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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

CAFE para todos

HOY COMIENZA en Viena la conferencia sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (CAFE) con una connotación original: por una vez, existe optimismo en cuanto a sus posibles logros, centrados en la reducción efectiva de los dispositivos militares convencionales estacionados hoy en Europa. Dicho en otras palabras, parece por fin posible que el formidable despliegue armado que la OTAN y el Pacto de Varsovia mantienen en Europa pueda, primero, equilibrarse y, después, resultar significativamente disminuido. El nuevo clima internacional, mucho más relajado; la conciencia de que tiene ya poco sentido que a un lado y a otro del viejo telón de acero se considere que la principal amenaza proviene del respectivo antagonista europeo; y los tremendos esfuerzos de entendimiento entre las grandes potencias, empiezan a dar el vuelco a las enemistades y recelos heredados de la guerra fría. La necesidad de paz no ha cambiado. Lo que ha cambiado es su probabilidad.Es significativo, en efecto, que CAFE arranque sobre las cenizas de su predecesora, la fenecida ronda de negociaciones para la Reducción Mutua y Equilibrada de Fuerzas (MBFR) en Europa central, inútil ejercicio que ha durado 15 años. Además, los participantes de CAFE -miembros de la OTAN y del Pacto de Varsovia- son los mismos que los de la MBFR. Más aún, los objetivos son prácticamente idénticos. La Conferencia que empieza hoy en Viena se va a ocupar, además de sobre la reducción de fuerzas convencionales -como lo hiciera la MBFR-, de otro aspecto de la convivencia europea: la enunciación de medidas que fomenten la confianza y la seguridad en Europa, cosa que ha venido haciendo hasta ahora el otro instrumento de la paz, la CSCE. ¿Dónde hemos oído antes esa fórmula? En el mismo sitio. El sonsonete ha estado presente en todas las discusiones europeas desde que, hace casi 14 años, se firmara en Helsinki el monumental tratado a la hipocresía que fue el Acta sobre Seguridad y Cooperación. Lo que parece haber cambiado ahora es la voluntad de los participantes.

De hecho, todos los ejercicios nacidos del Acta, la Conferencia de Madrid, la de Estocolmo, la de Viena, los textos salidos de tantas horas de negociación, las sospechas y los recelos, han sido papel mojado mientras sus actores no decidieron empezar a fiarse de la voluntad del antagonista. En este sentido, debe reconocerse una vez más la voluntad pacífica del líder soviético. Gorbachov, impulsado por los motivos que fuere, doblez, miedo, necesidad o sensatez, lleva años empeñado en entenderse con sus adversarios. Suyo es el término "una casa común europea" y a su ministro de Exteriores se debe el de "un telón de acero oxidado". Ninguna de las dos expresiones se ajusta a la realidad de 1989, pero su mera enunciación es indicadora de una voluntad dialogante que no existía hace un lustro. Este clima debe ser aprovechado ahora.

Es interesante comprobar que todo el proceso de desarme empieza a ser indivisible. En buena lógica, y dados los progresos en la negociación sobre el desarme nuclear, la nueva Conferencia de Viena no va a poder deslindar unas cuestiones estratégicas de otras. Hablar de equilibrio y reducción de dispositivos convencionales sin mentar la estructura de ataque y defensa nucleares es irreal en un mundo cuyos conceptos bélicos se basan en la idea de la respuesta flexible o, dicho de otra manera, en la utilización progresiva de medios convencionales y nucleares. Esto es lo que hace importante, por ejemplo, la decisión de la República Federal de Alemania de posponer la modernización de sus misiles de corto alcance y la voluntad del nuevo secretario de Estado norteamericano de no presionar en sentido contrario: todos esperan a ver qué orientación toma CAFE. Si la Conferencia de Viena que hoy empieza consigue emprender un camino razonable de sinceridad y buena voluntad, se habrá dado un paso de gigante hacia lo que fue el objetivo originario y tan traicionado del Acta de Helsinki: dar a Europa una dimensión humana, la oportunidad de sobrevivir en paz.

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