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Los sindicatos y la balcanización política

El autor afirma en la última parte de su artículo que la actitud intransigente y maximalista de las centrales sindicales ha impedido Regar a algún acuerdo en la última ronda del diálogo social, pese al ingente esfuerzo realizado por el Gobierno, cuya oferta final colocaría a nuestro sistema de protección por desempleo a la altura de los más avanzados, además de satisfacer las otras tres demandas.

La adopción por parte de los dos grandes sindicatos de una estrategia unitaria de permanente confrontación contra el Gobierno les está convirtiendo en la punta de lanza de las múltiples fuerzas que trabajan actualmente en España a favor del desmigajamiento de las instituciones políticas.Ese no es el papel de los sindicatos. Lo razonable sería llegar, a acuerdos con el Gobierno, ya que esa es la única manera legítima que tiene de influir sobre su política, si de lo que se trata es de la defensa de los intereses de los trabajadores, que es lo que la Constitución encomienda a los sindicatos. Y para llegar a acuerdos hay que adoptar una actitud que los haga posibles y tratar de, aproximar posiciones, aprovechando la actitud abierta del Ejecutivo socialista.

Ésas son precisamente las diferencias entre la actuación política de los sindicatos y la de los partidos políticos. De ellos han copiado probablemente los dirigentes sindicales la actitud nítida de confrontación que ahora mantienen. Efectivamente, en el terreno de la lucha política, sólo excepcionalmente y por razones de Estado o de gobernabilidad, resulta aconsejable buscar el consenso y la colaboración con los partidos adversarios. De esta manera, los electores pueden elegir entre alternativas políticas que muestran fe en sí mismas. No es, en cambio, el papel de los sindicatos, que no sabrían cómo llevar a cabo una tarea para la que no cuentan con atribuciones ni capacidad de actuación. La confusión entre el papel de unos y otros ha dado siempre en la historia resultados políticos nefastos.

La peculiar forma de ser de los sindicatos de obediencia comunista ha llevado tradicionalmente a CC OO a asumir tareas mixtas entre las de los partidos y las de los sindicatos. Al actuar como agente social de la política del PCE, en su estrategia no caben los pactos sociales, que circunscriben su alcance a la mejora de los intereses de los trabajadores. Por eso los dirigentes de CC OO manifiestan reiteradamente que la política de concertación sólo fue aceptable en los momentos excepcionales en que la democracia se encontró en peligro. En esto practican una política que data de los años treinta. Pese a ello, no dudan en acusar al Gobierno de falta de voluntad negociadora, acusando al oponente de lo que ellos hacen.

Los sindicatos no comunistas de los países occidentales tienen sin embargo como principal seña de identidad el objetivo del pacto y el acuerdo a todos los niveles. Abril Martorell denomina jocosamente a esta actitud animus concordandi, que es precisamente lo opuesto a la actitud de los sindicatos en la última ronda de negociaciones. A la actitud de éstos, probablemente provocada por la magnificación de las implicaciones del 14-D, podríamos denominarla animus capturandi, por lo mucho que han utilizado símiles cinegéticos y artilleros en las mesas de negociación.

Este vocabulario y el animus belli que parece ocultar reflejan también la actitud apriorística adoptada por los sindicatos. Las declaraciones hechas estos últimos días por los dirigentes sindicales afirmando que, aun sin pacto, el Gobierno está obligado a cumplir lo que ha ofrecido en las mesas de negociación confirman que no se acudía a negociar con voluntad de acuerdo. Como, además, el propio Nicolás Redondo ha señalado que la paz social es algo que no se hubiese podido asegurar aun en el caso de llegar a acuerdos, la pregunta que cabe hacerse es ¿de qué le sirve al Gobierno y al país negociar en esas condiciones con los sindicatos la ejecución de la política social?

A mi modo de ver, esas actitudes son la causa del fracaso del diálogo social, y hasta que no se corrijan no será posible restablecer la concertación social. Es lo que podríamos denominar la trampa del consenso, por la que los sindicatos acuden a la mesa de negociación convencidos de que el Gobierno agotará en cualquier caso las posibilidades de mejora social, ya que las reivindicaciones sindicales van en la misma dirección que los objetivos programáticos. Incluso se llega a tergiversar la información sobre el contenido del programa del Gobierno, para tratar de colocar a éste en situación de moroso, con lo que se minimiza el esfuerzo de adaptación que el Gobierno trata de hacer para acercar posiciones: se le achaca que simplemente está pagando su deuda social.

Y como según ellos lo único que ofrece el Gobierno es lo que ya debe, los sindicatos conseguirían por ese procedimiento lo mismo que si se hubiese llegado a un acuerdo, pero sin comprometerse y quedando con las manos libres para seguir descalificando la política social, en aras de alcanzar fines políticos que poco onada tienen que ver con la concertación.Y es que ésta sólo tiene sentido si los interlocutores consideran que el otro no está obligado a hacer lo que hace, sino que las decisiones que adopta, o al menos el ritmo, la intensidad y la mezcla de medidas de la política que practica, están dirigidos a satisfacer las necesidades manifestadas por la otra parte, que, al asociarse y dar su apoyo a la ejecución de esa política, la facilita, la convierte en algo más eficaz y mejora el clima de convivencia.La voluntad de CC 00Claro, que nadie puede engañarse respecto a la voluntad negociadora de CC 00, que utiliza las negociaciones como una simple caja de resonancia y un instrumento de agitación para hacer pasar su mensaje político a la opinión pública. Los dirigentes comunistas de CC 00 no han estado nunca interesados en llegar a acuerdos, sino en desgastar al Gobierno socialista. Recuérdese que mucho antes de iniciarse las negociaciones del pasado mes de julio, CC 00 y el PCE ya habían acordado su estrategia de otoño caliente y su objetivo de estropear en lo posible con conflictos sociales la etapa de la presidencia española en la Comunidad Europea (CE), que, como se sabe, culmina con unas elecciones al Parlamento Europeo. Laconexión entre lo uno y lo otro resulta tan explícita que el propio Antonio Gutiérrez tuvo que pedir días atrás cierta moderación a Julio Anguita en las manifestaciones públicas de intenciones, antes de que éste recibiera su investidura psicológica como presidente del Gobierno. Nicolás Sartorius también se ha visto obligado en el Parlamento a negar lo evidente.

Existan o no influencias externas, lo que importa es que la confluencia entre los intereses políticos de los comunistas y los de las dos corrientes que gobiernan actualmente en UGT han hecho que los sindicatos no se hayan parado a considerar los contenidos de las propuestas del Gobierno. Lo de menos resultaba ya para los sindicatos que la mesa estuviera espléndidamente guarnecida y que la sirviese el propio anfitrión, por utilizar símiles al uso. De poco valen su hospitalidad y largueza si ahora se ve que los comensales habían venido decididos a abandonar el establecimiento ostentosamente a la hora de mayor concurrencia, con el ánimo de desprestigiarlo ante el resto de la clientela. Las mesas fueron abandonadas, llenas como estaban, a plena luz del día por los invitados.

Los fines de unos y otros sólo se conseguían si el Gobierno salía de esta negociación humillado y derrotado, cediendo íntegramente en todas y a todas las demandas sindicales.

¿Creen los comunistas que los posibles efectos electorales sobre su partido del desgaste socialista -que siempre serían exiguos- compensan los destrozos causados al diálogo social? ¿No ven los sindicatos que la balcanización de la política española a la que conduciría una erosión política seria de los socialistas sería perjudicial para los intereses que defienden, con independencia del papel más o menos relevante de los sindicatos, en el caso eventual de que hubiera que formar gobiernos débiles?

Álvaro Espina es secretario general de Empleo y Relaciones Laborales.

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