: desde que murió Thomas Bernhard y desde que no copia a Kafka no acierta a escribir una línea. Bueno, y del propio Camilo, para qué hablar: todo el mundo le conoce.Por cierto, me han dicho que a Milan Kundera le confunden con Juan Goytisolo en París, y eso es injusto. ¿Valente? Bueno, ya sabes. Las sospechas sobre Juan García Hortelano, por otra parte, estaban muy bien fundadas, casi tanto como las que hay sobre Juan Benet. De Juan Marsé no digo nada porque a nadie se le escapa de dónde copió los argumentos. Debo decir que me ha sorprendido algo saber que García Márquez es tan malo, pero no me ha cogido nada desprevenido la noticia de que Eduardo Mendoza tomó al pie de la letra todo lo que le contó Javier Marías sobre Venecia. Claro, pasan estas cosas y uno empieza a desconfiar hasta de Cervantes. Por cierto, ahora resulta que Cervantes...
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