La piedra de toque
OCURRA Lo que ocurra a partir de ahora en Afganistán -y el panorama no puede ser más sombrío-, lo cierto es que la retirada de las últimas tropas soviéticas de aquel país abre una nueva página en las relaciones políticas internacionales. Cuando los soviéticos se van por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial de un país ocupado militarmente por ellos, no está de más recordar la ola de indignación que recorrió el mundo al ordenar Breznev la invasión. Aquella decisión constituyó la violación más grave de las reglas internacionales cometida por la URSS. En este caso ni siquiera se podía invocar -como en Hungría o Checoslovaquia- el reparto de zonas de influencia efectuado en Yalta. Era la demostración descarada de una voluintad de expansión militar hacia el golfo Pérsico, una zona de enorme valor estratégico.Por eso cuando Gorbachov empezó a modificar la política soviética, en las capitales occidentales el caso de Afganistán fue considerado como la verdadera piedra de toque de las buenas intenciones del Kremlin, unos propósitos que hasta hace poco tiempo suscitaban enormes dudas. Hubo incluso influyentes sovietólogos norteamericanos que expresaron su convicción de que la URSS nunca se retiraría de Afganistán. Esgrimían como argumento que la expansión hacia los mares calientes había sido una constante de la política rusa ya desde el tiempo de los zares. Esos antecedentes no hacen sino aumentar el valor del cumplimiento dado por Gorbachov a su compromiso de retirada de Afganistán. Con ello, la URSS rompe con uno de los principios más sagrados de su política: ha aceptado la reversibilidad del "paso al socialismo"; es decir, ha aceptado, hasta ahora por primera vez, que un país integrado en la familia socialista la abandone y vuelva a un sistema capitalista de organización política y económica. No es un mal precedente para los procesos actualmente en curso en Hungría y Polonia.
Afganistán no es un caso aislado en el proceso de restablecimiento de la confianza entre las grandes potencias. Aparte del tratado sobre eliminación de mis¡les de alcance medio -cuyas inspecciones mutuas se están realizando sin tropiezos-, están los conflictos de Angola y Camboya, en los que la URSS se esfuerza, con la cooperación de Estados Unidos, por buscar soluciones aceptables para todos sin la obsesión de asegurarse ventajas propias.
Todo ello se produce, además, en un momento en que el nuevo presidente norteamericano, George Bush, inicia su mandato con la voluntad manifiesta de combinar la fidelidad al pasado con una mirada pragmática sobre las novedades de esta etapa final del siglo XX. La tendencia a considerar los conflictos regionales como parte de un choque global Este-Oeste comienza a quedar vieja. Lo que no significa que vayan a esfumarse las contradicciones entre la URSS y EE UU. El nuevo clima facilitará, sin embargo, que esta colisión de intereses transcurra por vías de mayor realismo y sensatez, dando un papel creciente, en las disputas entre Estados, a las Naciones Unidas y a organismos internacionales.
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