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Mónica Zamora

Una precoz fijación por las zapatillas de baile

Mónica Zamora estrenó sus primeras zapatillas de ballet a los nueve años. Entonces la danza no era para ella más que un juego, pero recién cumplidos los 12 decidió que aquel pasatiempo se iba a convertir en su profesión. El primer paso hacia esa meta tan precozmente elegida ya está dado. La semana pasada ganó en Tokio el Gran Prix de Lausanne, un concurso internacional de danza clásica que premia a la campeona con una beca en la escuela del Royal Ballet de Londres.

Mónica nació en Ordizia (Guipúzcoa) hace 15 años, pero siempre ha vivido en la localidad vizcaína de Getxo, donde aprendió a moverse sobre las puntas de los pies en el tiempo que le quedaba libre al salir de la ikastola (escuela en lengua vasca). En los últimos cursos de la enseñanza general básica el ballet comenzó a ganar terreno en el horario escolar de Mónica. "Perdí muchas clases para dedicarlas a la danza", recuerda. Al acabar el octavo curso abandonó los libros para destinar todo su tiempo al aprendizaje del ballet.La decisión de preparar intensamente el camino hacia la profesionalidad fue el final de un proceso iniciado años antes, a partir de la confianza en sus posibilidades y el incondicional apoyo de su profesor, Ion Beitia, y sus padres, que siempre han alentado los planes que Mónica trazó para su futuro siendo casi una niña. "Me decidí porque vi que otros compañeros de la academia conseguían ingresar en escuelas y compañías importantes".

En los dos últimos años la mayor parte de su tiempo ha transcurrido entre los espejos de la escuela de danza. Esta adolescente menuda y de ojos oscuros asume con facilidad los pequeños sacrificios que le impone su vocación, como una espartana dieta alimenticia sin dulces ni salsas que le permite mantenerse en 40 kilos de peso, a pesar de que su cuerpo mide 1,63 centímetros de estatura y tiene tendencia a engordar.

Mónica Zamora, la tercera de cuatro hermanos, defiende la necesidad de que su vida transcurra normalmente para mejorar su interpretación sobre el escenario. "No puedes aislarte en el mundo de la danza ni pensar que realizas algo excepcional".

En Lausanne, durante el desarrollo de la semifinal del Gran Prix, Mónica recibió la primera oferta profesional de su carrera. Sin embargo, rechazó la posibilidad de ingresar en una compañía francesa en favor del programa de estudios que ya había prefijado antes de obtener la beca. "Yo no quiero bailar hasta los 20 años. Es más importante prepararse para poder estar en el escenario hasta los 45 años. Con el paso del tiempo acumulas la experiencia imprescindible para interpretar algunos papeles".

Ganar el Gran Prix, un campeonato patrocinado por instituciones bancarias suizas donde compitieron 160 bailarines de todo el mundo, no ha alterado su formación, pero sí ha supuesto un importante estímulo para continuar. "Conseguir el premio no es más que un empujón para seguir trabajando".

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