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Es muy normal

Tocadiscos, condones, mecheros son fabricados conforme a unas reglas

Berna González Harbour

Cemento y condones, cucharones de cocina, telas y señales de tráfico, tocadiscos y tuberías, los detalles más retorcidos de cada producto vendible, consumible, escribible y masticable son normalizados en España por Aenor (Asociación Española de Normalización), una asociación nacida hace dos años de mano de la iniciativa privada, y que celebró ayer el Día Mundial de la Normalización.

En la planta cuarta del edificio de Aenor (Asociación Española de Normalización), siete señores con la corbata aflojada, las mangas arremangadas y el color en el rostro discuten desde hace dos horas sobre un sistema de refórzamiento del cemento.Están elaborando una norma. Día tras día, cada uno de los 85 comités que integran Aenor desfilan por los despachos de esta asociación de asociaciones. Su objetivo: proponer, debatir y aprobar las normas que homologuen los objetos más impensables. Su resultado final: conseguir que la producción industrial, repartida en diversos sectores e infinitos fabricantes, se desarrolle de forma coordinada. Y, por supuesto, la coordinación internacional.

La peseta, por ejemplo. Víctor Reig, portavoz de Aenor, se queja una y otra vez de que los españoles escriben la abreviatura de la moneda española de esta forma: pts. "Es erróneo; la norma aprobada es 'PTA', y está encaminada a que exista una comprensión del término más allá de nuestras fronteras". Los sellos de Correos llevan estampado la forma correcta: PTA. Pero las monedas españolas, algo que no perdona Aenor, imprimen PTAS. Un error oficial.

Esperanto de los objetos

La normalización pretende ser una especie de esperanto de los objetos y símbolos. Su objetivo es que todos se entiendan con los mismos signos, garantizar la calidad de los productos y promover la seguridad en su uso.

Los usuarios del preservativo tendrían mucho que decir a propósito de su seguridad. Cuando se habla de procrear sin haberlo deseado, a muchos les interesará saber que existe la norma 53-625-86, que regula todos los aspectos de ese aparatito tan simple y a veces traicionero como es el elastómero -entre nosotros, condón-

Los preservativos pueden ser transparentes, traslúcidos, opacos o coloreados, de superficie lisa o rugosa, secos o lubricados, según resalta la norma. Pero, eso sí, deben ser fabricados en caucho vulcanizado y atendiendo a unas normas muy específicas de dimensión y resistencia.

Otro objeto que atraviesa la vida cotidiana como algo desapercibido pero necesario es el mechero. Cuando el amante del puro hace la sobremesa imposible a sus compañeros de comedor con el humo del habano, no sospecha que ese mechero con que arranca la locomotora está totalmente normalizado. Que la llama no sobrepase los 150 milímetros no es ninguna casualidad. Viene escrito en la norma 93-012-88.

Las normas no son necesariamente de obligado cumplimiento pero sí imponen una marca de calidad. "Si a alguien le explota un mechero en la cara, y eso llega a juicio", explica Víctor Reig, "es distinta la situación del que ha cumplido la norma del que no lo haya hecho. El no cumplimiento sería aquí un agravante".

Y, a propósito de fumadores, hasta los ceniceros colocados en los trenes son objeto de una norma que iguala sus medidas, para que así sean intercambiables en distintos soportes.

Aspecto irreprochable

También los espejos de los lavabos de los trenes están normalizados: la norma, además de sus dimensiones y material, ordena su "aspecto irreprochable".El mundo de la alimentación tampoco escapa al quehacer de las sociedades normalizadoras: una norma emitida por el organismo sueco correspondiente prohibe la importación de carpas, anguilas y salmónidas sin limpiar, por ejemplo. En España, los ajos deben ser "sanos, firmes, limpios, exentos de señales de enmohecimiento, desprovistos de olor y sabor extraños -tal vez haya que pegarles un mordisco antes de comprarlos- y desprovistos de humedad exterior anormal".

A pesar de tanto esfuerzo por pasar por el filo de la norma todos los productos imaginables e inimaginables, los miembros del sector se lamentan del desinterés que hay por cumplirlas.

Y las cosas se complicarán cuando, en 1992, el mercado único europeo imponga una mayor calidad en los productos. Cuenta con tristeza el portavoz de AENOR un chiste que corre por los pasillos del sector: "Los españoles sólo conocen una norma. Y esa norma se llama Norma Duval".

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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