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No hubo amenazas ni advertencia de sanciones

En EL PAÍS del 27 de febrero se titulaba en primera página: El PSOE amenaza a los firmantes de un texto crítico con la ejecutiva. En la página 13 de la misma fecha se volvía a titular: Benegas advierte a los críticos que pueden ser sancionados.

El lector Enrique Navascués Lacourly escribe a la dirección del periódico: "¿Dónde, en la información que acompaña ambos titulares, aparece la amenaza o la posibilidad de sanciones?". Por más que ha querido leer entre líneas, nada se desprende del texto que explique la utilización de esos titulares. Y así es.

En la crónica no existen sanciones ni amenazas de ninguna clase. El lector se pregunta: "Si el texto no explica unos titulares que se revelan de esa manera tendenciosa, ¿qué conclusiones puede sacar el lector?".

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En más de una ocasión (¿habrá otras en el futuro?), el ombudsman ha tenido que ocuparse de la falta de concordancia, entre los titulares y el texto de: las informaciones. Esta que señala Navascués es resplandeciente.

La protesta del lector no tiene otra respuesta que el reconocimiento del yerro. Los titulares, tanto de la primera como de la página 13, no responden a la información, donde para nada se aclara ese anuncio de sanciones ni se explican las amenazas. ¿Qué ha pasado entonces? Muy sencilllo: de nuevo se ha incumplido una norma del Libro de estilo. "Los titulares", dice, "responden fielmente a la información, se desprenden normalmente de la entrada y nunca establecen conclusiones que no figuran en el texto". Está claro que, al no hablarse en la crónica. de sanciones ni de amenazas, la. titulación ha infringido la. norma.

El redactor jefe Lorenzo Romero explica que, en una deliberación tenida en la mesa de Redacción sobre el encabezamiento de aquella crónica, se apartaron, sin pretenderlo, de su estricto contenido. El resultado fue unos titulares indebidamente interpretativos de lo que había dicho Benegas. Una sosegada relectura del texto habría advertido que las amenazas y las, sanciones estaban fuera de lugar.

Atribución de fuentes

Siempre ha de mencionarse la fuente o procedencia de una información; así lo manda el Libro de estilo de EL PAÍS. Sin embargo, ocurre con frecuencia que en informaciones que contienen datos no obtenidos por el redactor de la noticia, sino procedentes de otro medio de comunicación, la mención de la fuente se despacha con eufemismos como "según un diario madrileño", "según una emisora de radio", "según un semanario", según una revista del corazón" o, simplemente, sin atribución alguna, como si fuera propia. Uno de esos eufemismos ha saltado a las páginas de EL PAÍS. Y un redactor se ha dejado en el tintero el origen ajeno de una información que aparecía en su crónica.

En la primera edición del pasado día 14, en una noticia sobre los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) datada en Barcelona, se atribuían al semanario Interviú, con toda propiedad, unos datos acerca de la detención del reclutador de mercenarios Georges Mendaille.

En la edición de Madrid, aquella información fue modificada y no se publicó, entre otros, el párrafo que hacía mención a los detalles que provenían de la revista. En todas las ediciones del día siguiente, una crónica sobre el mismo asunto -firmada por Javier Garcíaretomaba aquellos extremos procedentes de Interviú, pero esta vez sin atribuirlos a Interviú.

En su número del día 23 de febrero, el semanario publicaba un recuadro titulado La metamorfosis de una información, en el que señalaba esta clara omisión de las fuentes por parte de EL PAÍS.

El redactor jefe José María Izquierdo explica que en la edición de Madrid se quitó aquel párrafo con información sacada del semanario para poder publicar detalles nuevos facilitados por la Redacción de Barcelona. Es cierto, añade, que al día siguiente se recordaba en unas líneas lo que había sido publicado por Interviú, pero en esta ocasión el Semanario no era citado. "Debíamos haberlo hecho", reconoce Izquierdo. Y también el propio Javier García. Fue un fallo.

El 22 de febrero, en las pápinas de Economía de EL PAÍS, se contaba que Jesús García Gombau -la persona que presentó el recurso de inconstitucionalidad sobre la declaración conjunta de los matrimonios"declaró a una emisora de radio que la sentencia del Tribunal Constitucional supone una victoria para todos y da pena que parezca que la aceptan a regafladientes".

Esa emisora de radio, cuyo nombre no se mencionaba, era Antena 3. La frase de Gombau fue reproducida textualmente, como textualmente también la reprodujo la agencia Europa Press, pero ésta sí aludía a Antena 3. ¿Por qué ocultar el nombre de la emisora?

Para Manuel Navarro, redactor jefe de Economía, "el redactor de la noticia debía haber citado a Antena 3". Explica que luego el editor "cayó en el mismo error al considerar que no era relevante identificar la emisora de radio a la que García Gombau había realizado esas declaraciones, de las que sólo recogía tres líneas en una información de conjunto de más de 40".

Tres líneas, o dos, o una, es igual: la brevedad de una cita no determina que la fuente de procedencia pueda ser privada de su nombre propio y quedar reducida al indeterminado "una emisora de radio".

Casos como éste son frecuentes. Todavía se lee en los periódicos que tal acto se celebró "en un céntrico hotel" o que tal suceso ocurrió "en unos grandes alinacenes". El lector tiene derecho a saber en qué hotel, en qué almacenes... Y, por supuesto, qué emisora de radio.

La atribución de las fuentes fortalece y da credibilidad a la noticia. La agencia estadounidense Associated Press tiene una norma que vale para todo el mundo: "Atribuye siempre lo que no veas, salvo que se trate de datos del dominio público".

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