El toro chico
Las Ventas es plaza donde sale el toro grande, aunque puede salir el chico, toro-gato o toro-ratita, como en la novillada de ayer. Es plaza también donde sale el toro en puntas, aunque puede salir sin puntas, asimismo como en la novillada de ayer.Toro-gato o toro-ratita sin puntas, no hacen lidia, ni fiesta, ni nada hacen, si no es el ridículo, sobre todo cuando lo ponen delante de un torero alto y serio, al estilo de José María Plaza, que aplicaba muletazos buenos al toro-ratita-sin puntas, adormilado y flojucho además, y mejor habría sido que le aplicara cataplasmas.
Coso y diestro precisan mayor trapío, y el cuarto se acercaba a eso, si bien resultó animalejo de escaso fuelle, que embestía a medias. José María Plaza hubo de poner en su empeño torero, aguante, pundonor, dedicación laboral, cuando lo suyo es la interpretación recia, pura y acabada de las suertes clásicas.
Giménez Plaza, Galán, Aranda
Cinco novillos de Bernardino Giménez, flojos, varios chicos y sospechosos de pitones; 5º, sobrero de Francisco Segura, de impresionante trapío. José Maria Plaza: estocada caída (aplausos y también pitos cuando saluda); media perpendicular (algunas palmas). Juan Pedro Galán: estocada trasera baja (minoritaria petición de oreja y vuelta); pinchazo bajo y bajonazo escandaloso (sílencio). Luis Carlos Aranda. pinchazo, media estocada caída y rueda de peones (silencio); pinchazo hondo y estocada (palmas y saludos). Plaza de Las Ventas, 2 de abril.
Una miniatura saltó en segundo lugar, con gran disgusto de la gente, que increpaba a la empresa y a la autoridad por inducir al infanticidio bovino. Hasta los turistas se levantaban indignados y proferían los más gruesos vocablos de la lengua inglesa. Finalmente devolvieron aquello al corral, pues por añadidura daba tumbos, con total desvergüenza. Le sustituyó un toro enano, a cuya encastada nobleza correspondió Juan Pedro Galán con un toreo reposado, fino de temple. Propendía a citar fuera de cacho, a veces se metía en el costillar, pero la faena fue ligada, construída de acuerdo con las características del novillo, al que anduvo con torería, y le abrochó las tandas con ceñidos pases de pecho.
El sobrero lucía impresionante trapío y el público lo recibió con júbilo. Menos júbilo debía de tener Galán, al verse más bajito que el toro y comprobar que, encima, era de reservona catadura. No obstante hizo de tripas corazón, porfió valiente, trasteó con oficio y pegó un bajonazo horrible.
Los restantes novillos, manejables ellos, excelente el sexto, achucharon a Luis Carlos Aranda, que sufría los nervios desatados propios de un debutante inexperto, y lo mismo se arrojaba de rodillas, que corría la mano, que no la corría y dejaba la suerte inconclusa. Pareció poco placeado para dominar al toro chico; luego dominar al grande le sería empresa excesiva, en su actual circunstancia. Quizá todo es cuestión de práctica, y el tiempo dirá cuánto tiene en realidad de torero Luis Carlos Aranda.