Dialéctica de EL PAÍS
Dialéctica de EL PAÍS: diario suplemento. El diario, ataviado con ropajes, clásicos en secciones y tipografías, acude al discurso del experto, adopta ostentosamente un decorado de seriedad documentada. Se aprovisiona -común intendencia del lenguaje periodístico- de una ética nada singular que recala en las desgastadas palabras / libertades del vocabulario liberal del siglo XIX. Por contra, la antítesis: El País Semanal, el viaje organizado a las Antillas, la dialéctica coja que engulle cualquier significación, es decir, cualquier llamada a la acción. El País Semanal, la biblia de bolsillo del pequeño burgués español, aloja una antiideología: la de un individualismo de consumo que se niega a salir de sus atavíos, sus marcas, sus modas, parapetándose en ellos contra su forma de ganarse la vida y el perfil sociológico que ésta lleva aparejado.
El País Semanal pretende ubicar al individualismo, localizarlo en modos ambiguos de comportamiento, en unos hábitos de consumo. Ignoran que el individualismo como tal carece de un hábitat natural. Pretender crear ese espacio es caer efectivamente en el cliché y en la cultura del kitsch. La galería de personajes de El País Semanal, el invariable tono Dickens de sus relatos, la urbanidad amañada de sus artículos, todo infecta este suplemento, lo infecciona, como dirían los existencialistas. Frente al discurso de la seriedad decimonónica, frente al discurso de la posmodernidad, reclamo lo marginal. Marginalidad sin ambage populista o académico, marginalidad Rimbaud o Walter Benjamin, pero en la España de 1988.-