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"La Revolución Francesa sigue viva todavía", afirma el historiador galo Michel Vovelle

El autor de "Ideología y mentalidades" confiesa ser un "optimista de las luces"

En 1870, Karl Marx escribía: "El drama de los franceses es sus grandes recuerdos". Tres cuartos de siglo más tarde, el marechal Pétain recriminaba a sus compatriotas con un: "Franceses, tenéis mala memoria". Entre ambas afirmaciones, la nación navega hoy en un gran vacío. El historiador Michel Vovelle, tímido en sus gestos, radical en sus palabras, reconoce que en estos últimos años la actualidad de la historia, el pasado de Francia y, en consecuencia, el debate acerca de la Revolución Francesa están en manos de los medios de comunicación. En contra de quienes afirman que la revolución en Francia ha terminado, él afirma que está viva, y se manifiesta como un "incorregible optimista de las luces".

"Mi abuelo se sabía de memoria todas las canciones revolucionarias, yo sólo sé cantar tres, y mis hijas, apenas una. Es un poco el reflejo de cómo ha cambiado la imagen de la Revolución y de lo mucho que ha bajado el grado de identificación de los franceses. con su pasado. El cambio efectuado en el campo escolar no es ajeno al fenómeno: yo, en mis primeros años del instituto, día de memoria hechos, relatos y personajes. Hoy, en la escuela se aprenden cosas aparentemente más inmediatas: el barrio, la ciudad, los servicios".El resultado de este relajamiento está ahí: "Un progresivo desconocimierito combinado con un sensible aumento de las capacidades imaginativas con lo que se entiende una mayor credibilidad hacia cualquier interpretación nueva, partidista, un tanto falsa", según afirma este historiador, director del Instituto de Historia de la Revolución Francesa, que asiste en Madrid al coloquio internacional Alcance y legado de la Revolución Francesa.

La Revolución Francesa "ha terminado", afirma el nuevo historiador François Furet, como si el pasado hubiera sido tocado por la fatalidad. Y a todos les parece un rnagnífico titular. Vovelle, por el contrario, considera con su maestro Ernest Labrousse que la Revolución sigue "viva" porque siguen sin resolverse múltiples cuestiones que ella puso en evidencia. "La experiencia de la Revolución Francesa, por la amplitud de sus anticipaciones, posee una gran plasticidad. En un primer momento fueron liberales y nacionalistas quienes le tomaron prestada la lección expansionadora; luego, en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, fueron los movimientos obreros quienes se apropiaron de las todavía vigentes consignas de sus antecesores. Cabe no olvidar que los tres lemas de la Revolución Liberté, Fraternité, Égalité no se han cumplido hoy aún de una manera total, plena".

Hoy otros han tomado el relevo. Historiadores, "filósofos más que historiadores", han volcado su interés hacia la recuperación del fenómeno más directamente político. Descubren que los protagonistas de aquella Revolución no fueron los burgueses sino una "élite cultural" en la que la nobleza liberal se reservaba un hermoso papel. Y si la Revolución burguesa no fue protagonizada por la burguesía, nos encontramos ante un "contrasentido" con el que es mejor acabar.

No deja de ser, en palabras de Vovelle, una interpretación, estrecha y susceptible de convertirse en constatación paralizante, esterilizante", girando en torno a un vacío que sólo interesa desde el punto político. "Es fácil crear nuevos estereotipos sobre el pasado, más fácil de lo que parece a primera vista, y pueden adaptarse con la mayor facilidad al ambiente neoliberal que se vive en estos días", afirma el historiador. "Revisar" el pasado es siempre útil, reconoce Vovelle, "y nos ayuda a replantearnos conceptos históricos con una mayor precisión".

Fidelidad

La lectura del pasado, que "nunca termina", en su caso, le transporta al presente más inmediato. Hace poco acaba de publicar un libro sobre el proceso de la descristianización en Francia, en el que constata que el mapa religioso del período revolucionario es casi similar al que, a mediados de este siglo, dibujó la Iglesia francesa para hacerse cargo de la "fidelidad cristiana" de sus fieles.

La religiosidad fue determinante para la Revolución como lo ha sido hasta el momento reciente de la historia de Francia. Vovelle, incluso, se atreve a decir que "la religiosidad es el fenómeno específico de la Revolución, la que dividió al país en dos partes irreconciliables construyendo un panorama hasta casi nuestros días". Los resultados electorales y los cambios de estructura de la V República, sin embargo, "sí podrían acabar definitivamente con la Revolución'.

"Hoy, el mediodía rojo ya no lo es precisamente, y en cambio, la clásica Bretaña reaccionaria se está apuntando al girosocialista. Las herencias de largo efecto, de larga duración, que proceden de la Revolución empiezan ahora a extinguirse".

Con esta observación, Michel Vovelle reinicia sus críticas hacia la escuela de los historiadores revisionistas y hacia Furet: "Han avanzado demasiado en sus pronósticos. Divulgaron demasiado pronto lo que los círculos historiográficos estaban debatiendo desde hacía ya más de 30 años. Es muy probable que sus tesis se les escapen de las manos por la vía académica y por la política".

Él, no obstante, "espera" que la Revolución vuelva a interesar inevitablemente a los franceses y "que cada cual se fabrique su propia idea del ser necesariamente revolucionario". "Yo, mientras, me autoafirmo como un incorregible optimista de las luces".

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