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LA SUCESIÓN DE REAGAN

Una matrona para la Casa Blanca

Francisco G. Basterra

Una matrona de carácter, con el pelo completamente blanco, sustituye a la lujosa figura de porcelana, la ex actriz Nancy Reagan, como primera dama de Estados Unidos. Barbara Bush, ama de casa, madre y abuela orgullosa de serlo, tiene poco o nada que ver con la reina Nancy que ha sido, con su carácter imperioso y entrometido, una importante influencia política en una Casa Blanca en la que su titular ha estado sobre todo de oyente.Barbara Pierce, de soltera, bajo su apariencia de anciana encantadora, no lo es tanto. Sólo tiene 63 años, pero su pelo encaneció prematuramente y nunca ha querido teñírselo. Es sin embargo una mujer de fuerte carácter y firmes convicciones. Pero no se cree que manipule en la casa Blanca como lo ha hecho Nancy. Tampoco se guía por la astrología como la señora Reagan, ni comparte su desmedido apetito por los modelos de alta costura, que toma prestados y no devuelve.

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Más bien se espera que Barbara Bush sea una primera dama en el estilo familiar de Bess Truman o Mammie Eisenhower. Así como Nancy ha adoptado como cruzada la lucha contra la droga, Barbara Bush enarbolará la bandera de la guerra contra el analfabetismo, en la que lleva ya varios años. "Todo lo que me preocupa iría mucho mejor si la gente supiera leer, escribir y comprender".

Encarna el tipo de mujer fuerte de la Biblia, inmolada en el altar del hogar y de la familia. Hace punto y le apasiona la jardinería. Barbara, nacida en el seno de una familia millonaria -su padre era propietario de la editorial McCall- en el condado de Westchester, el Puerta de Hierro de Nueva York, se casó con el primer hombre que la besó, el joven piloto George Bush. una mujer dedicada a sus labores, que muestra con orgullo una familia de cinco hijos y 10 nietos. Perdió a una niña de tres años, Robin, víctima de la leucemia. Barbara, Barb para George, ha hecho una carrera de la defensa de su marido, a menudo apasionada como cuando llamó públicamente "bruja" a Geraldine Ferraro en las elecciones de 1984.

"Mi hijo", le gusta contar, "dijo una vez en una entrevista que cualquiera de los chicos se lanzaría encima de una granada por su padre. Yo estoy en la misma categoría. Creemos que es maravilloso". Barbara asegura incluso que George -a quien ha ayudado en la campaña, aunque sin un papel tan activo como Kitty Dukakis- "es muy carismático".

Abogada de todo tipo de causas caritativas, anfitriona perfecta, ha seguido siempre al globbetrotter de su marido en los múltiples destinos de su carrera.

George ha dicho que B arbara está preparada, desde el primer día, para ser first lady. Ella afirma que le gustaría encontrar un término medio entre el activismo de Rosalyn Carter -la magnolia de hierro que se sentaba en los consejos de ministros- y el estilo menos abiertamente político, pero muy influyente y protector, de Nancy Reagan. "Yo no me meto en la oficina de George", ha dicho, "ni él en la mía".

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