Doble lenguaje
EL JEFE del Gobierno israelí, Isaac Shamir, se ha enfrentado por primera vez con un presidente norteamericano que no está dispuesto a dar a Israel, y además no puede, un cheque en blanco. El 80% de los norteamericanos considera que la paz es imposible sin negociar con la OLP, e influyentes sectores judíos de EE UU se han manifestado expresando su desacuerdo con Shamir. La reciente visita del jefe del Gobierno israelí a Washington es una de las piezas centrales de la intensa actividad diplomática desplegada en las últimas fechas por Estados Unidos sobre el problema de Oriente Próximo. Las entrevistas de Shamir con Bush fueron precedidas por las que el presidente norteamericano sostuvo con el presidente egipcio, Hosni Mubarak, y serán seguidas por una visita del rey Hussein de Jordania. Entre tanto, Washington mantiene su canal abierto con la OLP en Túnez.Estados Unidos reconoce que existen tres condiciones ineludibles para la paz: que Israel ponga fin a su "ocupación" (Bush dixit), que se reconozca a los palestinos el derecho a tener su propio Estado y que se negocie con la OLP, como única forma de preparar una solución. Puntos que Shamir rechaza de plano.
Bush ha evitado la explicitación del desacuerdo, para lo cual ha utilizado el método del doble lenguaje, callando ante Shamir lo que ha dicho a Mubarak, y viceversa. Así ha salido de su entrevista con aquél dando la sensación de que existen posibilidades de iniciar una negociación entre todas las partes del conflicto. En realidad, es difícil que la OLP pueda considerar seriamente las elecciones ofrecidas por Shamiir para los territorios ocupados, y de las que la OLP estaría excluida formalmente. Es cierto que la propuesta de Shamir entronca directamente con los acuerdos de Camp David, firmados hace 10 años por Egipto e Israel, pero su oferta ignora un hecho determinante en la evolución de los recientes acontecimientos y que hace la situación muy distinta a la de entonces: el levantamiento civil de la población de los territorios ocupados. Un pueblo que reconoce mayoritariamente a la OLP como su representante legítimo. Si los delegados elegidos en esas hipotéticas elecciones serán inevitablemente representantes, directos o indirectos, de la central palestina, ¿por qué no iniciar ya contactos directos con la OLP y evitar así pasos intermedios que no hacen sino diferir una solución del problema?
Bush ha tomado esta propuesta de elecciones como un terreno sobre el cual podría iniciarse una especie de negociación indirecta Israel-OLP, con EE UU como intermediario. Es posible que Shamir, al aceptar ese juego, esté dando un paso hacia una negociación de verdad, mientras proclama que jamás negociará con la OLP, recurriendo, también él, a un doble lenguaje. Más del 50% de los israelíes aceptan en estos momentos la necesidad de negociar con la OLP; una proporción que puede incrementarse en el futuro a poco que la organización palestina dé pruebas suficientes de la sinceridad de sus propósitos cuando declara su disposición a reconocer al Estado de Israel y renunciar a la violencia para conseguir sus objetivos. Para entonces, la intransigencia de Shamir y su bloque nacionalista tendrá que rendirse a las ventajas de. la lógica paz por territorios, que es ya apoyada por un lector significativo de la sociedad israelí. En ese sentido, una vacilante posición norteamericana sólo puede introducir elementos de confusión, por mucha que sea la bondad de sus propósitos.
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