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Tribuna:DEMOGRAFÍA Y DESARROLLO
Tribuna
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Una sociedad de burócratas

Así, en cifras concretas, de un total de 30 millones de empleos creados después de 1970 en Estados Unidos, 29 millones lo fueron en el sector servicios -Gobierno, finanzas, comercio, información-, donde el aumento, de la productividad es menor que, por ejemplo, en la industria y en la agricultura.Después de finalizar la II Guerra Mundial, enormes masas de población laboral fueron pasando a las industrias urbanas y, en mayor medida, a los servicios: comercio, bancos y finanzas, empleados del Gobierno y de las empresas, personal militar, comunicaciones e información, servicio doméstico, etcétera.

Se ha producido así, en la mayor parte de los países, y muy particularmente en las naciones industrializadas, un enorme trasvase de población del campo a las ciudades y del sector primario y secundario al terciario, que ha aumentado a ritmo acelerado.

Así, por ejemplo, en Francia y en Alemania, que en 1936, respectivamente, tenían el 35% y el 26% de su población activa en la agricultura, descendieron en 1986 al 7,3% y al 5,3%. Ello supone un cambio socioeconómico y demográfico no registrado durante la primera y segunda revoluciones industriales, en que fue más lento el proceso de transferencia de masas humanas desde el campo hasta las ciudades y, por otra parte, desde la agricultura y la industria hasta los servicios sociales, públicos, administrativos, domésticos, comerciales, financieros y distintas clases de burocracia con comportamiento sociológico y político de clase rnedia.

Increíblemente, la clase media ha crecido como la espuma: se ha triplicado en los 25 años transcurridos entre 1950 y 1975, aurnentando a razón de un 4,5%. anual, irnientras que la población mundial lo haría al 1,7%, necesitando así para duplicarse no menos de 40 años.

Clase media

En cifras concretas, la clase media en el mundo era estimada en unos 600 millones en 1965, pero a comienzos de la década de 1980 alcanzaba 1.800 millones, siendo así la mayor clase de todas en cuanto a número.

Políticamente, esto supone que la importancia electoral de obreros y campesinos ha disminuido entre la pre y la posguerra, sobre todo en países desarrollados inclustrialmente, donde el aumento prodigioso de la productividad del trabajo en la industria y en la agricultura permitió incrementar paralelamente la clase media profesional ocupada en los servicios. Ello, en política y justas electorales, ha dado cierta estabilidad a las democracias parlamentarias de la sociedad de consumo, menos condicionadas, ahora por los votos de los obreros y de los campesinos que entre las dos guerras mundiales.

Sin embargo, el exceso de la clase media o de personal en los servicios -un trabajo que no deja materializado ningún bien después de ser efectuado, donde la productividad es muy inferior a la del trabajo en la industria y en la agricultura, y que se lleva en Estados Unidos cerca del 68% del producto interior bruto (PIB)- tiende, en un futuro no muy lejano, a reducir el crecinúento económico, debido a que en el consumo improductivo es mucho el ahorro y la inversión sobre el PIB es muy reducida, entrando así en el marasmo económico.

En este orden de ideas, en Estados Unidos, a pesar de su gran adelanto tecnológico, la productividad del trabajo es ahora menor del 1%, contra dos o tres veces más en Japón, donde los servicios no ocupan el 69,3% del total de la población activa, como en aquel país, sino únicamente el 57,1%.

Por consiguiente, la tasa de ahorro y de inversión en Japón y en Estados Unidos es, respectivamente, muy desigual: 27,8% y 17,2%, 17,9% y 4,2%. A la larga, de seguir así el desigual desarrollo económico entre estos dos países, los japoneses serán más y más ricos, mientras que los ricos norteamericanos se irán empobreciendo respecto de su máximo de riqueza, obtenido en los años siguientes a la terminación de la II Guerra Mundial.

Estados Unidos, que a finales del siglo pasado era un país con poco Estado burocrático y una sociedad muy autoorganizada, alcanzó un prodigioso desarrollo económico, con altas tasas anuales de ahorro e inversión; pero la burocratización y la militarización en la que ha caído progresivamente desde la terminación de la II Guerra Mundial ha lentificado su crecimiento económico, duplicado el total de las deudas sobre el valor del PIB y generado dos déficit gemelos (el de la balanza de comercio y el del presupuesto de su Gobierno, cada vez más caro).

La inflación de la clase media -aumento de terciarios y cuaternarios- en Estados Unidos ha proporcionado ocupación a 30 millones de personas desde comienzos de la década de 1970 (aumentando considerablemente en la época de Reagan); pero, de esa cantidad, sólo un millón de personas se colocaron en producción de bienes.

Ello explicaría que la poderosa industria norteamericana, que ocupaba en 1946 el 39% de la población activa, haya descendido en 1986 sólo al 27,7% de ella, revelando así que la economía norteamericana está pasando de la producción a los servicios, importando enormes cantidades de artículos manufacturados provenientes de Japón, Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Alemania Occidental y de otros países industrializados. Ello endosó a Estados Unidos, en 1987, un déficit en su balanza de comercio exterior de 160.300 millones de dólares.

El acrecentamiento desmedido de la clase media ocupada en actividades terciarias y cuaternaria, por su lado bueno, consigue reducir la desocupación tecnológica endosada por la reconversión industrial; pero si, por el lado malo, la productividad conseguida en la industria, en la agricultura y en actividades productivas ha de ir, en gran parte, hacia el aumento de la participación de los servicios en el reparto del PIB y en el incremento de su porcentaje en la-población activa de un país, el remedio sería peor que la enfermedad que se trata de curar, difiriendo así, pero no resobviendo, la crisis económica.

Mercados

Y como el mercado mundial domina los mercados nacionales, si en los nuevos países industriafizados de Asia y Japón trabajan muchas horas por semana sus obreros, con tasas de productividad por hombre-hora muy similares a las de Estados Unidos y la CE, aunque cobrando menor salario, entonces a muy corto plazo no van a poder enfrentarse a la competencia comercial internacional europeos y norteamericanos. Ello explicaría el superávit del comercio exterior de Japón con la CE y Estados Unidos, lo que, en esta perpectiva, tendría que producirles desocupación en el sector industrial. Y dado que los norteamericanos tienen sobreocupación en el sector servicios, que no aporta bienes, les plantea una acentuación de la crisis económica en los umbrales del año 2000, con una agravación del proteccionismo para contrarrestar el dumping de los nuevos países industriales.

En suma, que es paradójica una economía auspiciada por la revolución científico-tecnológica, pero inerciada por el conservadurismo económico y social, por el burocratismo creciente del Estado benefactor. Así pues, hace falta una nueva teoría económica que ponga en concordancia la ciencia, la tecnología y la economía con el necesario cambio socioeconómico.

Abraham Guillén es especialista en economía internacional.

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