Krzysztof Kieslowski: "Polonia es un país comunista solo de nombre"
El director de cine polaco Krzysztof Kieslowski rodó en los últimos dos años 10 películas para la televisión y dos largometrajes que le valieron premios en los festivales de Cannes y San Sebastián. El otoño pasado fue galardonado con el Premio Europa de Cine en la primera edición de este certamen, con el que se pretende dar un nuevo impulso a la cinematografía europa. Kieslowski, de 48 años, cuya trayectoria empezó por los documentales y películas de ficción muy arraigadas en el fondo social polaco, se dio a conocer en Europa cuando optó por presentar temas de trascendencia universal en una serie de películas inspiradas en el Decálogo.
En No matarás, filme por el que obtuvo el Premio Europa, y No amarás, segundo premio en el Festival de San Sebastián en 1988, Kieslowski ha pretendido, según confiesa, presentar lo que une a los europeos del Este y del Oeste: los valores fundamentales de la cultura, la civilización y la religión.En una entrevista con EL PAÍS, Kieslowski se muestra muy escéptico sobre la existencia e un cine europeo y contrario a la creación de líneas divisorias artificiales, según los criterios geográficos, en el arte. "Creo que si consideramos el cine norteamericano, el latinoamericano, el chino o el europeo encontraremos muchas cosas en común y, evidentemente, muchas diferencias; pero, en el fondo, si miramos los motivos que impulsan a la gente a hacer películas son iguales en todas partes del mundo".
Kieslowski evita todo tipo de encasillamientos, etiquetas y calificativos. Cuando se le pregunta cómo es el cine que él considera cine, se niega a calificarlo de intelectual o elitista. No obstante, sobre los motivos que le llevan a hacer películas, reconoce que a él le interesa un público que en el arte cinematográfico no busca mercancía, porque se la han proporcionado otros. "Me interesa gente que necesite algo más. Creo que en el mundo, en Europa, en Polonia, hay todavía mucha gente a quienes no les basta una simple historieta. Ésta no se niegan a verla tampoco, pero necesitan algo más, y, en realidad, si saco de vez en cuando la cámara, es por ellos".
Participar en la vida
El cineasta polaco advierte en la cultura, en general, y en el cine contemporáneo europeo y mundial, en particular, la existencia de "una crisis de identidad". "Han desaparecido personas que antes marcaban el tono y los rumbos tanto en la filosofía y la política como en la cinematografía. Esta gente ya no existe. Fellini hace películas cada vez peores, Bergmann ha dejado de hacerlas, Tarkowski ha muerto, Wajda se ocupa de otras cosas... Antes, ellos proponían los métodos de presentar el mundo con la cámara. Ahora están callados y no veo a sus sucesores". En realidad, a Kieslowski se le puede considerar como continuador de aquella vertiente cinematográfica en que, según confiesa, "hacer el cine es una forma de participar en la vida, un intento de tomar de palabra, de articular o balbucear lo que se tiene que articular o balbucear".
Krysztof Kieslowski nunca ha sido un hijo mimado de la cinematografía en su propio país por tratar temas delicados, a pesar de que sus películas nunca fueron tan políticas como las de Andrzej Wajda. Ahora dice estar cansado de entrar en la psicología social polaca."Me atraen ahora temas más generales, europeos o universales, y por eso he hecho la serie basada en el Decálogo", dice, reconociendo que si ha tenido éxito es porque ha logrado convertir en un tema para el cine lo que parece no serlo en absoluto: la desesperanza. La desesperanza en la vida social es lo que más ha agobiado a Kieslowski en los últimos años, y por eso ha preferido huir, de momento, al mundo del individuo y a los eternos temas del arte: la muerte y el amor.
El cineasta polaco confiesa que las masas le horrorizan, "tanto cuando gritan en un estadio como cuando intentan incendiar un comité del partido". Por eso ha buscado un rayo de optimismo en la persona, en el individuo, como en el último de sus largometrajes, No amarás.
Kieslowski es un profundo europeo, tanto por su obra como por su preocupación por la división de Europa. Cuando recibía el Premio Europa pronunció una frase que pronto se hizo famosa en su patria: "I hope Poland is in Europe" ("Polonia está en Europa, espero").
"Polonia es un país comunista sólo por su nombre", dice. "A Europa occidental nos unen lazos que se derivan de la común tradición cultural, civilizadora y religiosa... y política también". En este sentido Polonia es Europa, pero "en cuanto a la vida cotidiana, normal, humana, con toda seguridad ya no pertenecemos a Europa, sino al cuarto mundo, o peor aún".
¿Será entonces el decálogo lo que les une a Europa? "Si lo concibe como una manera de pensar, de razonar, entonces sí. Estoy convencido de esto".
Kieslowski está lejos de una admiración ciega por el mundo occidental y dice que de ninguna manera le gustaría emigrar de su patria, como lo han hecho varios cineastas polacos. Cuando habla de las dificultades con que tropieza un director de cine en Polonia apenas menciona la censura política.
"En cambio", dice, "en Polonia el artista depende mucho menos del dinero, de lo que podría denominarse como la censura del público, que en Europa occidental y en América es muy notoria y paralizadora".
Kieslowski está cansado. "He tenido dos años de intenso trabajo y quiero estar un par de meses con mi familia, vivir normalmente y también ponerme al loro de lo que pasa... olfatear un poco".
¿Cree usted que volverá a oler la desesperanza? "Sí, de lo que estoy seguro es de que esto no faltará".
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