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FALLAS DE VALENCIA

Rutina banderillera

ENVIADO ESPECIALEra la que llaman "corrida de los banderilleros" y la plaza se llenó. La mal llamada corrida de los banderilleros tiene enorme atractivo para determinado tipo de público, simplemente porque los matadores ejecutan el también mal llamado tercio de banderillas. La gente sabe -y gusta ver- que en los tres primeros toros se ceden los palos, en los tres últimos banderillea cada cual el suyo, la banda ataca pasodobles por tan fausto motivo y los matadores-banderilleros se ponen muy ceremoniosos. Es una rutina, claro, y el bien llamado tercio de banderillas nada tiene que ver con todo eso, pero las ferias taurinas se amenizan y las empresas se forran con la mal llamada "corrida de los banderilleros", que es de lo que se trata.

Camacho / M

de Maracay, Mendes, SoroToros de María del Carmen Camacho, bien presentados y armados, inválidos. Morenito de Maracay: pinchazo y estocada ladeada (silencio); cuatro pinchazos y descabello (silencio). Víctor Mendes: cinco pinchazos y descabello (silencio); estocada corta caída (ovación y salida al tercio). El Soro: estocada (oreja, petición de otra y dos clamorosas vueltas al ruedo); metisaca y descabello (palmas). Plaza de Valencia, 17 de marzo. Séptima corrida fallera.

De los 18 pares que prendieron, sólo mereció de verdad la pena uno de Morenito de Maracay, quebrando muy arriesgadamente pegadito a tablas, del que escapó porque brincó rápido la barrera cuando el toro ya le iba a atrapar. Los demás consistieron en reunir a cabeza pasada, o en salir de la. reunión en despavorida demanda del burladero, o en ambos ejercicios a la vez. Y en saludar mucho.

Los saludos son algo que priva a los matadores-banderilleros y al público adicto. Los matadores-banderilleros se abrazan fraternalmente al cederse los palos, saludan urbi et orbe sonriendo ampliamente, vuelven a saludar ahora con destinatarios menos abstractos, ora al presidente de la peña, ora al político que empieza a ver doble del purazo que se está metiendo entre pecho y espada, y no tiene costumbre; a un ruidoso grupo que se pasa la bota, a aquel labrador que ha venido de Picamuixons y devora tan feliz la merienda.

Citar consiste en picar menudo pasecitos de baile, contoneos de diverso corte, jacarandosas evoluciones por la lejanía del toro. Y llegada la cruda realidad de reunir y prender -es decir, lo que importa-, les entran las prisas, pasan delante del toro igual que el rayo, clavan donde caiga, y escapan precipitadamente hacia el burladero más cercano.

El público les aclama y aplaude, naturalmente, pues todo forma parte de la misma fiesta. Hay una evidente coincidencia de gustos, una cierta complicidad entre el público y los matadores-banderilleros, que corresponden recreándose en las ceremonias, y así sucede que estas corridas son interminables. Luego, el toreo se producirá bueno o regular; más bien regular. De cualquier modo. ayer era muy difícil que se produjera, por la perniciosa invalidez de los toros. Hermosos y bien armados, a poco de saltar a la arena ya daban tumbos y los hubo que se pegaron panzadas tremendas. El sexto cayó al pie de los caballos al sentir la nuva.

Cuatro llegaron al último tercio con recorrido cortísimo y defendiéndose. Correspondieron a Morenito de Maracay y Víctor Mendes, que porfiaron pundonorosamente las embestidas y aguantaron valientes los gañafones. El tercero embistió noble y lo aprovechó a fondo El Soro aplicándole el cabal repertorio de su especialidad, desde los derechazos-suerte-descargada hasta los pases de rodillas, espaldinas, péndulos y otras maravillas de la huerta. Consiguió un triunfo clamoroso. Estuvo a punto de devolver el triunfo en el sexto porque ese no se tenía en pié, lo habían de levantar tirándole del rabo, y al público le sentó fatal tamaña invalidez.

Para fortuna de El Soro cayó entonces sobre Valencia y su coso un aguacero impresionante y la gente determinó olvidarse del toro para guarecerse en los vomitorios, con las mismas prisas que los matadores-banderilleros habían pasado la tarde buscando el burladero.

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