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Renunciar al éxodo anunciado

Nueve meses atrás, cuando se inició la retirada de las tropas soviéticas bajo el acuerdo de Ginebra, algunos líderes de la guerrilla predijeron el éxodo de los miembros del Partido Democrático del Pueblo Afgano (PDPA), en el poder, a la India y a la Unión Soviética. Esto no ha ocurrido en gran escala. Muchos de ellos encuentran difícil conseguir visados, costear billetes de avión, o, simplemente, no desean vivir en el extranjero.Según cifras del Gobierno, hay 30.000 milicianos y milicianas en Kabul. Aunque sólo se tratara de la mitad, esto significa que el PDPA tiene más gente armada que cualquier otro grupo guerrillero que rodee la ciudad. Pero el partido, a su vez, ha sufrido fraccionamientos que parecen ya endémicos a la sociedad afgana.

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Muchos miembros del grupo, los jalquíes, son hostiles a la Unión Soviética. Se han opuesto a la disolución de la ideología revolucionaria por el intento de alcanzar un compromiso con los grupos guerrilleros, que ha tenido lugar bajo el liderazgo de los dos dirigentes instalados por Moscú, Babrak Karmal y Najibulá. La redistribución de la tierra, punto central en el programa de la facción jalquí que gobernó desde abril de 1978 hasta diciembre de 1979, fue abandonada por Karmal.

El rechazo a continuar con estos programas de izquierdas ha provocado que muchos miembros del partido consideren que la única ideología que le queda al PDPA es la de conservar el poder. Muchos estarían preparados para sacrificar al presidente Najibulá y varios puestos ministeriales claves, en función de conseguir un trato con la guerrilla, a cambio de que no se produzca una represalia sangrienta contra los miembros del partido y que se mantengan algunos poderes políticos.

Durante los dos años de la política de reconciliación nacional del presidente Najibulá, algunos otros grupos de izquierda han recibido la autorización para organizarse. Éste puede llegar a ser el único foro de la actividad política de izquierdas si el PDPA no sobrevive a un pacto de paz.

Pero, de todas formas, para los muyahidin la complicidad del partido afgano con la presencia soviética en Afganistán, con todo el sufrimiento que ha acarreado, sitúa al Gobierno de Kabul en el anatema.

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