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México ante el cambio

México en su historia ha dispuesto su presente. Desde la independencia, hemos caminado por períodos de ruptura, de perplejidad ante el reto de los tiempos, de cambio como respuesta. México en 1910 era una sociedad rural, de escasos 15 millones de habitantes localizados en el centro del país, con una incipiente industria, con escasa comunicación, con grandes latifundios agrícolas, al borde de la guerra civil. Siete décadas después, México es una nación fundamentalmente alfabetizada, con servicios de salud para más del 80% de sus 83 millones de habitantes, undécima población del mundo, con una industria que aporta el 35% del PIB, predominantemente urbana, con redes de comunicación que Cubren la totalidad del territorio. En paz social.Esta extraordinaria transformación, conducida por los Gobiernos de la Revolución Mexicana, es el resultado de la creatividad de toda una nación, que ante cada reto propuso soluciones. La evolución de su propia acción y ancestrales rezagos conllevaron algunos desequilibrios profundos. La velocidad de la industrialización y del proceso de urbanización provocaron procesos de concentración del ingreso, metropolización desmedida, improductividades en ramas industriales superprotegidas y un gradual debilitamiento económico del Estado a causa de su expansión en tareas y, funciones que con el tiempo dejaron de ser socialmente justificadas.

La crisis del país en las últimas dos décadas abarca en lo fundamental a lo económico. Sin duda, es en este ámbito en el que se manifiesta de manera más urgente y afecta de modo más directo al transcurso de nuestra vida diaria. Inflación, desempleo, endeudamiento, insuficiencia fiscal, carestía y deterioro de los niveles históricos de bienestar, son condiciones evidentes. Adicionalmente, el cumplimiento) de las obligaciones financieras internacionales que ha constituido una transferencia neta anual al exterior del 5% del PIB, junto con la caída de los precios de nuestras materias primas, especialmente el petróleo, y ha significado un crecimiento económico prácticamente de cero en los últimos seis años.

Por ello, el imperativo fue un ajuste severo que ahora empieza a rendir frutos. Se sanearon las finanzas públicas, eliminando déficit recurrentes ocasionados por gastos innecesarios y un débil sistema fiscal, es decir, ¡mpuestos regresivos y baja recaudación impositiva. Hoy contamos con un balance fiscal antes del pago de intereses en superávit por cerca del 7% anual. Se reestructuraron, desincorporaron y liquidaron más de la mitad de empresas públicas por no ser ni estratégicas ni prioritarias. Se aligeró la carga del Gobierno federal y se estimuló la inversión privada, las exportaciones mediante el desmantelamiento del aparato de protección, la apertura comercial y el ingreso de México en el GATT, medidas todas que generaron mayor competitividad de la producción nacional. A pesar de los obstáculos internacionales, México logró estabilizar su sistema monetario y financiero sin lastimar irremediablemente su aparato. Pasamos así de inflaciones mensuales que llegaron en diciembre de 1987 al 15%, a menos del 1%, por los últimos tres meses consecutivos.

La renovación económica nacional puesta en marcha en los últimos años ha sentado las bases para reiniciar el crecimiento sobre bases sólidas y permanentes. No caben, por ello, las fantasías populistas. Tampoco, por lo mismo, el escepticismo ni el desánimo. El coste del ajuste de los años recientes ha sido, sin duda, elevado. Prueba de ello es que el salar¡ real ha disminuido en un 40% en estos años. El coste social que el ajuste ha tenido sobre la población, especialmente la menos favorecida, hace imperativo e inevitable el fin del sacrificio. El inicio gradual pero firme del crecimiento y de una etapa con esperanzas de prosperidad no es una opción de política económica y social, es una necesidad de sobrevivencia y cuestión de seguridad nacional.

Para abrir las opciones de bienestar a la población propuse a la nación erradicar la inflación, reiniciar gradualmente el crecimiento de por lo menos el doble de la tasa demográfica, mediante el fortalecimiento del mercado interno, el aumento de las exportaciones no petroleras y la promoción de la inversión privada nacional y extranjera. Estas metas no podrían alcanzarse si continuáramos el pago de la deuda externa en los términos actualmente pactados. Negociaremos, por ello, con firmeza, una reducción en el valor del principal y la obtención de un flujo de recursos adicionales que apoye nuestro desarrollo. En lo interno, los últimos meses han probado la eficacia de la concertación y el acuerdo social en la aplicación de la política económica. Esta práctica va a continuar institucionalmente.

El crecimiento que habremos de reiniciar no es un fin en sí mismo ni se dará a cualquier coste. Tiene por objetivo fundamental recuperar y elevar la calidad de vida de los mexicanos. Esto significa dotar a la población de una red de servicios básicos, prioritariamente, a los más pobres; ofrecer garantías plenas de seguridad pública, deteriorada en los últimos años, y que, con razón, demandan urgentemente nuestros habitantes; elevar la calidad de la educación como instrumento privilegiado, junto con el empleo, de la distribución del ingreso y herramienta indispensable para encarar los retos del futuro, y, en general, afinar el gasto público hacia las áreas sociales de su competencia para asegurar su eficacia.

La magnitud del reto social es enorme. En los próximos seis años 10 millones más de mexicanos se sumarán a nuestra población demandando servicios urbanos, educación, vivienda, alimentación y salud. En este mismo lapso la cobertura educativa deberá cubrir 34 millones de estudiantes, población mayor a la de muchos países del

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Carlos Salinas de Gortari es presidente electo de México.

México ante el cambio

Viene de la página anteriormundo. Para el año 2000 México tendrá 100 millones de habitantes. Responder a estas expectativas es sin duda el más difícil y grave de los retos de la nación.

Una sociedad con semejantes complejidades y graves problemas se ha propuesto modernizarse como respuesta a sus desafíos. Ello supone transformar también la política. Supone competencia y pluralismo. México también ha cambiado su vida democrática. La última década dio inicio a la expresión de la nueva sociedad política, que refleja mejor el desarrollo en su vida económica y social. Las elecciones del 6 de julio sólo expresaron lo que a era una realidad política nacional.

Tanto quienes votaron por el Partido Revolucionario Institucional (PRI),que obtuvo la mayoría, como aquellos que sufragaron en favor de partidos minoritarios, manifestaron la urgencia de la ciudadanía participante por ampliar y abrir las instituciones políticas a voces frescas, nuevas, democráticas.

El veredicto legal es incontestable. No obstante, se evidenciaron inadecuaciones en la legislación electoral que dejaron insatisfechos a los partidos políticos, incluyendo al Partido Revolucionario Institucional, mi partido. A ellas se agregaron tácticas electorales de algunos partidos que proclamaron un fraude mucho antes de siquiera iniciarse las elecciones, y también un mecanismo de información deficiente y no explicado a tiempo. Todo ello contribuyó a crear algunas confusiones, la práctica de negar el triunfo de otro partido por clara que haya sido su victoria. Yo seré el primero en promover su perfecionamiento y actualización. A todos conviene la competencia. A nadie conviene la sospecha, la intransigencia y la personalización.

Hay voluntad de cambio democrático y conciencia de su importancia. En la Cámara de Diputados, hoy, las oposiciones tienen poco menos que la mitad; en la Cámara de Senadores están ahora representadas por primera vez. Contamos con instituciones más competitivas, más plurales y más representativas de nuestra sociedad.

La competencia es benéfica, en especial para el PRI, históricamente el partido mayoritario. Escucha mejor, trabaja más, se acerca decididamente a la población. Su transformación está en curso y recobra su capacidad de conducción porque sabe que puede perder, que en algunas zonas del país ha perdido.

La estabilidad y enriquecimiento de nuestra vida democrática, el crecimiento económico con equidad y el avance en el combate a la pobreza y el mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos estarán sólidamente respaldados por una política exterior activa, firme en la defensa de nuestra soberanía, decidida y ágil en apertura de oportunidades para el país. Mantendremos intactos los principios históricos de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de controversias, la cooperación internacional, la igualdad jurídica de los Estados y la búsqueda intransigente de la paz.

México tiene una diversa y compleja relación con Estados Unidos. Hay diferencias, pero sobre cualquiera de ellas deberán de prevalecer los intereses profundos de nuestros Gobiernos y pueblos. Existen cuatro temas principales en la relación de ambos países: deuda, comercio, tráfico de drogas y la protección a los derechos humanos y laborales de los trabajadores mexicanos migratorios en Estados Unidos.

La búsqueda de la paz en Centroamérica es para México un acto de congruencia con nuestros principios y es en el interés nacional. Hemos participado en todos los esfuerzos por evitar que surja un conflicto bélico en la región, pero sostenemos que la única solución de fondo y a largo plazo será la que ellos decidan, en condiciones de desarrollo y bienestar.

Somos testigos y partícipes de un renacimiento extraordinario en las relaciones entre los países de América Latina. Los recientes avances prefiguran futuros logros. Nuestra América persigue ahora su futuro rescatando lo mejor de su pasado, abandonando propuestas irreales que sólo conducen a la frustración, dispuesta, con seriedad, a concertar acciones concretas, viables, de cooperación efectiva. En la identificación de denominadores comunes confluye la necesidad de vigorizar las relaciones con la Comunidad Europea y en particular con España, con su nueva democracia, su pujante economía, y reavivar, sobre todo, el contacto con su historia, que también es, en parte, la nuestra.

Es estimulante, por tanto, la cercanía de la conmemoración cinco veces centenaria de la llegada de Cristóbal Colón a nuestro continente, encuentro de ambos mundos que marcó el inicio de la era moderna. Que sea motivo y justa razón para estrechar aún más lo mucho que de común tenemos, encontrar lo que nos complementa y enriquecernos en nuestra diversidad.

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