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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El sentido del servicio militar

DESDE LOS tiempos en que la prestación del servicio militar era aceptada con una docilidad fatalista hasta el presente, en que el rechazo de los jóvenes adquiere el carácter de una insumisión abierta, la naturaleza de la juventud no es lo único que ha cambiado. El servicio militar se hace cada vez más insoportable no porque haya ganado en inconfortabilidad; más bien ha sucedido lo contrario en cuanto a su raisma duración y condiciones generales. Lo que se hace más insufrible, y es lo que ayuda a explicar la intensificación de la protesta, es su creciente pérdida de sentido.Nadie discute la necesidad de mantener unas fuerzas de defensa. La cuestión radica en si el antiguo sistema de formación de los ejércitos conserva su vigencia a estas alturas. La creciente negativa de los jóvenes españoles al servicio militar tiene mucho que ver con los factores que han marcado un importante cambio en los sistemas de defensa desde la ll Guerra Mundial hasta nuestros días. La distinta configuración militar, basada en la política de grandes bloques, resta sentido a la idea de la defensa nacional. Se puede hablar de la defensa del bloque (de la OTAN o del Pacto de Varsovia), pero parece haber perdido sentido hablar de valores patrios más allá de algunas cuestiones sin relevancia bélica. Los bloques tienen establecidas alianzas que comprometen en una defensa combinada, y si se trata de defendernos no habría por qué preferir que nos defendieran soldados españoles que de otras nacionalidades. La mayor identificación del nacional de un país con el hipotético territorio que defender -una de las bases del ejército nacional nacido en la Ilustración- pierde de esta manera mucho de su sentido.

Por otro lado, la aplicación de las nuevas tecnologías a la técnica de la guerra impone un tipo de soldado cada vez más especializado, dificil de encontrar por el solo sistema de la leva indiscriminada. Las guerras del futuro no requerirán grandes movimientos de tropas ni una defensa del territorio pegada al suelo. Los grandes ejércitos parecen destinados a ser sustituidos por reducidos grupos de hombres altamente formados. Parece así imponerse, al menos en el nivel de la discusión teórica, la idea de un ejército profesional. En España esta sola hipótesis produce repelús entre la izquierda tradicional, para la que la existencia de un ejército reclutado de entre todo el pueblo impediría el enquistamiento de una casta militar de dificil control. La historia enseña, sin embargo, que las intervenciones de los ejércitos en los asuntos políticos de los Estados poco o nada tiene que ver con su forma de recluta. España, con un sistema de leva popular, ha sufrido como ningún otro país europeo el flagelo del cesarismo militar, cosa que no ha sucedido en el caso de países con ejércitos profesionales tales como el Reino Unido, Canadá o Estados Unidos.

En todo caso, y sin necesidad de llegar hasta ese extremo, los nuevos tiempos parecen imponer drásticos cambios estructurales en el servicio militar español tal como está hoy concebido. Porque del cuarto de millón de jóvenes que el año que viene se incorporarán a filas habría que distinguir cuántos se convertirán en soldados reales, capaces de defender a su país en caso de guerra, y cuántos irán destinados al mantenimiento de una vieja maquinaria burocrática sólo apta para defenderse a sí misma.

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