Precedentes de Afganistán

El tratamiento dado por la corresponsal de EL PAÍS en Pakistán, Georgina Higueras, al futuro secuestro, violación y rapiña de las "chicas guapas con faldas cortas" comunistas de Jalalabad por parte de los muyahidin es de una frivolidad aterradora.Hay precedentes de ello en Southworth, El mito de la cruzada de Franco, cuando los oficiales franquistas se preguntaban si era lícito entregar a las muchachas sindicalistas, prisioneras, a las tropas marroquíes para su disfrute y violación (y muerte), tal como sucedió en Navalcarnero en la narración del periodista John T. Whitaker.

Me pregunto si los horrores que relata su corresponsal (femenina) no son sino denuncias encubiertas de la barbarie de esos combatientes de la fe y la libertad, los muyahidin, que no guardan prisioneros, que bombardean hospitales y escuelas, que relegan sus mujeres al fondo de las jaimas para que no las vean los médicos occidentales (aunque se estén pudriendo de sarna) y que lo destruyen todo porque su cultura es la de la ruina y la aniquilación.

Me atrevo a afirmar que hay un paralelismo entre esta guerra y lo que pasó aquí en España en 1938: al abandono de las Brigadas Internacionales y los vanos intentos tardíos del Gobierno republicano en pactar el fin de la guerra civil. Los soviéticos se han ido de Afganistán y el Gobierno de Kabul ha ofrecido la paz. Pero Franco-Gubuldin Hekmatiar ha dicho nones, y se van a cargar a todo el mundo.

Las torpezas de Najibulá no desmerecen las de Negrín, Azaña, Martínez, Largo Caballero, Barrio, Casares Quiroga y compañía. Y los crímenes del otro, los de los liberadores que se acercan a Kabul.Yo también estuve en Kabul (en mayo de 1988) y la realidad que yo vi era diferente.- Santiago Perinat.