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Las horas bajas

de Le Pen"El Frente Nacional busca candidatos". Anuncios por palabras similares a éste han aparecido en publicaciones próximas al partido de extrema derecha dirigido por Jean Marie le Pen con el objetivo de completar sus listas para las elecciones municipales. El dato es todo un síntoma de las horas bajas por las que atraviesa la formación ultraderechista, que había puesto en estos comicios municipales sus esperanzas de remontar la curva electoral, en continuo descenso desde la explosión de las presidenciales de abril de 1988, en las que obtuvo el 14,38%, más de cuatro millones de votos.

El partido de Le Pen ha utilizado esta singular fórmula en pequeñas localidades de Alsacia, pero también en Nevers, ciudad de la que es alcalde el ministro de Economía, Pierre Bérégovoy, y en Chatenay-Malabry, población del cinturón de París. Le Pen, que se presenta a las elecciones en el distrito 20 de la capital de Francia, explica que "no es fácil encontrar 59 nombres en un municipio comunista", y otros dirigentes, como Bruno Mégret, justifican la escasez en el hecho de que el Frente Nacional (FN) "es un partido joven que no tiene el vivero de la RPR o de la UDF". El nuevo secretario general del FN, Carl Lang, un joven de 31 años que luce una amplia calvicie rodeada de cabellos rubios, reconoce "el mal efecto" que causa la búsqueda de fieles seguidores a través de pequeños anuncios.

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Una derecha en busca de sí misma

Pese a las dificultades de reclutamiento y financiación -el FN no tiene subvención oficial, al perder la representación parlamentaria-, los dirigentes lepenistas confian en obtener un millar de concejales en las ciudades mayores de 30.000 habitantes y en sobrepasar la barrera del 10% que les permitiría mantenerse en la segunda vuelta. En los comicios de 1983, el FN sólo presentó 10 listas, frente a las 250 actuales.

Apegado al excluyente eslogan Osad votar francés, Le Pen se recrea en su tema favorito, la supuesta amenaza de la emigración árabe y africana, y aprovecha cualquier acontecimiento para sus fines, incluída la efervescencia del fundamentalismo musulmán que reclama en las calles de París la muerte del escritor británico Salman Rushdie.

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