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Reportaje:

La fatiga económica de América Latina

La región ha enviado 180.000 millones de dólares a los países industrializados

Como si fuera un paciente permanente en una unidad de tratamiento intensivo, la economía de los países de América Latina y el Caribe no ha podido durante los últimos ocho años salir del estado de coma. En 1988 se dieron varias de las mejores condiciones para que esta región saliera de su estado crítico: por primera vez, la deuda externa bajó, aunque sólo fuera un 2%, de 410.000 millones de dólares a 401.000 millones de dólares; se advirtió una mayor flexibilidad de los acreedores frente al erideudamiento latinoamericano, y, en otro hecho inédito, las exportaciones superaron la barrera de los 100.000 millones de dólares.

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Pero la fatiga económica de la región parece ya crónica. Pese al ánimo de los países latinoamericanos y del Caribe para exportar, el alza de las tasas de interés internacionales y la menor afluencia de créditos durante 1988 a esta región, clasificada con el signo de alto riesgo por la banca, consumieron este esfuerzo. La región transfirió 29.000 millones de dólares al exterior este año, lo que, sumado a pagos anteriores, eleva a 180.000 millones de dólares los recursos que América Latina ha enviado a los países industrializados desde 1982. Es decir, en siete años esta región ha transferido al exterior, en una verdadera sangría, el equivalente a un 45% de su deuda actual.El Balance preliminar de la economía latinoamericana-1988, que dio a conocer recientemente la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), podría ser más optimista si este esfuerzo hubiera permitido el desarrollo de la región. Pero las estadísticas de la CEPAL muestran la realidad contraria. El producto interior bruto (PIB) latinoamericano en 1988 creció un 0,7%, menos que el incremento de la población. El mismo indicador refleja que los últimos 10 años han sido de estancamiento: el PIB por persona de 1988 es similar al que había en 1978.

Estas cifras son paliadas ante la situación de algunos países. La economía de Panamá, por ejemplo, experimentó este año la "caída más dramática de que se tenga registro en la evolución reciente de América Latina y el Caribe": el PIB cayó un 25%, la formación de capital se redujo aún más y el desempleo se elevó a un 21%. En Nicaragua, acosada por EE UU al igual que Panamá y azotada por el huracán Juana, el PIB cayó un 9%.

Hasta la situación de las economías de Ecuador y Chile, que tuvieron el mejor desempeño latinoamericano durante 1988, según la CEPAL, es engañosa. El PIB en Ecuador creció un 8%, y en Chile, un 6,5%. Pero la evolución del producto por persona entre 1981 y 1988, en ambos países, refleja que sólo se están recuperando de la crisis: en Ecuador este indicador tiene una variación acumulada de menos de un 7,6% en el período, y en Chile, de un 1,9%.

Los problemas de la región, según el balance de la CEPAL, son también internos, y no únicamente traspasados a través del vaso comunicante de las restricciones externas. La inflación regional se duplicó en 1988. En algunos países ya galopa como hiperinflación: en Nicaragua se elevó a un 7.800% entre septiembre de este año y del pasado; en Perú está en un 1.300%; en Brasil se espera un 800% para fin de año, y en Argentina, un 370%.

Los mayores, en crisis

El comportamiento de los tres países con mayor extensión geográfica y población en la región fue determinante para que la crisis adquiriera "ribetes dramáticos" en 1988, según la CEPAL. En Argentina el PIB creció apenas un 0,5%, en un estancamiento que el balance preliminar atribuye a la conjugación de bajas en la industria y construcción y aumento de las exportaciones y actividad agropecuaria, en medio de un cuadro inflacionario. En Brasil, después de dos años de fuerte crecimiento, el producto se estancó (y por habitante disminuyó un 2%.).En México el crecimiento fue de 0,5%. La CEPAL sostiene que se debe, entre otros factores, a la caída del precio del petróleo -el principal producto de exportación-, al retroceso de la agricultura, a un plan de ajuste y al desplazamiento de la demanda hacia las importaciones, por la disminución de los aranceles.

Para la CEPAL, este octavo año de malos resultados pone en relieve que "los recurrentes desajustes macroeconómicos asociados al servicio de la deuda, a la crisis fiscal y a la escasez de divisas han adquirido ya una dinámica propia, que se refleja en las crecientes presiones inflacionarias, el debilitamiento del proceso de inversión y la reducción de la capacidad de maniobra de la política económica". A todo esto hay que agregar los problemas estructurales de la región: la desigual distribución del ingreso, la inestabilidad de las políticas, sistemas educativos, financieros y tributarios obsoletos. Y no son los únicos.

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