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'El Vaquilla'oye música clásica

Juan José Moreno Cuenca desea casarse en su primer permiso penitenciario

Berna González Harbour

Juan José Moreno Cuenca, el Vaquilla, de 27 años, delincuente desde que robó un coche a los 12 años, que se interpretó a sí mismo en la película Perros callejeros, que se fugó de la cárcel, que ha encabezado motines y que ha pasado ya ocho años en prisión, escucha ahora música clásica. Pero la polémica le persigue: la Dirección General de Instituciones Penitenciarias le considera en proceso de reinserción -y por eso pasó en agosto de 1988 al segundo grado-, mientras que la Junta de Régimen Interior de la cárcel de Cuenca, como ya le ocurrió en otras prisiones anteriores, intenta restringirle sus derechos como recluso. Él pide un voto de confianza, y espera casarse en el primer permiso.

"Yo estoy respondiendo y espero que me den una oportunidad. Espero que cuando pida un permiso me lo concedan como a un preso normal. Sólo quiero un voto de confianza. Si no, si no... En el primer permiso que me den quiero casarme", ha declarado a este periódico.La Junta de Régimen Interior de la cárcel de Cuenca aplicó al Vaquilla el artículo 32 del reglamento penitenciario, que permite restringir sus derechos como preso e incluso aislarle, pese a que disfruta ya del segundo grado (situación carcelaria en la que puede disfrutar algunos permisos). Según fuentes oficiosas, los funcionarios recuerdan aún sus recientes motines, sus amenazas a quienes le custodian su fuga.

Instituciones Penitenciarias había trasladado al Vaquilla a la cárcel de Cuenca porque, al tratarse de un centro poco conflictivo, allí podría continuar su camino hacia la reinserción social y también seguir cursando sus estudios de Periodismo. Por eso la Dirección General anuló el viernes el acuerdo que limitaba sus derechos penitenciarios.

Juan José Moreno Cuenca empezó a cambiar hace dos años: el abandono de la droga, alcanzar el graduado escolar, las ofertas de trabajo que le esperan en el exterior y, sobre todo, una chiquita gitana que se sienta jueves y domingos al otro lado de los barrotes en espera de un sueño le han redondeado la figura de buen chico nacido en mal barrio.

"Aquí recibo cientos de cartas, no alcanzo a contarlas", contaba recientemente el Vaquilla en la prisión de Cartagena mientras mostraba las fotos de una holandesa enamorada de su figura. El Vaquilla se muestra sorprendido por la dimensión de su mito frente a la miseria de su situación. "Yo no sé por qué ha sido. Ni siquiera sé qué concepto tiene la gente de mí. La gente marginada me admira, tal vez por esa rebeldía que siempre he tenido, aunque sea mala. Tal vez por haber hecho cosas que todo el mundo habría deseado hacer, por... No sé, realmente no lo sé".

A pesar de su fama, del correo tan ametrallante -"si me pusiera a contestar a todas las cartas no tendría tiempo para lo mío"-, de las películas que le han mitificado y de los deseos de sus compañeros de cárcel de hacerse una foto con él, el Vaquilla es tan sólo un muchacho de 27 años que ha pasado ocho entre rejas. Cuando se despidió de la calle tenía 19 años y un panorama fatídico a su alrededor. Entonces la democracia casi estaba empezando. Hoy pregunta ávido los motivos del paro general del 14 de diciembre, que no alcanza a entender muy bien, y pide libros. "Quiero ponerme al día, desde aquí es muy difícil, pero, claro, afuera la vida continúa. Tengo que estar preparado".

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Y todo lo que quiere es ser normal: "Tener mi trabajo, estar en la calle, mi curro, un sitio en la sociedad, horario fijo, salario, familia..., todo eso, no sé, ser normal". El Vaquilla habla rápido, descosido y en el argot más barriobajero cuando cuenta sus rnotines, sus fugas, la vida tan turbulenta que se vive en la monotonía de la cárcel. Desde sus 14 años, cuando entró por primera vez en un reformatorio, se enmascaró de huracán envalentonado dispuesto a arrasar con cuanta reja, consejo o funcionario penitenciario se encontrara a su paso. "¿Qué pensarían mis amigos de La Mina [barrio de Barcelona] si ahora llego allí y me pillan escuchando música clásica?", se pregunta.

Pero cuando trata del exterior, de su madre y del número indefinido de hermanos que tiene; de su novia de 23 años, Encarni Sánchez, o de lo que haría si saliera a la calle, la cabeza le estalla en una risa vergonzosa, y aparta la mirada, y titubea sin facilidad de palabra. ¿Y su chica? "Es un apoyo cantidad de grande tener a alguien afuera, eso es un mundo, porque lo tienes ahí y te motiva. Es algo...".

Moreno entró en la cárcel condenado a seis años. Hoy, víctima de esa vorágine de rebeldía que se llama Vaquilla, ve multiplicada por 10 su pena, y analiza cada día la forma de obtener una oportunidad, un primer permiso, "'para demostrar", dice, "que voy a volver, que pueden confiar, y tal vez después un día me den un indulto. Es mi esperanza".

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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