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Carlos Fernando Flores

El ministro de Hacienda de Allende que se hizo millonario en EE UU

Juan Antonio Carbajo

Carlos Fernando Flores se considera un hombre del siglo XXI. Hace 22 años ya se adelantó a su tiempo al interesarse por una ciencia emergente que él llama computación. Se casó a los 19 años, fue ejecutivo del holding estatal chileno a los 27 y ministro de Salvador Allende a los 29. Obligado a exiliarse, eligió Estados Unidos como residencia. Allí se hizo filósofo y millonario asesorando empresas. Estos días dirige en Madrid un seminario donde intenta explicar sus teorías sobre lenguaje, informática y negocios.

A Fernando Flores no le preocupa el presente. "Eso es cosa de los bancos", dice. Prefiere asomarse al futuro y reflexionar sobre la estructura de la sociedad que está por venir. Como doctor en Informática por la universidad norteamericana de Berkeley, ve al mundo futuro interconectado por redes múltiples de servicio. Como doctor en Filosofía por la misma univeridad, piensa que el lenguaje humano debe ser el motor del pensamiento por mucho que las máquinas se perfeccionen. "Me interesan los seres humanos No soy un compútologo tradicional", díce.Pero antes de completar en Estados Unidos su formación como filósofo, informático y empresario, se hizo ingeniero, ejecutivo y político en Chile. Ingeniero en la universidad Católica Ejecutivo en la Corporación de Fomento de la Producción, un holding estatal con más de 300 empresas. Y político como militante de un partido socialista y cristiano incluido en la Unidad Popular de Salvador Allende.

En 1972, con 29 años, Allende confió en él para, sobre todo llevar adelante las alianzas con centristas y militares para intentar consolidar su amenazado Gobierno. Durante 50 días fue ministro de Economía. Pasó luego a llevar la cartera de Hacienda durante ocho meses y por último fue ministro de Información durante apenas 30 días. El 11 de septiembre de 1973 salió con una bandera blanca de un palacio de la Moneda en llamas para intentar dialogar con los golpistas. La respuesta fueron tres años de cárcel.

"Estuve aislado casi un año. Durante ese tiempo, ni mi familia, ni nadie, supo nada de mí. Después me permitieron las visitas. Mi mujer me traía enormes paquetes con libros para poder seguir estudiando. Al tercer año me ofrecieron cambiar la cárcel por el exilio. Creo que fui el ministro al que más tiempo mantuvieron preso", recuerda Flores.

Aquí empieza su etapa norteamericana. "Elegí Estados Unidos sin ningún rencor, porque nunca se puede considerar a los países culpables de nada", afirma. Acepta una invitación como profesor visitante de la universidad californiana de Stanford e intenta rehacer su vida. "Me costó casi un año adaptarme a la libertad y al exilio. Es angustioso mirar atrás y ver que no tienes nada", explica.

Una de sus frases preferidas dice que teoría y práctica no están en oposición. 'Tas buenas teorías son superprácticas", dice. Quizá por ello aplica sus reflexiones de "nuevo pensador de la educación" -así le gustaría ser conocido en el futuro- a las empresas de software, de comunicación y consultores internacionales que dirige y que le han hecho millonario. "Aunque no se puede comparar con otras fortunas norteamericanas, considerando que soy un chileno exiliado y represaliado, se puede decir que he tenido éxito", afirma.

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