Un satélite nacional para después de 1992
Para el autor del artículo, sólo una programación adecuada y la correcta negociación de las posibilidades de la industria española en el sector de telecomunicaciones, en aquellos casos en los que no se pueda producir la participación directa de la misma, evitará que de nuevo se vuelva a perder el tren del resto de los países desarrollados de nuestro entorno.
Como es conocido, el sector de las telecomunicaciones está en la actualidad en pleno apogeo a nivel mundial. A nivel comunitario está previsto que la participación de las telecomunicaciones en el conjunto del producto interior bruto (PIB) de la CE pase del actual 2% al 7% para antes de finales de siglo.Nuestro país no es ajeno a la actual demanda de servicios de telecomunicación, como lo demuestra que por primera vez en muchos años el mercado español de telecomunicaciones podría crecer en 1989 por encima del 50%, esperándose un crecimiento apreciable hasta el mítico año de 1992. Por otro lado, es de señalar que el mercado de telecomunicaciones en España presenta una cobertura por la producción superior al 85%, lo que de muestra el alto grado de competitividad de la industria afincada en nuestro país.
Este sector, que da empleo en el área industrial a más de 30.000 personas, necesita, como todos aquellos que atienden a mercados centralizados, de una planificación de las necesidades que se van a demandar a medio plazo a fin de que el normal proceso productivo, es decir, investigación, desarrollo, fabricación y posterior comercialización, se pueda implementar sobre bases fiables. La inadecuada planificación habida hasta la fecha ha producido que el importante aumento de la demanda registrado durante 1987 en el sector fuera cubierto en un alto porcentaje por la importación, que ha aumentado en un 55% mientras que la exportación se redujo en un 13%.
Es previsible que la expansión de la demanda interna se mantendrá en los próximos cuatro años debido a la reactivación económica, a los acontecimientos previstos a celebrar en nuestro país (Expo, Juegos Olímpicos), y en general, a la revolución tecnológica en que nos encontramos inmersos, en la que las barreras tradicionales de las distancias se verán pulverizadas por las modernas tecnologías que se empiezan a implementar, como redes de banda ancha, futura red digital de servicios integrados (RDSI), comunicaciones vía satélite, etcétera.
Nuestro país no se encuentra al margen de estos acontecimientos, como lo demuestra la reciente aprobación de la Ley de Ordenación de las Telecomunicaciones (LOT) y la puesta en marcha de experiencias piloto para implantación de la RDSI, y aún más, el anunciado lanzamiento de un satélite para facilitar las comunicaciones que podría funcionar en 1992.
Es precisamente en relación con este último proyecto, el lanzamiento de un satélite para 1992, con una gran inversión, sobre el que es necesario hacer algunas matizaciones por parte de la industria radicada en España.
A nadie se le oculta la gran trascendencia de la importante inversión que está estudiando el Gobierno, la cual debe no solamente atender la calidad del servicio al usuario final, sino también aprovechar al máximo el valor añadido generado en este tipo de megainversiones para potenciar y enriquecer el tejido industrial y tecnológico del país. En este sentido, cabe señalar que el corto plazo de que se dispone para el lanzamiento y puesta a punto de un satélite español, menos de cuatro años, afecta negativamente a la posibilidad de participación de la industria nacional.
Suficiente tecnología
La participación industrial española, si bien en el segmento espacio probablemente hubiera sido reducida de cualquier manera, sin embargo, en lo que se refiere al segmento terrestre, con una programación temporal adecuada, podría haber alcanzado un elevado porcentaje de las inversiones que se originen en este campo, debido a que existe la suficiente tecnología en nuestro país, como demuestra la participación de empresas en programas de la Agencia Espacial Europea (ESA) y en otros programas europeos (Esprit, Race, etcétera).
Por otra parte, es de señalar la aparente falta de coordinación y planificación de un proyecto de especial relevancia para España, como es el lanzamiento de un satélite propio de telecomunicaciones, dado que no está contemplado en el recientemente aprobado Plan Nacional del Espacio, lo que puede suponer un desaprovechamiento de las inversiones previstas en este plan y propiciar un distanciamiento de las empresas que están desarrollando investigación en el campo espacial con las necesidades del mercado.
A falta de esa participación industrial intensa, un aspecto de especial relevancia debería ser el de estudiar desde el primer momento las ventajas de carácter tecnológico, económico y comercial derivadas de la puesta en marcha del satélite y su posible impacto en la industria, con vistas a optimizar el gran esfuerzo económico que se deriva de este proyecto. En particular, y ante la premura de tiempo para la entrada en servicio del satélite si se quiere que sea operativo en 1992, debería negociarse desde ahora la participación de nuestra industria en los futuros satélites que vayan a ponerse en órbita.
Desde un aspecto global, y con el objeto de que nuestras industrias puedan proceder a un rearme tecnológico, es necesario que el Gobierno realice una planificación dentro del amplio campo de las telecomunicaciones, de forma que se conozcan las áreas en las que nuestro país pretende ostentar un liderazgo tecnológico a corto y medio plazo, apoyando decididamente el riesgo que corre la industria española con ayudas a la I+D.
Soluciones transitorias
Existen soluciones de compromiso para hacer frente a las necesidades de telecomunicación en 1992 (alquiler de satélites) y poder de esta forma conceder un plazo de varios años a la industria a partir de la decisión política para el lanzamiento del satélite español, que entonces sí podría optimizar sus beneficios sobre la sociedad y la industria española en particular.
La decisión final sobre este importantísimo proyecto debe ser tomada teniendo en consideración lo expuesto.
Se ha dicho que los que no aprendieron de la historia están condenados a repetirla.
Los grandes proyectos industriales del siglo XIX, el ferrocarril y la marina moderna, fueron abordados por España a principios del siglo XX.
Los del siglo XX han sido los transportes por carretera. Hemos hecho frente a estos retos con bastantes años de retraso.
A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, el gran proyecto económico será el de las telecomunicaciones. Iniciamos nuestra entrada con retraso, y sólo el gran esfuerzo realizado por las industrias del sector ha permitido colocarnos a nivel internacional. La falta de planificación puede volver a producir un retraso importante en nuestra tecnología.
Sólo una programación adecuada y la correcta negociación de las posibilidades de la industria española en el sector, en aquellos casos en los que no se pueda producir la participación directa de la misma, evitará que de nuevo volvamos a perder el tren del resto de los países desarrollados de nuestro entorno.
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