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Relaciones personales

Felipe González aborda la presidencia de la CE con unos estrechos vínculos directos forjados con sus homólogos

Andrés Ortega

De regreso de la cumbre europea de Hannover, Felipe González estaba cenando en París con François Mitterrand, el pasado 29 de junio, cuando presentaron al presidente francés el proyecto de composición del nuevo Gobierno galo. Mitterrand bromeó con González sobre la lista. Este grado de confianza entre los dos mandatarios ha madurado con el tiempo. Y tiempo ha habido. Desde su llegada al poder en 1982 (especialmente desde su participación en una cumbre comunitaria celebrada en junio de 1985 en Milán), González ha tejido una tupida red de buenas relaciones con los otros dirigentes de la Comunidad Europea (CE), aunque no por ello llegan necesariamente a la amistad personal.

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Líderes de larga duración

Europa se está convirtiendo en un club de longevos políticos, y estas relaciones personales cobrarán especial importancia ante la presidencia española del Consejo de la Comunidad Europea, a partir del 1 de enero de 1989."La diplomacia directa ha pasado a ser una parte muy importante de las relaciones internacionales en nuestros días", señala un alto diplomático español, recordando que, "hace 20 años, las cumbres, sobre todo en el ámbito europeo, eran muy excepcionales". La química y el conocimiento mutuo cuentan cada vez más en la diplomacia internacional y en la vida comunitaria.

El Consejo Europeo de Jefes de Gobierno y de Estado de los doce que se abrirá en Rodas el próximo viernes va a ser la novena cumbre en la que participa Felipe González. Será la décima vez que González se vea este año con Mitterrand, ya sea en encuentros bilaterales o multilaterales, incluido el traslado de los restos de Monnet.

No obstante, las relaciones no están aún tan consagradas como las franco-alemanas, con el ya obligado desayuno entre el canciller de la RFA y el presidente francés para iniciar la segunda jornada de las cumbres. Pero tanta reunión fuerza a los líderes a conocerse. Junto a ellos, además, se sientan los ministros de Asuntos Exteriores. Y éstos, que se reúnen por lo menos una vez al mes, sí que se conocen. Algunos llevan más tiempos que los primeros mandatarios, ya sea el belga Léo Tindemans o el alemán Hans-Dictrich Genscher, con quien se ha ido en alguna ocasión a la ópera el español Francisco Fernández Ordóñez.

Curiosamente, esta compenetración se ha producido en un momento en que los principales líderes europeos hablan pocos idiomas, frente a la situación reinante en tiempos de Helmut Schmidt, Valéry Gyscard d'Estaing y James Callaghan. Helmut Kohl sólo habla alemán; Margaret Thatcher, sólo inglés, y Mitterrand, sólo francés. Felipe González habla, además de español, francés. Por todo ello, casi siempre necesitan los intérpretes a su vera. Y cuando actúa la diplomacia del teléfono -muy habitual en estos tiempos-, y González habla con Kohl, lo hace por medio de un intérprete.

Curiosamente, cuando se encuentran bilateralmente, los líderes hablan mucho de sus propios problemas nacionales. "Se entienden mejor en las cuestiones internacionales cuando comprenden mejor los problemas internos de cada uno", señalan medios diplomáticos españoles, "y se entienden también mejor las posiciones que hay detrás de cada propuesta".

Conocer los temas

En este sentido, el Ejecutivo español considera que, tras la visita de la dama de hierro a Madrid, Felipe González y Margaret Thatcher "entienden mejor sus respectivas filosofías", aunque les separe la filosofía comunitaria. Ambos tienen en común que estudian los informes europeos, se conocen los temas y los defienden arduamente. Ambos, se afirma por parte española, son "muy directos en su expresión" en los consejos europeos. Thatcher, según esta descripción, es de una "extrerna franqueza, le gusta la empoignade". Claro que la franqueza que se da en los debates comunitarios no se da en las cumbres de la OTAN, mucho más rígidas y formales.

Indudablemente, hay un sentimiento de respeto mutuo. La relación se remonta a antes de la victoria socialista en España, en 1982. Cuando el intento de golpe de Estado en España del 23 de febrero de 1981, Margaret Thatcher salió rauda en defensa de la democracia española. Inmediatamente después, invitó a González, como jefe de la oposición, a Londres. "Fue importante", recuerdan ahora responsables socialistas.

El 12 de febrero pasado, en la cumbre extraordinaria de Bruselas, tras dos días completos de discusiones, no parecía posible un acuerdo sobre las finanzas de la CE, que impedía un solo país, el Reino Unido, del que ya se había despegado Holanda. "Para un país, estar totalmente aislado, 11 contra uno, es algo muy duro, incluso para Thatcher", señalan fuentes diplomáticas. Era un momento "psicológicamente importante". Francia parecía partidaria de forzar una confrontación. Fue entonces cuando Felipe González pidió la suspensión de la sesión durante: cinco minutos. Los franceses pensaron, irritados, que España intentaba un pacto con los británicos. La presidencia alemana, encarnada en Kohl y Genscher, entendió el gesto español -si se forzaba en la mesa a la dama de hierro, ésta iba a decir que no-, suspendió la sesión y se encerró con Thatcher y Geoffrey Howe, secretario del Foreigri Office. Finalmente, Kohl y Howe convencieron a Thatcher, y el acuerdo se plasmó. La parte española cree que Kohl entendió lo que quería González, pues existe entre ellos un grado importante de confianza mutua.

Kohl es amigo de larguísimas conversaciones, y muy cálido y vital". Cuando surge la ocasión, se lleva a Felipe González a su casa y a su bodega. Kohl, de una familia cristiana católica que se opuso a Hitler, está siempre preocupado en sus conversaciones, señalan medios españoles, por transmitir el problema existencial alemán, la superación de los traumas de la guerra y de la división".

Otro católico en país protestante es el primer ministro holandés, Rudd Lubbers, también sistemático y buen conocedor de los informes (dossiers), con una filosofia europeísta parecida a la de González, si bien más estricto en cuanto a los gastos comunitarios. La víspera de la cumbre de la Haya, en junio de 1986, González y Lubbers conversaron hasta altas horas de la madrugada, discutiendo la estrategia a seguir.

Lubbers lanzó en 1985 la idea de un triángulo Benelux-ltalia.España de medianas potencias frente a los grandes del eje París.Bonn-Londres. Y se ha sentido algo decepciónado ante la acútud española de pleno apoyo a la pareja franco-alemana. Quizá Holanda se haya sentido desplazada como el más grande de los pequeños tras el ingreso de España -el más pequeño de los grandes- en la CE.

La pareja franco-alemana

No obstante, el Ejecutivo espa ñol considera esencial para que avance la CE la actuación de la pareja franco-alemana. "Hay que contar con ellos y muchas veces cederles el protagonismo", indican responsables próximos al Ejecutivo, según los cuales "Felipe González no busca el copyright". "Que el mérito se lo lleven otros", afirman.

Con otros líderes europeos, como el belga Wilfried Martens, o con el portugués Anibal Cavaco Silva, las relaciones son buenas. Cavaco, como Mitterrand, ha estado en Doñana con Felipe González.

A pesar de todo, en medios españoles se insiste en que no hay que magnificar las relaciones personales o la eficacia de la diplomacia directa, que debe apo

Relaciones personales

yarse sobre una base. La mayor parte del trabajo debe hacerse a niveles intermedios. Los líderes están para desbloquear algunos ternas. Se cita así como ejemplo el viaje de Felipe González a París en diciembre de 1983, que sirvió a la larga para desbloquear la cooperación antiterrorista y la actitud de Francia frente al ingreso de España en la CE.Las diferencias ideológicas tienen sólo una importancia relativa. Detrás, o delante, están los intereses nacionales. Por parte española se considera que la política europea de los laboristas británicos, si gobernasen, no sería muy diferente de la de Thatcher. Claro que parece lógico que países con Gobiernos socialistas insistan sobre la dimensión social del mercado único de 1992, postura que adoptan también en ocasiones democristianos y liberales. Sólo Thatcher se opone. En todo caso, sólo hay tres Gobiernos socialistas en la CE (Grecia, España y Francia) y otros tres con participación socialista (Bélgica, Italia y Luxemburgo) en la actualidad.

Grecia (Ellas), España y Francia se sientan, por este orden alfabético, juntas a la mesa, lo que contribuye a un diálogo casi permanente: hablan, comentan y se pasan papelitos.

La relación con Mitterrand -reflejo de la relación especial con Francia- es quizá la más profunda de González, aunque en la Moncloa se rechace el calificativo de paterno-filial. Son "dos estilos, dos generaciones diferentes". Se conocieron hace años, pero las relaciones fueron frías, explican responsables socialistas españoles, dada la "obnubilación de los socialistas franceses con el eurocomunismo y el fenómeno Santiago Carrillo. No creían en las posibilidades del PSOE, sino en el modelo italiano para una España democrática". El encuentro con Mitterrand "tardó en producirse".

Ahora, la relación es muy profunda. Cuando se ven, no abordan sólo asuntos bilaterales o europeos, sino "una reflexión en común sobre las grandes líneas de fuerza y de cambio en el mundo actual. Las conversaciones van más allá del día a día, a 10 o 15 años vista", señalan responsables socialistas. En las cumbres europeas, Mitterrand no interviene mucho. Deja que el mínistro de Asuntos Exteriores debata asuntos concretos. El presidente se reserva para dar su visión u orientación sobre Europa.

Veteranía

Tras las pasadas elecciones en Francia, el trato se ha simplificado con respecto a la época de la cohabitación entre Mitterrand y Chirac. No obstante el sistema institucional francés establece algunos campos para el presidente de la República y otros para el primer ministro. Mitterrand insiste en que la política de la France es la política de la France. Recientemente, Rocard quiso, en broma, llevarse a Felipe González a la Asamblea Nacional para que participase en los debates.

Las relaciones personales cuentan. Pero hay otras divisiones que quizá pesen más, recuerdan expertos diplomáticos: Norte y Sur, grandes y pequeños, Gobiernos más o menos conservadores y con mayor o menor tradición europeísta. Estos medios añaden: "La dimensión personal tiene muchas facetas: cuenta la veteranía del país y la veteranía de las personas".

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