La vuelta del violonchelista Starker

El húngaro-americano Janos Starker cuenta, desde may joven, entre los grandes del violonchelo. Nacido en Buctapest el año 1924 y formado en la academia Franz Lizt, la carrera de Starker fue tan rápida como brillante. Virtuoso para el que no parecen existir problemas técnicos, su estilo se diferencia con el de muchos de sus antecesores por la línea sin retórica que sigue su perfecto fraseo que, como la calidad de su sonido, poseen gran fuerza de comunicación con el público.De todo ello tuvimos pruebas evidentes en una de las mejores invenciones de la literatura musical para violonchelo y orquesta: el Concierto en si menor, opus 104, de Anton Dvorak, efusivo y generoso en las ideas, lírico en la materia temática y en su desarrollo. En esta obra, el instrumento solista se ve rodeado, casi podríamos decir ensalzado, por una orquesta de gran traza sinfónica. La magnífica actuación de Starker mereció interminables ovaciones de los asiduos al Monumental.

Antes, se las había otorgado a orquesta y director, Arpad Joo, por una transparente sino muy perfecta exposición de la obertura de Smetana La novia vendida, y después, pudimos seguir con más interés que admiración la versión planteada por el maestro húngaro de la Quinta sinfonía de Prokofiev, una de las mejores escritas por el compositor soviético, alguno de cuyos planteamientos recuerdan lejanamente a Cesar Franck aun cuando el tratamiento melódico, armónico e instrumental sea diverso. Si en algunos momentos el discurso se banaliza un tanto, la mayor parte de la sinfonía posee originalidad sinfónica, lirismo de buena ley, potencia y talante dramático.