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Entrevista:

Juan Goytisolo: "Estamos sometidos a un prodigioso lavado de cerebro frente a los árabes"

TVE emitirá a partir de enero una serie sobre el islam del autor de 'Crónicas sarracinas' y 'Makbara'

Juan Goytisolo está en el patio de su casa, en la medina de Marraquech. Una tortuga duerme al pie del limonar. La tarde en el patio es fresquita y silenciosa, tan lejos y tan cerca del polvo, el calor y la muchedumbre que se espesa en las callejuelas de la ciudad antigua. Un par de horas antes, el escritor ultimaba aún por teléfono detalles de su primer trabajo para Televisión Española, la serie Alquibla, de 13 episodios, sobre los aspectos de la cultura musulmana que le fascinan personalmente y que comenzará a emitirse el próximo mes de enero. Como en su libro Crónicas sarracinas, Juan Goytisolo intenta de nuevo en Alquibla deshacer algunos de los más tenaces prejuicios que existen en Occidente contra el islam.

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Ensalzar lo propio y criticar lo ajeno

Pregunta. ¿Por qué para Occidente todo el islam es expansionista y violento?

Respuesta. En las tierras del islam nunca ha habido genocidios, una Santa Inquisición como la Europea, pogromos, matanzas sistemáticas, soluciones finales, cámaras de gas o Hiroshima. En Occidente estamos muy mal situados para hablar de violencia en otras sociedades. Hasta el secuestro de aviones no lo inventaron los palestinos, sino los israelíes, en 1954.

P. Esa imagen occidental del islam parece venir del pulso histórico que sostuvieron ambas culturas en el medievo. Desde entonces se dan por supuestas ideas fruto de una propaganda de guerra, como que los musulmanes son sucios, lúbricos, misteriosos y crueles. ¿Por qué cree usted que siguen funcionan o esos clichés?

R. Estamos sometidos a un prodigioso lavado de cerebro frente a los árabes y el islam. El estatuto del islam con respecto a lo que se puede llamar la cristiandad o el mundo occidental es totalmente diferente de las otras religiones, de las otras culturas. Las otras son algo muy lejano, que puede ser mirado con la simpatía de lo exótico. El islam es algo demasiado cercano para ser exótico, y al mismo tiempo es inasimilable. Esto crea una dialéctica de conflicto. En los últimos años, la animosidad occidental contra el islam se ha acentuado por la revolución iraní, que escapaba a todos los esquemas y provocaba inquietud y desasosiego.

P. ¿Por qué España comparte o incluso exagera esa visión negativa del islam?

R. En el caso concreto de España, su relación con el islam no es la misma que la del resto de Europa. Américo Castro ha mostrado muy bien que la cantidad de elementos que hemos integrado del islam hace que por una razón muy obvia neguemos este parentesco. Es una afirmación de una identidad fundada en una negación del otro.

Goytisolo propone subir a continuar la conversación en su despacho. Antes da un salto a la terraza para echarle un vistazo a los cuentistas, los saltimbanquis y los encantadores de serpientes de la cercana plaza de Xemaa el Fna; y luego, con un leve recorrido de la cabeza, a la Kutubia, las otras cúpulas y alminares de la ciudad imperial marroquí, la ropa tendida, las palmeras y las nevadas montañas del Atlas.

P. Entre las grandes ciudades del islam, las suyas parecen ser Estambul, El Cairo y Marraquech. ¿Cuál es la especificidad de cada una de ellas?

R. Cada ciudad me atrae por una razón distinta. De Marraquech ya he escrito bastantes textos. En la serie Alquibla le dedico el filme sobre el espacio de la ciudad islámica. La ciudad islámica es el fruto de un compromiso entre la reglamentación inicial del poder fuerte y luego las iniciativas de la sociedad en los momentos de debilidad del poder. Se crearon unos barrios donde de una manera u otra la gente se defiende contra el poder, del que, lógicamente, no espera nada bueno. Eran barrios con una sola puerta de entrada, donde la ramificación de las callejas y el hecho de que no hubiera rotulación ni numeración permitía una gran autonomía a los habitantes. Y luego, la ciudad islámica permite contemplar directamente la lucha por la vida, y, para mí, eso es estimulante.

P. Usted suele pasar el otoño y el invierno en Marraquech y no hay día que no dé dos o, tres paseos por la plaza de Xemaa el Fna. ¿Qué es para usted la plaza?

R. Hay una frase muy bella del historiador francés del arte Elie Ford, que dice: "La espiritualidad no ha brotado nunca de los concilios, de los sistemas ni de los dogmas, sino de las entrañas de la vida en creación y movimiento". Eso es para mí la plaza.

Maniqueísmo intelectual

P. Los violentos sucesos de octubre desencadenados en Argelia han provocado una crisis entre muchos intelectuales de la izquierda europea que creían firmemente en la bondad del régimen revolucionario argelino. Usted, en cambio, no parece sorprendido por todo lo que ha estado ocurriendo en estos últimos tiempos en Argelia.

R. Los intelectuales de izquierda en Occidente no son intelectuales críticos; siguen planteamientos geoestratégicos. Este país es progresista, luego es bueno; éste es amigo de Estados Unidos, o sea, malo. Con este maniqueísmo no se llega a ningún lado; o peor aún, se llega a que, si un país forma parte de la esfera de los buenos, como dijo Maxime Rodinson en una frase admirable, los intelectuales "empiezan aprobando errores y terminan aprobando horrores". No cabe duda de que la revolución argelina fue una revolución justa, a la que yo apoyé en la medida de mis fuerzas hasta la independencia y durante los primeros años; pero, para mí, luego se volvió opresora y dejé de apoyarla. Lo mismo ocurrió con la revolución cubana. La experiencia me ha enseñado que tienes que examinar las realidades de cada caso y no someterte al esquema de los imperios ideológicos.

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