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México, una particular forma de 'morder'

El incendio de La Merced evidencia el peligro de la corrupción

Antonio Caño

El incendio del barrio de La Merced, en el que perdieron el pasado domingo la vida 72 personas, ha puesto dramáticamente en evidencia el peligro que representa la corrupción en México. La célebre mordida (soborno), tan característica de este país como el paseo de la Reforma o las pirámides de Teotihuacán, vuelve a ser objeto de vergüenza y de repudio de una población que se lamenta de que unos cuantos pesos sirviesen para permitir la instalación de puestos peligrosos en zonas pobladas.

Las investigaciones posteriores al incendio muestran que, con toda probabilidad, tanto el puesto de fritangas en el que se desató el fuego como los almacenes de cohetes a los que se transmitió, carecían de licencia para su instalación. Los vecinos habían denunciado reiteradamente el riesgo que eso suponía para todos los habitantes, pero siempre se habían estrellado con una sólida red de corrupción institucionalizada.La delegación municipal correspondiente había enviado en ocasiones anteriores a inspectores oficiales para revisar las instalaciones ilegales, pero esos funcionarios se habían vuelto cada vez satisfechos a sus oficinas con un buen fajo de dinero en su bolsillo a cambio del silencio o de un informe positivo.

Esto se sabía. El procedimiento es vox populi en México y, seguramente, no sólo en el barrio de La Merced, pero nunca se ha reaccionado con energía. Ahora, después de la tragedia, el Congreso ha llamado a declarar al jefe de la delegación en la que se produjo el incendio con el fin de investigar la corrupción evidente y generadora del drama.

El caso ha producido cierto escalofrío en algunos sectores más informados o de mayor sensibilidad, pero no ha causa do el impacto que se podía esperar en cualquier otra sociedad. La razón está en que este país lleva años conviviendo con los sobornos, la corrupción y los abusos de poder con la misma naturalidad con que se pasea en las mañanas de domingo por el bosque de Chapultepec. El nuevo presidente, Carlos Salinas de Gortari, ha prometido una moralización de todos los estamentos de la sociedad, pero es consciente del alto grado de penetración que la corrupción ha alcanzado en un México silencioso e introvertido, poco dado a airear sus problemas.

Con relativa periodicidad saltan a la Prensa casos aparatosos sobre la involucración de altos personajes en robos y extorsiones masivos -como los del negro Durazo o Jorge Díaz Serrano, en Pemex-, y se conocen también otros sucesos menores de funcionarios que utilizan sus cargos públicos para ejercer chantaje y presión. Todo eso forma parte de la realidad aceptada por los mexicanos, que comprenden, cínicamente, que el sexenio (el período gubernamental) sólo llega una vez en la vida y hay que aprovecharlo. Pero la corrupción más molesta, la que más sufre cada uno de los habitantes de este país, es la que tienen que lidiar cada día al salir de casa.

En una ciudad de cerca de 20 millones de habitantes es muy difícil encontrar un aparcamiento durante las horas del día, pero eso se soluciona con facilidad si se deja el coche en un lugar prohibido, protegido por un policía, al que se deja una propina de 1.000 pesos (unas 50 pesetas) por hacer la vista gorda.

Muchos extranjeros se prestan gustosos a esta política porque a todos les resulta cómodo, pero alguno, imbuido por los vientos de cambio que quiere traer el nuevo presidente, quiso resistirse hace pocos días a la tentación de los 1.000 pesos y fue interceptado por un agente que le sugirió con ironía: "Señor, voy a tener que llevarlo al banquillo de los acusados si no se acuerda usted de los pobres".

Averías telefónicas

La mordida vale también casi siempre para evitar una multa en la carretera, para salvar una cola o para acelerar los complejos trámites burocráticos. Una empleada, ya despedida, de una destacada oficina gubernamental solía poner dificultades a aquellos emigrantes extranjeros que solicitaban sus correspondientes permisos sin el acompañamiento de una comida u otro detalle. Una pareja de novios tuvo que pagar recientemente unas 5.000 pesetas para conseguir que la juez correspondiente fijara la fecha de su matrimonio civil en el momento en que ellos deseaban y no en el largo plazo en el que la administradora de justicia decía tener tiempo para ello.Algunos casos, como el de la compañía nacional Teléfonos de México, son especialmente sangrantes. Obviamente, existe en este país un número en el que informar sobre una avería telefónica, tras lo cual hay que esperar, naturalmente, a que los técnicos la reparen. Ésa es la vía legal, pero, siempre que pueden, los mexicanos buscan alternativas más rápidas y eficaces, como es la de esperar en una esquina el paso de algún coche con el emblema de la compañía y ofrecer al empleado una propina a cambio de la solución instantánea de la avería de su aparato. Observando el número de gente que opta por esta vía, es fácil de entender que los técnicos no encuentren tiempo para su trabajo legal.

Diplomáticos, periodistas y todas aquellas personas que dependen del teléfono tienen que recurrir a contactos dentro de la compañía para que les solucionen este tipo de problemas. Algunos de estos contactos han revelado que, en ocasiones, funcionarios de Teléfonos de México detectan los números desde los que se hacen más llamadas y los averían a propósito con la esperanza de recibir posteriormente la mordida correspondiente.

Para el problema de Teléfonos de México, el nuevo Gobierno cree haber encontrado ya la solución inevitable: su próxima privatización. En el caso de la corrupción policial, su origen parece estar en los bajos sueldos de los agentes. Un policía de los que patrulla las calles no alcanza sueldos superiores a las 10.000 pesetas mensuales, por lo que tiene que buscar sobornos y propinas que, en la mayoría de los casos, le permiten doblar su salario.

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