Vida en sombras

La película El Sur, inspirada en el relato del mismo nombre de Adelaida García Morales, merece una serie de consideraciones sobre el destino a que se ven abocadas ciertas obras cuando las intenciones de productor (Elías Querejeta) y director (Víctor Erice) divergen y éste debe acatar los designios de aquél.El guión original hubiera dado otra película. El Sur finaliza con la partida de la chica protagonista a la tierra de su padre, a las raíces, la luz, la fuente del conocimiento, metafóricamente la madurez. Ese final encierra un misterio y otorga un peso psicológico específico a la obra, que no sería el mismo de acceder al desvelamiento del nuevo universo.

Un poema

Hasta ahora todo El Sur ha sido magia, pasión, desgarro, vida en sombras, silencio y miradas hechizadas ante lo bello desconocido. Así las cosas, más allá de bizantinas discusiones sobre la necesidad de un filme más amplio, El Sur, tal como lo vemos, tal como es, tiene sus dimensiones exactas y es uno de los más hermosos poemas que el cine -no sólo el cine español- ha dado esta década.

Profundamente humano, intenso, intuitivo, de extraordinaria fuerza plástica -espléndido trabajo de José Luis Alcaine en la fotografía- y muy bien dialogado -aunque las quejas que sobre él penden por una voz en off en exceso explicativa tienen su buena parte de razón-, El Sur, como antes El espíritu de la colmena, confirma el talento singular de Víctor- Erice tanto para la puesta en escena y el ritmo meticuloso de sus imágenes como para la exploración del ser humano cuando la razón, o la vida adulta si se prefiere, llama a sus puertas.

Amor, fingimiento y rodeos -todo tipo de rodeos- son los temas de una comedia inofensiva y trivial pero simpática, El vaquero y la dama, un recital de galanura de Gary Cooper y de belleza serena de Merle Oberon.