De nuevo los árboles y el bosque
Las elecciones americanas son objeto de comentario ad nauseam y, en Estados Unidos, ad infinitum. No hay aspecto de las mismas que no sea examinado, escrutado, escudriñado, antes, en y después: que si el Sur, que si el Norte, que si los negros, que si los hispánicos, que si los católicos, etcétera. Parece como si hablando superabundantemente de ellas se quisiera hacer olvidar que, al fin y al cabo, el número de personas inscritas para ejercer el derecho de voto es notoriamente inferior al de los ciudadanos con tal derecho, y que el número de efectivos votantes suele ser bastante inferior al de las personas inscritas, de modo que los elegidos lo son siempre por un número de votos mucho menor que el de los ciudadanos con derecho a votar. Pero tampoco esto se olvida. Es, por el contrario, objeto de extensos comentarios. Hay quienes (los más) lo deploran, pero no faltan quienes, por cinismo (o, lo que a veces viene a, ser lo mismo, por realismo) apuntan que no siendo posible -ni siquiera concebible- una "democracia total", la apatía en las votaciones puede convertirse en un freno que impida el caos a que a veces conduce el entusiasmo político desmedido.Entre los asuntos comentaelos figura el siguiente: durante algunos lustros el electorado americano ha mostrado una includable preferencia por el candidato republicano -desde Lyndon Johnson al actual presi(lente electo, George Bush, ha habido sólo una "Administración demócrata": la de Jimmy Carter- Por otro lado, se ha elegido a una mayoría de representantes -gobernadores, seriadores, diputados, etcéterademócratas. La diferencia en número entre los votos recibi(los por demócratas y por republicanos en los distintos cargos no es enorme. Pero tampoco lo es entre los candidatos a la presidencia de ambos partidos. Lo importante aquí no son tanto los números como el hecho de que gane o pierda tal o cual representante de uno de los dos llamados "partidos mayores" (casi cabría decir "partidos únieos"). Pero es un hecho que tinos ganan y otros pierden, y elhecho de que la presidencia la gane un partido mientras que el conjunto de los demás cargos públicos los gane otro plantea un problema. ¿Es un comportamiento simplemente irracional? ¿Es uno que refleja el hecho de que se elija tal o cual candidato a la presidencia no, o no totalmente, por razones políticas, sino, y sobre todo, por la imagen(que cada día cuesta más dineros), así como por la habilidad de los encargados de las relaciones públicas, especialmente en sus aspectos televisivos?
Hay algo de todo eso, así como muchos otros factores y razones. Pero todos éstos son árboles. Prefiero ensayar una ojeada sobre el bosque entero.
Para empezar, aunque haydos partidos mayores, cada uno de ellos se modula según los grandes sectores regionales y según los Estados. Se ha dicho que, en rigor, hay 51 partidos demócratas y 51 partidos republicanos correspondientes a los 51 Estados de la Unión. No en vano se da a veces el fenómeno del "hijo adoptivo" -el candidato nativo que presenta, aunque sólo sea nominalmente, un partido en un determinado Estado-. En virtud de ello hay representantes (senadores o diputados) republicanos harto liberales y representantes demócratas considerablemente reaccionarios. El marbete republicano o demócrata dice, en principio, algo, pero no todo con respecto a los intereses, los programas y las ideas de un candidato.
Esto se refleja en el modo como tienen lugar las campañas electorales, especialmente las de los senadores y diputados sean del Estado federal, sean, sobre todo, de cada uno de los Estados.
La propaganda que cabría llamar "indirecta", la de la televisión, por ejemplo, tiene una importancia considerable en todos los candidatos a todos los cargos en todos los niveles. Pero sigue siendo importante la grass rootspolíties (que cabría traducir por "política a ras del suelo", siempre que no se diera a esta expresión un sentido peyorativo). Esta política consiste fundamentalmente en que el candidato en cada circunscripción no tiene más remedio que afrontar directa y personalmente sus posibles electores, o una parte considerable de ellos. Un ejemplo aclarará este punto más que una larga descripción.Mi mujer, Priscilla, es una defensora de los llamados "derechos de los animales" -posición que se compagina perfectamente con la más popular del interés por el saneamiento del medio ambiente- En la circunscripción electoral donde vivimos -que es tradicional y firmemente republicana- hay bastantes otras personas que abrigan semejantes ideales. ¿Cómo hacer que pasen a la realidad? Una manera, muy habitual, es entablar relaciones con candidatos a diputado o senador, estatal o federal, demócratas o republicanos, y sondearlos al respecto. Si el candidato tiene interés en ser elegido por estas personas, hará bien en prestar por lo menos oídos a lo que pretenden. Puede, naturalmente, decir que sí, que está conforme con todo, etcétera, y luego echarlo todo al olvido, o hacer exactamente lo contrario de lo que prometió, pero en este caso puede tener la seguridad de que sus interlocutores lo olvidarán a la vez en una elección próxima.
Lo que ocurre con el aspecto mencionado -que es, por desgracia, menos importante de lo que debería en el panorama general político- sucede asimismo en temas públicos actualmente de más amplio radio -educación, hospitales, vías de comunicación, defensa del consumidor, impuestos, etcéteraEn otras palabras, un candidato a uno de los cargos indicados tiene que ponerse de algún modo en relación directa con no pocos; de sus posibles electores. Es posible (en política, casi todo es posible) que ello dé origen a un fenómeno poco grato que cabría llamar "el terrorismo de los electores". Pero en la gran rnayoría de los casos tiene por resultado que el candidato tenga que operar, si más no en el curso de su campaña electoral, "a raíz del suelo", que es donde se encuentran sus electores. Esto explica el fenómeno del "voto escindido" -todos demócratas, menos fulano, que resulta ser republicano-, todos republicanos menos zutano, que es por ventura republicano, la mitad demócratas y la mitad republicanos, etcétera.
Multiplíquese mi ejemplo por inniles y se podrán vislumbrar algunas de las razones que hacen posible, como ha ocurrido en las últimas elecciones, el triunfo de un candidato presidencial republicano y un incremento -sin duda que por vía del "voto escindido"- en la mayoría demócrata del Senado, de la Cámara y de los Gobiernos de los Estados.
Prometí dar una ojeada al bosque y terminé por limitarme a un tronco de árbol. Pero la verdad es que los bosques se componen de árboles, y éstos, de troncos.
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