Expolio
La conmemoración del 50º aniversario de la liberación de Barcelona de sí misma ha servido para sorprender a la ciudadanía ante la evidencia de que la obra de Le Corbusier sobre la caída de la ciudad permanecerá en Madrid. No fue secuestrada por las tropas franquistas en 1939, sino por el ministro Javier Solana cuando se dedicaba a esa materia tan vaga, tan globalizadora, llamada cultura.Pasan tantas cosas y estamos sometidos a tanta información que continuamente metemos en los más recónditos almacenes de la memoria hechos que no necesitamos con urgencia, y ahí se quedan, tal vez para siempre. No sé en qué pensábamos en el momento justo en que Solana decidió secuestrar el cuadro y llevárselo al Centro Reina SofÍA. Tal vez estábamos pendientes de nuestra propia modernización, en la que por lo visto no entra una concepción policéntrica de la cultura. Desde luego algo, y muy importante, nos distrajo a todos, y más que a nadie a los responsables principales de que Barcelona tenga cara y ojos, para que el homenaje pictórico de Le Corbusier a una ciudad que amaba y conocía muy especialmente se fuera a las cuevas de Alí Babá del Estado central.
Ahora, de pronto, una parte de la ciudadanía ha despertado y se pregunta: ¿dónde está el cuadro? Nadie sabe dar explicaciones satisfactorias, ni las autoridades locales que permitieron el expolio, ni el señor Solana, que en su día sonrió amablemente, balbuceó justificaciones de capitalidad cultura¡ y se metió a Le Corbusier donde le cupo. He aquí un bonito desafÍo cívico para la próxima temporada, una reivindicación más en tierra de reivindicaciones. Hay que formularla: las caídas para quien se las trabaja, y si Le Corbusier pintó nuestra caída, el cuadro es nuestro. De lo contrario hay que iniciar una campaña para que Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, le sea entregado a la Virgen de Montserrat en prueba de los tradicionales lazos de amistad que han unido siempre a nuestros dos pueblos.
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