La oposición aumenta su mayoría en el Capitolio
Como ya ocurriera en 1984, los votantes norteamericanos han dado su confianza a la revolución Reagan, pero, al mismo tiempo, le han puesto freno oponiéndole un Congreso que, si no hostil, sí será crítico y combativo frente a muchas iniciativas de la Casa Blanca.El primer martes después del primer lunes de noviembre se eligieron en los 50 Estados de la Unión 435 miembros de la Cámara (la totalidad de la misma, para un periodo de dos años), 33 de los 100 senadores y 12 de los 50 gobernadores. En los tres niveles, los demócratas mejoraron sus posiciones. En la Cámara, los demócratas obtuvieron 262 escaños, aumentando su mayoría de 81 con cuatro más. Los republicanos consiguieron 173, perdiendo cuatro escaños de los 177 que tenían. Un magro consuelo para Dukakis, y muy especialmente para su candidato a la vicepresidencia, Lloyd Bentsen, que consiguió, con gran facilidad, la reelección como senador por Tejas. Tampoco tuvo problemas para hacer otro tanto el jefe del clan Kennedy, Edward, en Massachusetts.
Vicepresidenta y senadora
En Indiana, el feudo de Dan Quayle, el flamante vicepresidente electo tuvo que tragarse un sapo: la elección por primera vez en 20 años de un demócrata, Evan Baili, que tiene sólo 32 años, como gobernador del Estado. El propio escaño de Quayle como senador, al que ahora tiene que renunciar, podría mantener el mismo apellido si se confirma el rumor de que optará al mismo su esposa, Marilyn.
Bush, tras conocer su triunfo, aseguró que hará todo lo posible para "trabajar constructivamente" con el Congreso, dominado por el partido rival. Centenares de nombramientos habrán de ser propuestos al Senado en los primeros meses de la nueva Administración.
Para encontrar una explicación a la aparente esquizofrenia de los votantes que refleja su doble mandato, hay que tener en cuenta que en Estados Unidos no hay un solo partido demócrata y otro republicano, sino 50 y 50, uno por cada Estado. Si se colocaran todos ellos en un espectro ideológico, habría una zona media en la que los dos partidos, teóricamente rivales, coincidirían entre sí más que con sus propios extremos.
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